jueves, 29 de mayo de 2014

Rubalcaba en el diván del psicoanalista



Supongamos que acude a mi consulta Alfredo Pérez Rubalcaba, se tumba en el diván y comienza a hablar antes incluso de que se lo pida. Dice que tira la toalla y que se va. Al preguntarle por qué no lo hizo en 2001 cuando el PSOE obtuvo el peor resultado de su historia, se pone a llorar y le acerco un paquete de kleenex. Ser psicoanalista de un político resulta duro, sobre todo tras dos años de sesiones semanales en las que el paciente nunca ha asimilado su incapacidad para rentabilizar el desgaste del PP ni tiene asumido que no es una joven promesa.
Tras los nefastos resultados de los comicios europeos, Rubalcaba me asegura haber «recibido el mensaje» y se muestra partidario de convocar un congreso extraordinario, y después unas primarias. Intento razonarle que anteponer un congreso sería conferir al partido todo el control y que el secretario general que de él saliera sería una especie de candidato oficialista a las primarias. Para suavizar mi exposición, manifiesto al aun secretario general mi admiración por asumir la derrota y decidir marcharse cuando muy pocos políticos conjugan el verbo dimitir. Rubalcaba se emociona y reconoce –los ojos vidriosos de nuevo– que no esperaba tan nefastos resultados. Dice que se siente como un cadáver político y le acerco de nuevo los kleenex.
Tras sonarse con estrépito, el paciente se tranquiliza y admite que tal vez accedería a promocionar a Susana Díaz porque la considera «dócil y fácil de hacer entrar en razón», y porque teme que si se convocan unas precipitadas primarias se conviertan en un duelo entre Carme Chacón y Eduardo Madina, a quienes no quiere ver en la cúpula ni puede ver en pintura. Guardo silencio, le invito a proseguir con un gesto y Rubalcaba confiesa que la noche del 25-M tuvo una pesadilla en la que el PSOE era devorado por un monstruo de dos cabezas, la cabeza de Podemos y la de Izquierda Unida. De pronto, en un arrebato violento que me coge desprevenido, Rubalcaba se incorpora y grita que sólo él tiene derecho y potestad para designar al delfín que le suceda.
Incumpliendo el arte del psicoanálisis, cambio de posición, me sitúo de cara al paciente y le expongo que la debacle socialista nunca se resolverá a expensas de recuperar los votos sustraídos por la izquierda, sino retomando el centrismo que les arrebató la derecha y reduciendo al mínimo la abstención de los desencantados. Como Rubalcaba asiente, me animo a insinuarle que contemple a IU y Podemos como dos hipotéticos aliados, y le aseguro que los únicos enemigos a batir son las hueste del PP, sobre todo ahora que el PSOE se ha convertido en una izquierda Light.
Cuando Rubalcaba dice al fin «¿qué debo hacer, doctor?», me reubico ortodoxamente detrás de él y le respondo que su sucesor no deberían elegirlo los delegados de un congreso federal sino todos los militantes.

Rubalcaba reflexiona cuando le anuncio que la sesión ha concluido y le cito para la próxima semana.



Alberto Soler Montagud

Médico y escritor

OH! DARLING (Una canción que enemistó –aún más– a Paul McCartney y John Lennon)






Oh! Darling es el cuarto tema de la cara A de Abbey Road, el undécimo álbum y, para muchos, el mejor de The Beatles, en cuya grabación, cada uno de los componentes aportó tanto composiciones como ideas que juntos fueron puliendo en medio de un ambiente tenso debido al mal momento que atravesaba la relación entre John y Paul, una crisis de pareja que repercutió en los otros dos miembros por un efecto contagio que marcó el peor momento que el grupo había conocido desde su fundación.

"El truco para las sesiones del Abbey Road", como dijo Paul McCartney, fue que "de alguna manera teníamos que ponernos los guantes de boxeo, tratamos de reunirnos para hacer un álbum muy especial. De alguna manera, pensábamos que este sería nuestro último trabajo, así que... todavía podíamos mostrarnos a nosotros mismos de lo que éramos capaces de hacer, y tratamos de divertirnos mientras lo hacíamos"

"Oh! Darling" era una canción que Paul McCartney llevaba en mente desde hacía bastante tiempo y a la que pretendía imprimir la progresión armónica, el ritmo y la melodía típicos de muchos de los temas doo-wop de los años 50's que tanto le influenciaron a él como al resto de cuarteto en su adolescencia. Conforme la iba componiendo, el estilo de la canción se impregnaba más y más de aquellas viejas grabaciones y los sonidos de los primeros acordes que aprendieron para conseguir que con sus guitarras y voces sonaran lo mas parecido posible a las versiones originales.

Muchos años después de la separación del grupo, Paul confesó en una entrevista que su idea en 1969 era que la voz que interpretara "Oh! Darling", fuera áspera y ruda, mas o menos como la de alguien que "hubiera estado cantando sobre el escenario toda una semana". Sin embargo, tras muchos años de abusar y forzar sus cuerdas vocales (en sus inicios, Paul era capaz de imitar de un modo bastante creíble la voz de Little Richard) el registro de McCartney ya no le permitía llegar al resultado deseado. "Hace cinco años, esto lo hubiera cantado en una sola toma", diría Paul en 1969 aludiendo a la facilidad con que cantaba tan desgarradamente en sus inicios.

Hay abundantes testimonios que enfatizan en el titánico esfuerzo con que McCartney trabajó su voz para este tema. Se presentaba en el estudio una hora antes que los demás y calentaba la garganta, rompiéndola poco a poco hasta rozar los límites. Llegó a grabar hasta 26 tomas de la canción en una incansable búsqueda de la tonalidad adecuada, hasta que el 20 de Abril (con Paul al bajo y voz, John al piano y voces, Ringo Starr a la percusión y George Harrison con la guitarra, sintetizador y voces) se dio por buena la toma definitiva de la que Paul se sintió orgulloso y Lennon no llegó a estar satisfecho por haberle ofendido que McCartney no le dejara grabar la canción como solista siendo que el tema que le iba mucho más a su registro.





https://www.youtube.com/watch?v=iLnVOyhqSi8




Tras la grabación, la respuesta de Lennon fue desoladora, pues el 11 de agosto, una vez terminó de grabar los coros, decidió que ya nunca volvería a participar en una grabación de los Beatles.

En 1980, John Lennon hizo la siguiente declaración: " Oh! Darling fue una gran canción que Paul no cantó muy bien. Siempre pensé que yo podría haberlo hecho mejor, pero él la escribió y, por norma general, quien escribe la canción la canta, que le vamos a hacer".


No es descabellado pensar que en plena rivalidad por el liderazgo del grupo, McCartney quisiera demostrar que era capaz de hacer cualquier cosa, incluso componer e interpretar un tema tan lennoniano como Oh! Darling.





UNA VERDADERA RAREZA
OH! DARLING
(Paul y John en dueto)






En esta prueba de estudio se aprecia, ya desde el principio (00:05), como John entra acompañando a Paul. El sonido característico de la guitarra de la versión definitiva aun no está bien definido y las notas del piano tampoco aparecen completas.
A los (00:23) el sonido de vibrato característico de Paul es muy diferente a la versión que salió en el disco y es evidente que imita música negra de los años ’50.
En el minuto (01:14) Paul hace una entrada muy floja –se le nota que está buscando el tono– en la parte fuerte de la canción, y al llegar al (02:19) se aprecia ya claramente su típico vibrato.




martes, 27 de mayo de 2014

La Cárcel de Papel






“La Cárcel de Papel”, fue una de las secciones más celebradas de la desaparecida revista de humor gráfico La Codorniz  (1941-1978) donde se criticaba con sarcasmo a quienes eran pillados en faltas –tanto sintácticas como de contenido– en sus escritos o declaraciones. Viene esto a colación de tres hechos recientes acaecidos en el panorama sociopolítico patrio, que me han animado a resucitar la extinta cárcel de papel para meter en ella a unos cuantos personajes.





El primero de los hechos –una payasada que me produjo vergüenza ajena– fue la patética imagen de Esteban González-Pons haciendo campaña electoral europea en el parking del Mercado Central de Valencia, a bordo de una bicicleta de reparto como si lo suyo fuera ser un currante y su mayor sacrificio no haberse dedicado a tan noble empleo por culpa de la política.




El segundo hecho –el de mayor gravedad por la falta de sensibilidad de sus protagonistas– fue el abandono de un pleno por parte de los concejales populares del Ayuntamiento de Toledo –con la excepción de una edil– cuando unos padres de niños con cáncer se disponían a  denunciar los recortes de personal que afectan a la atención sanitaria que reciben sus hijos.





El tercer hecho –un bochornoso desatino– fue la salida de tono del candidato Arias Cañete al dejarse llevar por el subconsciente y verbalizar su convicción de que un hombre no puede debatir con una mujer porque su "superioridad intelectual" podría hacerle pasar por "machista", un esperpento que han recogido los prestigiosos Die Welt, The Guardian y Financial Times en sendos artículos donde el señor Cañete sale muy mal parado.


Una vez expuestos los hechos, condeno al señor González-Pons a trabajar como un verdadero repartidor en el Mercado Central de su ciudad y a vivir con un sueldo mileurista durante un periodo de treinta días en los que no podrá recurrir a sus cuentas bancarias. A los soberbios ediles del PP, que tan ruin desafección mostraron con los niños enfermos y con sus padres, les condeno a abandonar su cargo público y, durante un año, dedicar ocho horas diarias a trabajos sociales en un sala de oncología pediátrica. Por último, condeno al paladín de la superioridad intelectual, señor Cañete, a trabajar dos horas al día durante tres meses en un centro de acogida –de cualquier ciudad europea– para mujeres maltratadas, donde deberá desempeñar labores propias femeninas según los clichés más machistas y misóginos (cambio de pañales a bebés, manejo de lavadoras, limpieza doméstica, tareas culinarias…) sin perjuicio de que el resto de su jornada lo dedique a las labores de eurodiputado que le correspondan.

Y sin mas, firmo las respectivas sentencias y exijo su inmediato cumplimiento.


Alberto Soler Montagud

Médico y escritor

miércoles, 21 de mayo de 2014

La petulancia de los mediocres



(dedicado a quienes adornan fantasiosamente su curriculum)  





Así como antes se decía que “el papel es muy sufrido”, hoy podemos asegurar que las redes sociales lo son aun más en la medida que casi nadie comprueba la veracidad de lo que en ellas se publica, posibilitando que muchos descontentos y frustrados, acicalen sus respectivos curriculums con aditamentos que, sin ser mentiras palmarias, son verdades a medias que propician la confusión por su intencionada ambigüedad.

Traigo esto a colación tras ver en la red de redes –en su variante Facebook– el perfil personal de alguien a quien creo conocer bastante bien, que nunca ha ejercido la docencia y que, sin embargo, habla de «mis alumnos» e incorpora un lacónico estudié tal carrera (que omito para no despertar suspicacias) tergiversando la realidad al hacer creer que  matricularse en una o más asignaturas universitarias en un momento de la juventud puede convertir a cualquiera en licenciado o doctor por obra y gracia de la confusión con que alimenta su vacuo ego.

De ningún modo hay crítica alguna por mi parte al exponer esta circunstancia. Aunque sí quisiera dejar constancia de que esta práctica (inflar y maquillar la lista de méritos personales) es algo que frecuentemente se asocia con la baja autoestima, la frustración por metas no alcanzadas o la petulancia de tantos engreídos que recurren a palabrerías y eufemismos con intención de engalanar una realidad que da muy poco de si y en nada les satisface.

Los resultados, en estos casos, suelen ser tan patéticos como triste sería que un basurero –profesión que merece mis respetos siempre que quien la ejerza se los gane con su entrega profesional y calidad humana–  se autodenominara como un “profesional técnico municipal especializado en la recogida y traslado de detritus a los centros de procesamiento” cada vez que alguien le preguntara por su actividad laboral.

Curiosamente, si nos trasladamos al polo opuesto, resulta interesante comprobar como la humildad y la modestia con la que muchas personas se refieren a si mismas, es más discreta y recatada conforme mayor es el rango y prestigio social por ellas alcanzado. 

Mencionaré la anécdota de alguien que me fue presentado en cierta ocasión y quien, en el curso de nuestra primera conversación, me dijo «yo trabajo en la universidad» sin especificar si era administrativo, bedel o profesor. 


Luego supe que era el rector.


Alberto Soler Montagud
Médico y escritor




viernes, 16 de mayo de 2014

¿Se acaba el bipartidismo?






Conforme el bipartidismo se tambalea por la proliferación de formaciones políticas minoritarias y las encuestas de intención de voto se ensañan con los dos grandes partidos, tanto desde el PP (en boca de Arias Cañete) como del PSOE (por parte de Felipe González) se han lanzado globos sonda propiciando un pacto “si el país lo necesita”. Es evidente que el miedo a una pérdida masiva de escaños ha disparado las alarmas en las cúpulas del PP y el PSOE, dos formaciones que hasta ahora se sentían cómodas y seguras alternándose en el poder.
El otrora líder carismático Felipe González ha asegurado que "hemos tocado fondo y nos arrastramos por el suelo", para luego proponer una coalición con la derecha en vez de propiciar un pacto de izquierdas; como consecuencia, muchos socialista se han sentido traicionados. Tal parece como si el expresidente, metamorfoseado en una especie de gurú, contemplara tan sólo su realidad sin considerar que el verdadero “fondo” se abrió en forma de precipicio hace ya muchos años, justo cuando los economistas sensatos presagiaban la ruina económica y social.
Si retrocedemos unas cuantas décadas, es probable que en 1981, tras el golpe de estado de Tejero, muchos hubieran admitido que Felipe González propiciara una coalición con UCD y la Alianza Popular de Fraga siendo que la democracia estaba en peligro. Regresando a tiempos recientes, también muchos habrían aceptado que, conforme la crisis evolucionaba a debacle, PP y PSOE se hubieran planteado una coalición como la que ahora proponen Cañete y González.
Sin embargo, que sólo cuando peligra el bipartidismo se haya sugerido una alianza, pone de manifiesto que nuestro país adolece de la madurez democrática de otros donde los bipartidismos están consolidados; por ejemplo EEUU, donde a nadie extraña que Obama haya nombrado director del FBI a un republicano o que recién elegido como presidente designara a Judd Gregg (senador republicano muy conservador en materia fiscal) como secretario de Comercio, actuaciones ambas impensables en un país como el nuestro donde los políticos parecen servir a sus propios intereses y a su partido más que a una ideología.
En el contexto actual, las bases electorales del PSOE se sienten traicionadas al no percibir un auténtico espíritu socialista en su partido. Igualmente, las bases populares están desengañadas por el incumplimiento de las promesas electorales de aquellos a quienes votaron. Todo apunta a que el binomio PP-PSOE sólo es capaz de ponerse de acuerdo para defender los intereses comunes de sus respectivos partidos y no los de la ciudadanía. Recordemos si no lo sucedido en agosto de 2011 cuando juntos modificaron el artículo 135 de la Constitución Española, o el empecinamiento del PP y PSOE negándose a reformar la ley electoral. 

Por primera vez el bipartidismo parece estar en peligro y las causas las encontramos en la ineptitud de los dos grandes partidos, la proliferación de pequeñas formaciones y el creciente desencanto de los ciudadanos. Todo apunta a que a partir de 2015 cambie sensiblemente el modo de gobernar.

Alberto Soler Montagud

Médico y escritor

miércoles, 7 de mayo de 2014

¿Crisis? ¿Qué crisis?






A veces me siento como un objeto sociológico víctima de la manipulación mediática y fáctica. Algo así me sucedió la pasada Semana Santa cuando los medios radiotelevisivos ofrecieron una información contradictoria que se repitió en el puente del primero de mayo, al alertar en un mismo informativo  de los estragos de la crisis para luego lanzar el mensaje subliminal de que los hoteles de la costa estaban a rebosar por las minivacaciones primaverales. Fue como si, de pronto, la realidad se fraccionara en otras dos totalmente distintas: la de la crisis galopante con colas en los comedores de Cáritas y la de un país boyante donde casi todos pueden disfrutar de unas vacaciones extemporáneas.

Me resultó curioso que ningún medio (progresista o conservador) analizara la contradicción de que la cifra de seis millones de parados fuera compatible con colas kilométricas de vehículos desplazándose desde el interior a la costa. Tuve la impresión de que todos los medios se sumaban a la consigna de "España va bien, ya no hay crisis", utilizando el turismo (producto nacional por excelencia y fuente de divisas en el franquismo) como cantera de puestos de trabajo, al menos durantes unos días y como falso reflejo  de una sociedad próspera. Sin duda, a las altas esferas les interesaba dar un toque de atención para que el subconsciente de cada ciudadano, en vísperas de las elecciones europeas,  registrara un "no estará todo tan mal cuando media España se va de puente”, relativizando así la angustia de la crisis y sus efectos sobre la clase media.

Al mismo tiempo, me resultó significativo que sólo 15.000 trabajadores y parados acudieran a la manifestación estrella del primero de mayo, celebrada este año en Bilbao, y no llegué a entender que, con la precariedad de empleo que azota a la población activa, millones de ciudadanos estuvieran de vacaciones mientras Cándido, Toxo y otros líderes del sindicalismo patrio, sólo consiguieran reunir a unos cuantos que aun se creen representados y defendidos por ellos.

No me fue difícil llegar a la conclusión de que los verdaderos penitentes de la llamada semana santa y los verdaderos trabajadores (ahora parados) que protestan los días uno de mayo, donde en verdad se manifiestan es en las lentas procesiones de vehículos que les trasladan a la costa. Cómo y de dónde obtienen –con su no trabajo declarado por muchos de ellos– los ingresos que les permitan sufragar tantos días de asueto, es una cuestión digna de análisis que se escapa de la intención de este artículo, con el que sólo pretendo hacer reflexionar a quienes se apuntan a la filosofía de "que sean otros quienes me arreglen lo mío, que yo soy escéptico, no me fío nadie y, además, ni entiendo de política ni quiero entender".


Alberto Soler Montagud

Médico y escritor