lunes, 19 de octubre de 2015

Epístola profana al arzobispo Cañizares








Señor arzobispo Antonio Cañizares:

Soy consciente del frío y nada protocolario “señor arzobispo” con que encabezo esta epístola profana (no le confiero el trato de eminentísimo reverendísimo, ilustrísimo o excelencia) pero he optado por dejar constancia, ya desde el principio, de que su rango jerárquico, y tal vez su persona, no me merecen respeto alguno.

Dejé de respetarle hace mucho tiempo, desde aquellas fotografías en las que apareció usted ataviado –¿o debería decir disfrazado?– con una capa magna de color rojo y más de cinco metros de longitud, con la que, mas que príncipe de la Iglesia, parecía usted la princesa Diana el día de su boda con Carlos de Inglaterra. Dicen los teólogos que el alma humana aspira a alcanzar un elevado y superior ideal al que se puede llegar a través de dos caminos, el de la humildad o el de la soberbia, un pecado por el que usted se dejó arrastrar, concomido por la ambición de mostrarse como superior al resto de los mortales, el día que se emperifolló de aquella grotesca guisa.

Dejé también de respetarlo cada vez que leía en la prensa alguna de sus declaraciones homófobas
tan dañinas, y propias del sector ultraconservador de la jerarquía eclesiástica al que usted pertenece. Por cierto, señor Cañizares, cuánta hipocresía la de su Iglesia y que cruel el dolor que usted y sus afines han infligido al hacerse los ciegos desde su farisaica mojigatería al no reconocer que en el clero abundan los homosexuales y que la Iglesia es un refugio encubierto de gays, algo sabido por todos y que ustedes callan mientras condenan la homosexualidad como aberración y pecado.

Pero no es la soberbia, ni tampoco su hipócrita homofobia el motivo por el que le dedico esta epístola, sino por la carencia de amor al prójimo que ha puesto de manfiesto en sus recientes declaraciones en el Fórum Europa Tribuna Mediterránea donde, además de atreverse a afirmar que no ha aumentado la pobreza en España en «las proporciones tan enormes que dicen [porque no veo] a la gente pidiendo en la calle más que antes y no veo a más gente viviendo debajo de un puente» y afirmar que la recuperación económica en estos últimos cuatro años de recortes sociales es una realidad, aunque usted reniegue de entrar en «connotaciones políticas».
La iniciativa de esta epístola profana hay surgió cuando usted advirtió, en el Forum Europa, sobre el peligro de la masiva acogida de refugiados procedentes desde países como Siria, una invasión que sin vergüenza ni caridad, comparó con un Caballo de Troya para Europa. Dijo textualmente: «Seamos lúcidos y no dejemos pasar todo porque hoy puede ser algo que quede muy bien, pero que realmente sea un caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y en concreto la española» para, acto seguido, preguntarse con su vocecita meliflua y amanerada si «¿Esta invasión de emigrantes y de refugiados es todo trigo limpio?; ¿Dónde quedará Europa dentro de unos años, siendo que con la que viene ahora no se puede jugar [porque] no se puede jugar con la historia ni con la identidad de los pueblos».

Ante la idea de que un príncipe de la Iglesia católica pudiera considerar que el cuerpecito muerto del pequeño Aylad Kurdi  no era trigo limpio sino una especie de alien salido de un maléfico Caballo de Troya, fueron tantas las reacciones de repulsa que, finalmente, no ha tenido usted más remedio que cambiar de registro (imagino que sometido a presión y en contra de sus ideas) para pedir «perdón a los muy queridos refugiados, perseguidos y emigrantes venidos a España en los últimos meses». Con un teatral victimismo lamenta el linchamiento que ha sufrido tras haberse «manipulado» una palabras que niega haber pronunciado —un nuevo pecado a añadir a la lista, esta vez la mentira— sin reparar en lo fácil que es volver a escuchar lo que dijo a través de los videos que pululan por la red.

Ay señor arzobispo, cuan viperina y emponzoñada se ha mostrado su parlanchina lengua durante estos últimos días. Es obvio que no se ha parado a reflexionar en el gran parecido que deberían tener aquellos desharrapados que seguían a Jesús de Nazaret (discípulos y apóstoles incluidos) cuya apariencia física, fisonómica y étnica (consideremos que Siria es un país del entorno neotestamentario) los haría hoy indistinguibles de los parias a los que usted abomina por no ser trigo limpio. No quiere admitir, señor arzobispo, que tal vez  el mismo Jesús sea uno de los ancianos o niños sirios, afganos, palestinos o sirios, y también uno de los hombres y mujeres que huyen de una guerra cruel y de una muerte segura. ¿Quién se lanzaría a un éxodo tan doloroso y abandonaría sus raíces si no fuera por pura supervivencia y por instinto de protección propio y de sus seres queridos? ¿Cómo un presunto hombre de Dios y para más señas arzobispo y cardenal ha podido ser tan cruel al hablar de un modo tan despreciativo de unos seres humanos que sufren horribles penurias? ¿Dónde queda la caridad cristiana tras sus declaraciones?

Soberbia, hipocresía, falta de caridad y mentira son cuatro de los pecados que se le pueden atribuir a la luz de lo expuesto en esta epístola profana, pero estoy convencido que de haber sido más extensa, habrían aflorado muchos más, no obstante, considero oportuno poner punto y final a la misma. Usted, señor Cañizares, tiene la ventaja de creer en un dios que le perdonará todas las barbaridades que profirió en el Forum Europa, pero quiero dejarle constancia de que quien esto escribe es incapaz de otorgarle perdón alguno por ello.


Alberto Soler Montagud
Médico y escritor


domingo, 11 de octubre de 2015

INVERTIR EN ATENCIÓN PRIMARIA REDUCIRÍA EL GASTO SANITARIO







Invertir más en atención primaria reduciría la saturación de las urgencias hospitalarias y las listas de espera de los especialistas.


En mis más de treinta años de experiencia como médico en atención primaria he adquirido, empíricamente, los conocimientos de gestión sanitaria necesarios (sin haberme dedicado a esta parcela ni haber tenido vocación para hacerlo, aunque sí alguna propuesta rechazada por mi parte) para elaborar unas convicciones surgidas en el día a día de contacto con los pacientes, tanto en atención continuada como en atención de urgencias. Una de ellas es la certidumbre de que  cada euro que se invierte en recursos humanos e infraestructura de atención primaria, redunda en un beneficio que repercute –entre otros muchos– en la desmasificación de las listas de espera de los especialistas y en la descongestión de las urgencias hospitalarias, con el consiguiente beneficio para la calidad asistencial y la reducción en el gasto sanitario.

A pesar de que los modelos sanitarios sean distintos, es constatable que los problemas que afectan a la medicina familiar y comunitaria son muy similares en todos los países de nuestro entorno; del mismo modo coinciden los motivos que hacen acudir a los pacientes de la Europa comunitaria a los centros de salud.

Aunque las respuestas de cada sistema sanitario varíen según la medicina esté socializada (como en España y el Reino Unido), o sea más libre como en Francia y Alemania, por regla general, se constata también que las quejas de los usuarios y de los profesionales son las mismas.

En España se produjo un considerable cambio en la atención primaria con la reforma llevada a cabo a finales de los años ochenta y principios de los noventa (progresivamente y variando en el tiempo según distintas comunidades autónomas) consistente en la transición desde el modelo tradicional de los ambulatorios y los consultorios rurales (por lo general, la casa del médico) vigentes desde el franquismo, a los modernos Centros de Salud actualmente vigentes. Sin embargo, y pese a la clara mejoría que supuso aquél cambio de modelo, los problemas asistenciales en atención primaria se han ido acentuando, sobre todo durante la última década, plasmándose a través de indicadores como la masificación de los centros de salud, la demora en conseguir cita y la consiguiente saturación de los servicios de urgencias de atención primaria a los que se acude por patologías banales que deberían haberse resuelto por el médico de cabecera ese mismo día.

Otro de los problemas que afectan a la atención primaria (y que repercute en el anterior) es que no se sustituye a los médicos de familia ausentes por bajas o vacaciones, o se hace sólo de forma parcial, repercutiendo en una sobrecarga de trabajo para el equipo de atención primaria al no aumentarse la plantilla en estas situaciones excepcionales.

Es encomiable que pese a esta frecuente contingencia, la asistencia que se presta siga siendo de la mejor calidad –según la opinión que de los médicos de familia tienen sus pacientes– gracias al esfuerzo de los profesionales a costa de incrementar las probabilidades de quemarse en su trabajo desarrollando un síndrome de burnout por el estrés continuado a que se ven sometidos en su trabajo y que acaba repercutiendo en un bajo rendimiento e incluso en bajas laborales que agravan el problema al no ser sustituidas muchas veces por falta de recursos.

Es incuestionable que la crisis económica ha repercutido en la merma presupuestaria que penaliza a las inversiones en sanidad, sin embargo, a pesar de la escasez de recursos para sustituciones y de que apenas se creen nuevas plazas, los cupos están hoy mejor dismensionados que hace unos años.

No obstante, el esfuerzo por parte de la administración en la gestión sanitaria, debería centrarse en potenciar la inversión en las bases de la sanidad, es decir, en la atención primaria, aumentando los recursos humanos y confiriendo al personal más autonomía en la solicitud de pruebas, evidentemente incrementando la plantilla en función de las nuevas competencias que cada centro de salud asuma.

Si los médicos de familia pudieran solicitar más pruebas (actualmente limitadas a especialistas y penalizadas con exasperantes listas de espera), serían más resolutivos en su capacidad para diagnosticar enfermedades y se acortaría el tiempo de inicio para tratarlas adecuadamente, descongestionándose así las consultas de los especialistas y las visitas a urgencias y a las consultas externas de los hospitales.  

Aunque, evidentemente, esto no se puede aplicar a todos los casos ni a todas las enfermedades, siempre será más rápido, barato y satisfactorio para el paciente tratar cualquier patología en atención primaria que en especializada, al menos tal y como actualmente funciona nuestro sistema de salud.

En esta propuesta de potenciar la inversión en atención primaria, es de suma importancia contar con la colaboración de los usuarios del sistema con una adecuada educación sanitaria que les enseñe a utilizar racionalmente los recursos sanitarios y no hacer un abuso de ellos, máxime en una situación de escasez presupuestaria y penuria económica como la actual en la que aun nos esperan años de vacas flacas en los que la asistencia sanitaria se podría resentir si no hubiera una actuación eficiente de los gestores y un uso racional por parte de los usuarios del sistema.

El objetivo de las reflexiones planteadas y expuestas en este artículo no es otro que intentar convencer a las autoridades sanitarias de que es más rentable invertir en la atención primaria que en los hospitales, último y más elevado y caro nivel asistencial que debería siempre reservarse para aquellas patologías que por su complejidad o mala evolución, sean competencia de una atención especializada y no del médico de atención primaria.

En este sentido, la WONCA (World Organization of Family Doctors), una organización internacional que reúne las universidades, academias y asociaciones interesadas en la práctica de la  medicina de familia y medicina general, elaboró un manifiesto en 2010 solicitando que los distintos países europeos destinasen más presupuesto económico a esta parcela sanitaria.


Alberto Soler Montagud
Médico y escritor





lunes, 5 de octubre de 2015

En busca de un Presidente con carisma





Aunque es obvio que no sólo basta con tener buena imagen para gobernar un país, en la entrevista que el pasado sábado le hizo Silvia Intxaurrondo a Pedro Sánchez en el programa Un Tiempo Nuevo, el líder socialista dejó constancia de su saber estar y su espontánea naturalidad al ofrecer un discurso coherente que, desde una perspectiva exclusivamente de marketing electoral, le posicionó como un líder con gran carisma de cara a las elecciones de próximo del 20 de diciembre. Todo ello, claro está, con el permiso del respetable, pues una cosa es que Sánchez tenga carisma y eficacia comunicativa y la otra que acabe siendo el aspirante más votado el 20-D.

Analizando su intervención sólo desde una perspectiva formal, el número uno del PSOE supo convencer en su comparecencia televisiva independientemente de cual fuera su mensaje.  Ya el pasado mes junio sorprendió el despliegue de medios que derrochó el PSOE al presentar la candidatura de Pedro Sánchez a la presidencia de gobierno con una aparición triunfalista muy a la americana en el Circo Price de Madrid, ofreciendo la imagen de un hombre próximo cuyo aspecto humano (agradecimientos a sus padres, hermanos, hijas y esposa) confería credibilidad a sus propuestas y confirmaba la madera de líder de un candidato que se mostró como un ganador desde su entrada entre aplausos, sonriente y saludando en medio de una puesta en escena que dio paso a la proyección una bandera de España de proporciones descomunales como telón de fondo del acto (un político de izquierda orgulloso de la bandera nacional) que mostraba a Pedro Sánchez más como hombre de Estado que como aspirante.

Mientras seguía la entrevista a Pedro Sánchez realizada por Silvia Intxaurrondo y los periodistas que la acompañaban, caí en la cuenta de que la campaña de lanzamiento de Pedro Sánchez había comenzado en aquel propagandístico acto del Circo Price, sobre todo cuando el candidato invitó a su esposa (una mujer joven, atractiva y con mucha soltura que reforzaba la sensación de seguridad que trasmitía su esposo) a que subiera al escenario donde ambos se cogieron de la mano, al mas puro estilo Obama y Michelle, un gesto que veremos varias veces –y si no, al tiempo– a lo largo de la campaña electoral de diciembre, dirigido captar simpatías, transmitir confianza y recuperar para el PSOE el máximo número de votos perdidos.

Es de pura lógica que la angustiosa situación socioeconómica que atraviesan el país y su ciudadanía nunca se solucionará con el carisma que aporte un nuevo presidente, sin embargo, también es un hecho que la propaganda electoral influye mucho en la decisión final de voto y que los socialistas tienen en Sánchez una baza importante a tal efecto, sobre todo si consideramos que su rival más directo, Mariano Rajoy, no transmite seguridad sino mas bien mediocridad y rechazo a la vista de la baja puntuación que como líder obtiene en los sondeos de opinión.

También Pedro Sánchez le saca cierta ventaja a Pablo Iglesias al ofrecer una imagen progresista que el electorado de centro y centro-izquierda percibe como más tranquilizadora y alejada del rupturismo radical de Podemos que la derecha se ha encargado de propagar a través de campañas de miedo dirigidas a presentar al nuevo partido como un peligro populista y nocivo para la democracia.

Más difícil lo podría tener Pedro Sánchez al competir en carisma con el exultante Albert Rivera, crecido tras el éxito que acaba de cosechar en las elecciones autonómicas catalanas, aunque si comparamos la solidez que como partido ofrece el PSOE respecto al recién llegado que es Ciudadanos y a esto añadimos su carácter de centro-derecha próximo al PP y el populismo con que muchos lo identifican, la ventaja electoral que podrían sacar los socialistas a Ciudadanos a nivel nacional es más que probable.

El PSOE tiene por delante el reto maratoniano de, en poco más de dos meses, resurgir de sus cenizas, recuperar la mayoría de los votos trasvasados a Podemos, Ciudadanos e incluso al PP y la necesidad de ofrecer una credibilidad capaz de seducir no sólo a los indecisos, sino a la legión de desencantados que por culpa de los errores de los socialistas durante los últimos años, piensen quedarse en casa el próximo 20 de diciembre.

Colofón

En la práctica, el próximo presidente de gobierno español no puede ser otro mas que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera (la omisión de Alberto Garzón, muy a pesar de su alta valoración como líder en las encuestas, no es un olvido sino una consecuencia de la casi imposibilidad de que llegue a ser presidente habida cuenta la casi desintegración de Izquierda Unida).

La probabilidades de una nueva mayoría absoluta son casi nulas en base al nuevo reparto de la tarta que como oferta electoral tienen los electores tras la llegada de Podemos y la irresistible ascensión de Ciudadanos.

Estamos en puertas de una nueva política de pactos en la que nadie gobernará como ahora lo hace el PP –con mayoría absoluta– o anteriormente hiciera el PSOE. En lo sucesivo, el partido al que le corresponda la responsabilidad de gobernar no tendrá que enfrentarse a una oposición simbólica e inoperante sino a unos partidos activos que le vigilarán de cerca y de cuyo apoyo dependerán unas actuaciones gubernamentales que, presumiblemente, serán más beneficiosas para la ciudadanía que las que hasta ahora se han tomado en base a mayorías absolutas y un bipartidismo que, hoy por hoy, pertenece ya al pasado.


En cualquier caso, e independientemente de la capacidad de persuasión de los directores de campaña al presentar a sus candidatos como apetecibles y votables independientemente de cual sea su mensaje, no olvidemos que la última palabra siempre la tendrá la sensatez, la sabiduría y la capacidad de discernimiento de ese auténtico protagonista y sumo hacedor de cada jornada electoral, y por ende de la democracia, que es el votante.


Alberto Soler Montagud
Médico y escritor