martes, 30 de abril de 2013

VERGÜENZA DE SER VALENCIANO










Soy consciente de que este artículo levantará ampollas, pero me siento en la obligación de manifestar la vergüenza que sentí el pasado domingo tras ver el programa Salvados dedicado al accidente del metro de Valencia acaecido el 3 de julio de 2006. Vergüenza porque hayan tenido que pasar casi siete años hasta que alguien, con la habilidad y valentía de Jordi Évole, haya abordado con contundencia un tema que aun angustia a las familias de las víctimas de aquél gravísimo siniestro. 


Vergüenza y más vergüenza

Vergüenza de aquellos ciudadanos que pasan de largo y miran con indiferencia al puñado de manifestantes que, desde 2006, todos los días 3 de cada mes, se reúnen en la Plaza de la Virgen de Valencia, sin saber (o sin querer saber) que pertenecen a la  ‘Asociación Víctimas Metro 3 de Julio’ y que solo piden que se les escuche, se les aclare lo sucedido y, en suma, que se haga justicia. Y me indigna que Francisco Camps, jamás se dignara a recibirlos en un gesto tan poco cristiano como inadecuado para el presidente de una comunidad autónoma.

Vergüenza por el meninfotisme que caracteriza a los valencianos (localismo que podríamos traducir por “me importa un bledo todo lo que precise un esfuerzo, incluso pensar”) y nos ha convertido en una sociedad que no es capaz siquiera de utilizar con naturalidad su propia lengua.

Vergüenza de la idiosincrasia que ha hecho de los valencianos un pueblo manipulable que, en un gran porcentaje, ha interiorizado un impuesto rencor hacia los catalanes que en Catalunya no entienden ni sienten contra nosotros.

Vergüenza por la desidia que convierte a muchos valencianos en unos ignorantes de su historia; que no se valoran ni respetan; que aun no tienen claro si son País, Antiguo Reino, Comunidad Autónoma o una provincia o región; que no les importa que nuestro himno comience con un “Para ofrendar nuevas glorias a España…” en lugar de hacerlo con una declaración de principios de la propia identidad y no con la habitual y servil sumisión de quienes se sienten inferiores.

Vergüenza de que, durante siete largos años, los políticos valencianos de la oposición se hayan dado por vencidos ante la mayoría absoluta del PP y no hayan sido capaces de conseguir lo que Jordi Évole (para muchos una antítesis del periodismo y un paradigma del la noticia-denuncia espectáculo) logró en  tan sólo una hora de programa.


Unas ventanas mal selladas

Nunca hasta esta edición de Salvados había escuchado afirmar tan rotundamente que aquél siniestro pudo ser evitado. Me emocionaron los testimonios expuestos por quienes, hasta ahora, habían callado por miedo. Este fue el caso de un maquinista de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) que denunció un fallo en el sellado de las ventanas del convoy: "las ventanas saltaron y el tren se convirtió en una trituradora de personas; de haber estado bien selladas no habrían muerto tantos viajeros".


Una pantomima de comisión de investigación

Me indignó conocer (de primera mano, que rumores ya había oído) la pantomima de comisión de investigación que en su día liquidó en cuatro días el asunto del accidente (estas comisiones suelen ser exhaustivas y tardan meses en resolverse), impidiendo que comparecieran los expertos y los testigos que propuso la oposición.

Fue indignante –siempre según la investigación periodística dada a conocer en Salvados– que tanto los trabajadores de FGV citados a declarar (amenazados y amedrentados  según dijo uno de ellos) como los altos directivos de FGV, estuvieran ‘adoctrinados’ previamente por una empresa (pagada con dinero público) especializada en preparar testimonios y consignas, fabricar respuestas estándares a preguntas probables, confeccionar los mantras que había que repetir (“fue un accidente fortuito; la culpa fue del maquinista”) y enumerar una serie de palabra tabú que no podían utilizarse  (‘deficiencia’, tragedia’; ‘baliza’).

Un testimonio, en el programa, declaró que hubo varios y agotadores ensayos previos (“el que contestaba mal se llevaba una bronca impresionante”) y que se estableció un pacto para que nadie hablara de lo que allí dentro se trató.


Juan Cotino se retrató a si mismo

Me ha dolido profundamente comprobar lo crueles que pueden ser ciertos políticos por muy cristianos y de misa y comunión diaria que sean, cuando actúan cubiertos de una máscara que les hace parecer empáticos siendo que, en realidad, son insensibles al sufrimiento ajeno. Tal parece como si esos maestros del engaño emocional disfrutaran con el dolor del prójimo, como sucede con los psicópatas.

Terrorífica fue la imagen que una de las víctimas ofreció de Juan Cotino (supernumerario del Opus Dei, entonces de consejero de Agricultura y también organizador de la visita a Valencia de Benedicto XVI): "Cotino sabía que mi hijo había terminado ADE y se ofreció para darle trabajo en lo público o en lo privado. Me dio su número de móvil y luego me preguntó de qué modo pensaba actuar en la instrucción". Un testimonios que ponía en evidencia unas tácticas tan mafiosas como coercitivas.



De prisa, de prisa, que viene el Papa

Son muchos los que afirman que Juan Cotino quería que el accidente se olvidara antes de que llegara a Valencia el Santo Padre, y que se habrían llevado a cabo presuntas actuaciones ilegítimas para ocultar pruebas (el libro de averías del tren “desapareció” de la máquina, precintada por orden judicial) así como manipulaciones en la investigación del accidente.

Jordi Évole, abordó a Cotino en la calle y le hizo varias preguntas comprometidas que el actual presidente de las Cortes Valencianas se negó a contestar, exhibiendo una hipócrita sonrisa y repitiendo un falso e insolente “muchas gracias” cada vez que el periodista le mencionaba las ofertas de trabajo e indemnizaciones ‘inusualmente rápidas’ que al parecer se ofrecieron a los familiares de las víctimas a cambio de su silencio.


Mil preguntas sin respuestas


Cuando aun estoy indignado por el cínico silencio y la ortopédica y beatifica sonrisa de un Juan Cotino, relajado por la impunidad de quien se sabe intocable, me duele que casi nadie en España recordara  (hasta la emisión de Salvados) el trágico accidente del metro de Valencia. 

Me duele, igualmente, el triste contraste de que una tragedia como la de Madrid Arena –con cinco jóvenes fallecidas– esté y estará grabada durante décadas en el subconsciente colectivo de toda la ciudadanía mientras casi nadie recordaba que en 2006 hubo un descarrilamiento en el metro de Valencia – probablemente evitable– que fue el mas grave accidente ferroviario metropolitano de la historia en España, el tercero en Europa y el cuarto en el mundo

¿Por qué antes de emitirse Salvados casi nadie recordaba que aquél nefasto 3 de julio de 2006 hubo 43 muertos, 47 heridos graves y cero responsables?


¿Tal vez porque en 2006, los españoles flotábamos en una ficticia burbuja de opulencia? 

¿Tal vez porque nadie sospechaba que algún día estallaría la burbuja y, por una egoísta economía de esfuerzos, nadie eras propenso a rebelarse contra las injusticias?

¿Tal vez porque los gobernantes del PP valenciano querían transmitir una imagen en la que  no entraban desgracias, errores, negligencias ni partes de incidencias ferroviarias y sólo importaban fiestas, copas América, circuitos urbanos de Fórmula Uno, eventos como visitas papales, megaproyectos faraónicos o cualquier acontecimiento que generara beneficios a los amigos del alma de una trama Gürtel que ya estaba en su pleno apogeo?

¿Es posible que la actual sensibilización de la ciudadanía por las altas tasas de paro, las consecuencias de la crisis, el desencanto, la corrupción y el desprestigio que afecta a la clase política hayan conseguido que cinco muertos en el Madrid Arena tuvieran en 2012 más peso mediático que cuarenta y tres fallecidos en el metro de Valencia en 2006 cuando España iba tan bien?



Alberto Soler Montagud












martes, 23 de abril de 2013

MARHUENDA, LA VOZ DE SU AMO









He llegado al límite de lo tolerable y tal vez reviente si sigo guardando silencio. Por ello, voy a decir sin tapujos que siento aversión por cierto personaje llamado Francisco Marhuenda. Matizaré que tal desafecto nada tiene que ver con la vida privada de tan desabrido periodista (y a la vez tertuliano), sino sólo con el personaje que con ahínco interpreta cuando justifica las mentiras y las bribonadas y felonías cometidas por ciertos miembros del Partido Popular o los errores que dicho partido (como cualquier otro) comete.

Si hasta ahora me resultaba llevadera su presencia, ya no es así desde que Marhuenda pone tanto ahínco en su papel de paladín de Génova 13 que le ha convertido en un esperpento, un bufón de la derecha y, sobre todo, la voz de quien fuera su amo. Un amo a quien el periodista lisonjea con servilismo y a quien entroniza como si de un peluchón de andar por casa se tratara al que, metafóricamente, me lo imagino abrazado con arrobamiento en esos momentos íntimos en los que tan confortable resulta ir con chanclas viejas y un batín raído por el uso.

Señor Marhuenda, exaltado defensor de causas perdidas, ¿sabe usted que desde hace tiempo me intriga una cuestión relacionada con su persona? No obstante, prefiero dejarla para el final, pues puede más mi ansia catártica y necesito expresar la urticaria que me producen sus estrafalarios intentos por respaldar lo que no se sostiene, justificar lo injustificable y por negar unos errores del PP que hasta un ciego podría ver.


¿Por qué defiende usted a los populares con tanto ahínco?

Parece mentira que todo un director de un prestigioso diario (aunque a veces no tenga más 'razón' que la que consta en su cabecera) se muestre tan servil y sumiso al defender a un partido que, quien sabe si le compensará de algún modo por sus esfuerzos al ensalzarlos y tapar (como sinónimo de justificar) sus agujerillos tanto éticos como incluso contables.

Sin embargo, y aunque no lo crea, señor Marhuenda, me hace usted sufrir por la apocada y triste imagen que ofrece cuando ensalza por sistema a ese Rajoy al que adula y adora. Sufro cada vez que farfullea cuando, desde la lógica racional, sus contertulios le contradicen. Sufro con sus conatos de tartamudeo en las situaciones límite, cuando su cara se desencaja, le surge ese tic de negación y su cabeza dice varios “noes” a lo que aun no ha dicho su interlocutor.


¡Ay don Francisco! debería usted cuidarse. 

Le percibo cada vez más estresado en sus comparecencias televisivas, y eso no debe ser bueno. Si me lo permite, le recomiendo que, por motivos de salud, abandone las tertulias y deje de salir por la tele al menos una buena temporada, un año sabático quizás. Sería bueno señor Marhuenda y no sólo para usted; también para quienes seguimos los debates en los que participa y, aun más, para los presentadores y tertulianos con quienes comparte plató y que, solo por aguantar algunos de sus insostenibles argumento, se habrán ganado ya el cielo.


Es sólo curiosidad...

En fin señor Marhuenda, no le molesto mas. Interrumpo aquí mi arenga, no sin antes plantearle la cuestión que le anunciaba al principio. 
Se trata de lo siguiente: últimamente, tengo la impresión de que transpira usted mucho en los programas de televisión a los que acude. No sé si será por los focos, pero solo lo aprecio en su persona y no en otros tertulianos. 
Hasta en el pelo se le nota cuando se le rebela ese mechoncito flequillero que tan poco le favorece. 
Puede que sea un efecto (o defecto) de mi deslucida pantalla de plasma –que tiene ya sus años– pero a veces observo en su frente unos brillos más oleaginosos que acuosos; y siendo que el sudor es básicamente agua con unas cuantas toxinas y sales minerales diluidas,  me pregunto que será lo que usted transpira por la piel y le confiere cierta pringosidad aunque, insisto, a través de la tele, pues tal vez tenga usted en directo un look tan fresco, saludable y sexy como George Clooney. 

Le ruego que no vea en mi observación ningún afán por perturbar su estado de ánimo si mucho menos ofenderlo. Es solo curiosidad; puede que preocupación y, como he dicho, sólo una observación hecha  son acritud desde el lado más fisgón e inocente de mi humilde persona.

Nada mas, señor Marhuenda. Solo quiero pedirle que no se olvide usted de mi consejo y que se tome las cosas con más calma; e incluso ese año sabático que le he sugerido.

Con todos mis respetos.

Alberto Soler Montagud


martes, 16 de abril de 2013

¿ES SOSTENIBLE NUESTRO SISTEMA DE PENSIONES?









«Aviso a navegantes: 
nadie se salva solo»

(frase atribuida al sabio Perogrullo)

Exposición:

El jubilado que anda perdido en medio del lago 
intentó salvarse sólo. 
Pobre iluso.
Aunque parezca estar con medio cuerpo a buen recaudo, 
 hace ya tiempo que se hundió. 

Pero los ojos nos engañan,
 porque parece a salvo, 
pero es  solo una ficción.
Una ficción fotográfica.
Una congelación del pasado.
La foto se hizo poco antes 
de que el jubilado 
pereciera ahogado en el lago.

Moraleja: 
Luchemos en nuestro presente.  
Mantengámonos a flote, 
los unos ayudando a los otros.

Sólo si no claudicamos ante la opresión, 
un futuro apetecible será nuestro júbilo
y nuestra recompensa.




He releído un artículo que el pasado enero escribió mi admirado Antonio Miguel Carmona hablando de las jubilaciones. Confieso que entonces sólo lo ojeé, pero hoy que lo he masticado, engullido y digerido, me ha impactado una de las preguntas que se formulan al final del mismo: 

“¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones?”

La duda que lleva implícita tal cuestión me ha angustiado y preocupado, más por las inciertas pensiones que le corresponderán a quienes pertenecen a la generación de mi hijo que por la jubilación retribuida que, en teoría, me aguarda a la vuelta de una insegura esquina. 




¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones?

En su artículo, Carmona complicaba hábilmente el panorama de las futuras jubilaciones y con estrategia de viejo profesor, formulaba preguntas sin ofrecer respuestas: 
“¿Creceremos lo suficiente? ¿Generaremos bastante empleo?”, decía como si estuviera ante sus alumnos un día lectivo cualquiera.

Al intuir que por ahí debería andar la respuesta, me he aventurado a plantear que solo se será sostenible nuestro sistema de pensiones en la medida en que el crecimiento económico consigua reducir la brutal tasa de desempleo que sufrimos.


Crecimiento versus austeridad

Cuando la crisis comenzó a esparcir –como si de una plaga bíblica se tratara– todo el daño que era capaz de sembrar en el campo de nuestras esperanzas, muchos apostaron –yo entre ellos– por la política de crecimiento que recomendaban creíbles expertos y premios Nobel de economía en contraposición a las severas medidas de austeridad que dictaba el Fondo Monetario Internacional. Fue así como surgió el controvertido dilema ‘crecimiento versus austeridad’ como una porfía dicotómica, ya no solo en su resolución sino en los dos círculos viciosos que quedaban entrelazados: el económico y el político.


El FMI acabó reconociendo su error

Mire usted por donde, justo a principios del recién estrenado 2013, con arrojo y sin un ápice de vergüenza torera, el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, reconocía el ‘error’ que había cometido el organismo al que pertenece cuando recomendó que los gobiernos europeos aplicaran una política de recortes para combatir la crisis. Una lamentable ‘equivocación’ que tal ve no habría cometido un estudiante de primero economía habida cuenta de que, igual que dos más dos siempre son cuatro, cuantos más recortes se aplican, más recesión se producirá.


Llegado a este punto, cabría preguntarse si la recomendación de medidas de austeridad fue realmente un ‘error’ o tal vez una ‘estrategia’. En cualquier caso, prefiero no profundizar en ello ahora, pero sí que quisiera enfatizar en mi indignación porque alguien (en este caso el señor Blanchard) dijera “me he equivocado” con la impune tranquilidad de quien actúa a sabiendas de que no será castigado aunque yerre. ¿Y las consecuencias? ¿Quien es el responsable? ¿Quien resarcirá a los damnificados de tamaño error?





Enfatizo en ello porque, como excusa, me hace recordar los argumentos que esgrimieron en los juicios de Nüremberg ("sólo obedecía órdenes" "me equivoqué" "me vi forzado por las circunstancias") quienes exigían clemencia y compresión después de haber cometido actos atroces sin reparar en el daño que infligían y la responsabilidad que por ellos contraían.



El oráculo de Perogrullo




Perogrullo, maestro de la lógica simple



Cada vez que necesito respuestas sabias que me ayuden a resolver cuestiones complejas, consulto con mi amigo –imaginario, aunque casi real– Perogrullo (maestro de la 
’lógica simple’ como a él le gusta llamarse a si mismo según su doctrina). Hoy lo he invocado y hemos mantenido una breve, aunque fructífera convensación:

–Maestro Perogrullo, ¿Crees que serán sostenibles las pensiones de los jubilados españoles en el futuro?

–“Las pensiones solo serán sostenibles cuando mejore la relación entre la población laboral activa y la población pasiva”. Antes no. Antes nunca"

–¿Cómo podría mejorarse tal relación? –le he preguntado ansioso. Perogrullo, engolando la voz, ha sentenciado:

–“Si queréis de verdad crecer, tenéis que olvidaros de las restricciones y apostar por un verdadero crecimiento económico. Angela Merkel debe corregir el rumbo y acatar las propuestas de los economistas más sabios y sensatos. Tal vez así desista en su empeño de exigir más sacrificios a los damnificados países del sur de Europa”.

De inmediato, y poco antes de desvanecerse teatralmente ante mí, Perogrullo me ha mirado fijamente y ha formulado su última sentencia:

“No hay más puerta a 
la esperanza que la apuesta por el crecimiento”.





Alberto Soler Montagud

lunes, 8 de abril de 2013

URDANGARÍN ENSEÑARÁ EN QATAR A TOCAR LAS PELOTAS










Hoy me he desayunado con la noticia de que el aun duque de Palma, ha recibido una propuesta para ejercer como ayudante de su amigo Valero Rivera y hacer las funciones de segundo entrenador de la selección de balonmano de Qatar. Según parece, la respuesta de Urdangarín a la oferta laboral ha sido afirmativa y, no solo eso, también se lo habría notificadado al rey, tal vez siguiendo su costumbre de mantener a su suegro informado de todo lo que hace.

Iñaki Urdangarín, no contento con haber tocado las pelotas durante años en España, quiere hacerlo ahora en Qatar, un rico emirato del Golfo Pérsico (tercer país en reservas de gas del mundo) con cuyo emir y esposa mantienen una excelente relación la Familia Real española. Doy por supuesto que el lector avezado entenderá que “tocar las pelotas” es solo una alusión a palpar los balones que se emplean en el deporte del balonmano y que, muy a pesar del juego de palabras a que pueda dar lugar esta expresión, no es intención por mi parte entrar en tal divertimento.


Sin problemas por parte de la fiscalía
¿Pero como se va a ir el duque tan lejos si está imputado?, se preguntarán muchos. Pues sí señor, al parecer, el fiscal del caso Nóos, Pedro Horrach, (el mismo que ha exigido al juez Castro que le retire la imputación a la infanta) no ve inconveniente en que Urdangarín salga de España; de hecho ni siquiera le ha retirado el pasaporte al no apreciar riesgo de fuga.
Es decir, que en un país como es el nuestro, nos encontramos con que a un tal Francisco Correa se le envió a la cárcel con carácter preventivo por los graves cargos que se le imputaban (lo que fue una decisión correcta de acuerdo a ley), mientras que dos imputados por presuntos y graves delitos económicos como son Luis Bárcenas e Iñaki Urdangarín, están en la calle y sólo al primero se le ha retirado el pasaporte cuando la presión popular ha dado muestras de no aguantar más insolencias y chulerías procedentes de tan jactancioso personaje.

Tener un suegro rey es un chollo
Como si fuera una tomadura de pelo en contra de la ciudadanía, hace años, el Rey, tras instar a su yerno a dejar unos negocios presuntamente ilegales (cuando su obligación era denunciarlo en un juzgado en vez de encubrirlo) y buscarle un destierro de lujo como consejero de Telefónica en Washington, ahora que el caso Nóos ha salpicado a su retoña (y de rebote a la institución), surge una nueva ayuda para que el duque salga discretamente de escena. Esta vez con destino a Qatar (es tradicional la amistad y vinculación fraternal de la Monarquía Española con los países árabes) y con la excusa de contratar como segundo entrenador a quien –braguetazos aparte– no fue más que uno de los jugadores del equipo de balonmano (amén de su pertenencia como profesional al FC Barcelona) que consiguió una medalla de bronce para España en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. 

¿Por qué dejamos que se rían de nosotros de este modo?
Esto se sale de madre. Se está provocando demasiado al pueblo español cuando la situación es extremadadamente grave como para andarse con tonterías y lo prioritario sería salir de una crisis que obliga a millones de españoles a vivir por debajo del umbral de la pobreza.
La institución monárquica no puede permitirse ya más el lujo de ser tema recurrente en las tertulias más chabacanas de la prensa del cuore
El horno no está para bollos y ciertos gestos y actitudes que antes podían ser hasta graciosos en la Familia Real, hoy desquician a casi todos.
Quienes no se sienten monárquicos, aguantan cada vez peor vivir en un país con una monarquía parlamentaria en la que al rey ya no le sirve de coartada su campechanería de antaño. Los errores y los patinazos de Juan Carlos son tan notorios como evidentes han sido sus escarceos con cargo al contribuyente que por fin han salido a la luz pública sin autocensura por parte de la prensa. 
Al monarca ya no le está permitido vivir de rentas en base a su valiente papel aquella noche del 23-F de 1981; un papel, por cierto, que aun cuestionan muchos y que solo la historia esclarecerá en el futuro.

No es momento para plantear el dilema: monarquía versus república
Sin embargo, desde la mayor sensatez que soy capaz de acopiar en mis reflexiones, proclamo que tampoco sería ahora buen momento –como algunos pretenden– para plantear un tránsito de la monarquía a una república. 
Por muy republicano que me sienta –y me siento–, considero que  plantear este debate en la coyuntura actual sería un suicidio social que empeoraría aun más la situación cuando vivimos necesitados de soluciones, y nada mejor que estas se cimenten sobre las estructuras que sustentan la actual democracia. O dicho de otro modo, tal vez no sea este un momento de ruptura sino mas bien de reformismo.
Y sin duda, una de las primeras reformas debería afectar a una Constitución que nos fue útil durante el tránsito del franquismo a la democracia, pero que ha quedado obsoleta, vieja en muchos aspectos y que debería ser revisada –de una vez por todas y sin miedo– en cada uno de ellos.

Ni la madre que la parió
En 1982, cuando los socialistas llegaron al Gobierno, Alfonso Guerra pronunció una frase que a muchos hizo gracia y que ahora puede cobrar un nuevo sentido, muy distinto al que entonces se le imprimió: "a España no la va a conocer ni la madre que la parió".
Veamos por qué:

Si las prebendas medievales de inmunidad (e impunidad) de ese señor intocable llamado Juan Carlos no desaparecen; 
Si el trato recibido por la infanta Cristina (socia de Noós en un cincuenta por ciento) no es el mismo que el que está recibiendo la esposa del Diego Torres y su imputación se paraliza; 
Si a Urdangarín no se le retira el pasaporte de inmediato y se le mete en prisión preventiva tanto a él como a Bárcenas; 
Si no hay un gesto rotudo de honestidad por parte de los partidos de gobierno y oposición que parecen encubrirse para tapar y silenciar cada cual las vergüenzas del otro; 
Si todo esto no sucede tal y como los españoles demandan y exigen por ética y por decencia, las consecuencias podrían ser tan dramáticas que, efectivamente, tal vez la España que quedara de todo esto no la conozca ni la madre que la parió.


Alberto Soler Montagud