lunes, 23 de marzo de 2015

Ha muerto Moncho Alpuente








Hace un par de días mientras leía en prensa tu artículo de la sección “Cabeza de ratón”–que nunca me pierdo– no tenía ni idea de que era tu última columna de opinión, dedicada en esa ocasión a denunciar a la oligarquía rica europea en su asfixia programada contra los pobres griegos, pobres de solemnidad en tantos aspectos, y a ese chocolate del loro que es la deuda helena para Alemania y sus socios .

Querido Moncho, me encantó como te mostraste sarcástico, cruel e inteligente, una vez más, en tu póstumo artículo que acertadamente titulaste “La peineta griega”. Que gusto me dio leer cómo supiste lanzar un puñetazo directo al altanero orgullo de los poderosos, justo donde más les duele. Extraigo un fragmento: “...es una provocación intolerable, proteger a los parados, pagarles la luz a los insolventes y subir el salario mínimo mientras los acreedores sufren tremendas penalidades pensando que nunca van a cobrar lo que les deben porque los griegos derrochadores e irresponsables se van a gastar lo que no es suyo en los pobres ¿habrase visto tamaña ofensa?”.

Sábado 21 de marzo de 2015; quien te lo iba a decir –y quien nos lo iba a decir– que mientras disfrutabas de unos días de asueto con tu mujer en Canarias, un puñetero infarto te arrebataría la vida de cuajo a la injusta edad (siempre es injusta la edad que el destino depara para la muerte de cada cual salvo contadas excepciones) de 65 años. Nos has dejado consternados conforme nos íbamos enterando de que habías subido por última vez a tu Seiscientos –¡adelante hombre del 600!– y hacer tuya la carretera nacional más larga, esa que conduce a la eternidad donde pervivirás en la memoria de quienes siempre te recordaremos a través de tu legado.

Aquellos que por edad comparten generación con nosotros entenderán lo que nos tocó vivir en nuestra personal lucha contra el franquismo y sus últimos, pero no por ello menos duros, coletazos. Aunque poco al poco, las libertades hcieran innecesarias las triquiñuelas con que tocaba sortear a las censuras de la dictadura en la lucha y compromiso con esas libertades que soñábamos hacer nuestras, tú has mantenido hasta el final esa inteligente sorna a la que has permanecido fiel incluso cuando ya hace años que no hace falta recurrir a la ironía, la socarronería, el retintín o la doble intención para engañar a los censores.

Música ("Desde Santurce a Bilbao blues band”…); Radio (“Sopa de ondas”, “Calles de Babilonia”…); TV (“Popgrama”…); Teatro (“Castañuela 70”, “Castañuela 90”, “Federico”…), Periodismo en prensa escrita así como un montón de libros publicados en tu faceta de escritor.

Ese es tu legado.

Descansa en paz Moncho, aunque mi deseo sería que nos hubieras regalado unos decenios más de guerra.




Alberto Soler Montagud
Médico y escritor