martes, 26 de febrero de 2013

LA SEÑORA COSPEDAL SE INSPIRA EN GROUCHO MARX






VIDEO



María Dolores de Cospedal, jurista española, abogada del Estado, Presidenta de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha y Secretaria General del partido Popular, marcó el lunes 25 de febrero de 2013 un antes y un después en la historia del derecho laboral español al introducir una nueva figura –presuntamente legal– para rescindir contratos entre empresas y trabajadores. Se trata de la "indemnización en diferido" también conocida como “finiquito simulado”.

Llama  la atención que la señora de Cospedal, al dar a conocer esta figura jurídica, farfullara en vez de hablar, y lo hiciera con una inseguridad dubitativa que contrastaba con su habitual y prepotente altivez. No hay mas que ver el video que lo demuestra.

Sin duda fue una apreciación personal pero, por su modo de utilizar un lenguaje con giros y ambages vacilantes,  la número dos del PP me hizo recordar  la escena de una película de 1935  que, quien sabe si tal vez estaba aflorando desde el subconsciente de la secretaria de los populares como un intento desesperado por explicar algo para lo que no tenía argumentos veraces ni creíbles.

La película en cuestión es “Una noche en la ópera” y la escena, aquella en la que dos remedos de abogado (Groucho y Chico) redactan un contrato con una alogia surrealista tal que en la primera cláusula se escucha la siguiente frase, para regocijo de los espectadores: 


“La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”


Evidentemente, se trata de una frase genial que ha pasado a la historia del cine como una muestra de que un absurdo circunloquio (recomiendo ver la escena completa del film) puede alcanzar cotas de humor inteligente si ha sido escrito por un guionista como James Kevin McGuinness e interpretado por dos actores de la talla de Groucho y Chico Marx.

Sin embargo, cuando el ejercicio retórico de la perífrasis es utilizado como hizo la señora de Cospedal en su intento de explicar como los servicios jurídicos de su partido habrían finiquitado la vinculación laboral con el que fuera su tesorero, Luís Bárcenas,  pueden surgir frases como la que sigue:


"Se pactó una indemnización en diferido en forma efectivamente de simulación, en partes de lo que antes era una retribución, que tenía que tener la retención a la Seguridad Social".


Podemos ver como, lo que en unos es una muestra de cuan genial puede ser el absurdo, en la alocución de la acorralada señora Cospedal solo hubo una sarta de incoherencias proferidas para salir de un atolladero y –lo que es peor– meterse en otro peor al reconocer que el PP había recurrido a la “simulación” de una relación laboral con el señor Bárcenas.

Señora Cospedal, ¿cómo se le pudo ocurrir tamaña barbaridad? 

Sin duda la Secretaria General de los populares no tuvo en cuenta que la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social considera como una infracción muy grave “incrementar indebidamente la base de cotización del trabajador de forma que provoque un aumento en las prestaciones que procedan, así como la simulación de la contratación laboral para la obtención de prestaciones”.

Si estuviéramos en un país donde la democracia no fuera entendida por muchos  tan torticera e interesadamente como a veces sucede, las declaraciones que hizo la señora de Cospedal informando de la "indemnización en diferido" o el “finiquito simulado”, habrían hecho que a la mañana siguiente, una Inspección de Trabajo abriera un expediente para investigar si se inclumplió la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social en su artículo 23.1, apartado b.

Presiento sin embargo que no ocurrirá nada ni habrá repercusiones aunque, presuntamente, las ilegalidades cometidas sean muchas y aparentemente graves. 

¿Alguien se apuesta algo a que aquí no va a pasar nada?



Alberto Soler Montagud

viernes, 22 de febrero de 2013

TONI CANTÓ, Y CANTÓ MUY MAL POR CIERTO





Los animales no tienen derecho a la libertad ni a la vida




De alto riesgo habría que considerar el patinazo que dio el diputado valenciano de UPyD Toni Cantó cuando, en el Congreso de los Diputados, proclamó que los animales “no tienen derecho a la vida ni a la libertad”, una frase polémica que armó gran revuelo en las redes sociales y que, desafortunadamente, no fue una locución aislada sino una más de las perlas de hemeroteca proferidas en aquella intervención que, por méritos propios, entra por la puerta grande en la antología de desatinos proferidos por políticos españoles.



Patinazo de un político novato

Ahora que han transcurridos unos días y se han enfriados los ánimos, he visto y oído con calma la intervención parlamentaria del actor y político, y he tenido la impresión de que Toni Cantó se daba cuenta de su desacertada intervención conforme avanzaba en la exposición de la misma y que, en vez de enmendarla como habría sido lo prudente, optó poner a prueba sus dotes de orador e intentó salir airoso del atolladero con una huida hacia adelante para la que no estaba preparado ni disponía de argumentos. Así fue como, conforme el político novato hablaba, se fue metiendo en un callejón sin salida donde quedó atrapado, empecinado como estaba en no retroceder.








Los animales no tienen derechos

Cantó fue tan atrevido que recurrió a argumentos filosóficos y hasta citó a Fernando Savater como un referente que, presuntamente, legitimaba su manifiesto de que "los animales no tienen derechos, y por tanto tampoco obligaciones".
Algo mejoró la situación cuando el diputado reconoció que los animales eran capaces sufrir y afirmó que "la capacidad de sentir sufrimiento o dolor establece una continuidad entre animales racionales e irracionales". Sin embargo, todo se complicó de nuevo cuando el político embistió y sorprendió al respetable diciendo que “al carecer del libre albedrío y de la capacidad de decisión, no podemos considerar a los animales sujetos éticos capaces de discernir entre el bien y el mal”. 
Ahí es nada! 




Podemos juzgar el corazón de un hombre 
según trata a los animales 
(Immanuel Kant)



Filosofía 'cantoniana' 

De pronto, la filosofía cantoniana (de Cantó) chocó frontalmente con la kantiana (de Kant)  –"Podemos juzgar el corazón de un hombre según trata a los animales" dijo Immanuel Kant–  y con la de aquellos filósofos (o no) que además de respetar los derechos de los animales, defienden los de los seres humanos que “carecen del libre albedrío y capacidad de decisión” –como sucede con ciertos discapacitados psíquicos– o de quienes se mueven por impulsos y, aparentemente, son incapaces de “discernir entre el bien y el mal” como sucede en las etapas precoces de la infancia.
Hubo también frases pretendidamente ingeniosas en las que Cantó hizo juegos de palabras ("Todo contrato implica igualdad entre las partes, con los animales no puede haber contrato, solo trato, aunque todos esperamos que ese trato sea cada vez mejor"), así como otras que las que, explícita y alegremente, negó los derechos de los animales ("El maltrato a los animales no es un atentado ético, no viola ninguna obligación moral para con ellos" "Los animales no tienen derecho a la libertad ni a la vida, ni los toros, ni las vacas, ni los corderos") sin que estuvieran respaldadas en modo alguno por una argumentación ética y filosófica, cuya ausencia las hizo pasar por improvisadas y gratuitas aseveraciones.


Que falta de oratoria la de los políticos

Sin embargo, dejo constancia de que no es mi intención criminalizar al diputado Toni Cantó por lo que dijo (como se ha hecho desde muchos medios), ni tampoco justificarlo aunque estime que lo suyo no fue mas que el patinazo de un político inexperto y no una declaración razonada y argumentada de sus principios éticos con los que el señor Cantó contempla los derechos de los animales.
Y si hago estas matizaciones, es porque  al escribir este artículo solo quiero denunciar el bajo nivel formativo que exhiben nuestros políticos así como la lamentable dialéctica que campa a sus anchas en el Congreso de los Diputados, un lugar que debería ser el Sancta Santorum de la oratoria y que se asemeja más a un patio vecinal donde los argumentos obedecen a consignas y a intereses creados más que a la razón. Un lugar donde la lealtad a los partidos políticos se antepone a los intereses de la ciudadanía. Y eso, a todas luces es intolerable.


Colofón: que fácil es ser político en España

Ser político en España es una tarea fácil, tal vez demasiado fácil. 
No se exige ninguna preparación previa más que estar en una lista y superar el exámen que supone obtener los votos necesarios para acceder a un escaño o puesto público. 

De este modo, sucede que el oficio de político se aprende desde el ruedo al que a veces se lanza un espontáneo para ocupar un cargo público en el que adquirirá experiencia a base de aciertos, pero también de errores que acabarán pagando los administrados. Y hay algo en esto que no me convence.

Entiendo que este colofón no guarde para muchos relación alguna con el tema expuesto al principio del artículo. Probablemente lleven razón.
Pero lo sucedido con el señor Cantó me ha hecho recordar cuan necesitados andamos en este santo país de políticos profesionales, políticos con clase y  oficio, políticos con ese saber estar y saber decir que, en otros tiempos, hizo de las  cámaras y de los parlamentos unas cajas de resonancia donde la oratoria y la elocuencia permitían que insignes estadistas expusieran sus opiniones, ya no solo de un modo claro, atractivo y comprensible (lo que hoy no hace nadie) sino tanbién respetuoso con la opinión de los contrarios y con bases sólidas que fundamenten sus argumentos. 

Pero, claro, esos eran otros tiempos y estos, los nuestros, otros tiempos. Y también otros políticos.


Alberto Soler Montagud

martes, 19 de febrero de 2013

RATZINGER NO HA ABDICADO NI HA DIMITIDO




Cara y cruz de la renuncia de Ratzinger




El Papa Ratzinger no ha abdicado (como podría hacer Juan Carlos I), ni ha dimitido (como algunos quisieran que hiciera Mariano Rajoy. Simplemente ha ‘renunciado’ a seguir en su cargo sin que nadie tenga que darle el visto bueno por ello, aceptar su decisión ni tampoco cuestionarla. Esto es posible en base al canon 332. 2 del Código de Derecho Canónico, algo a lo que los pontífices no nos tienen acostumbrados (el último Papa que renunció fue Gregorio XII, a principios del siglo XV) por su propensión a seguir en sus puestos aun en unas condiciones físicas y mentales deplorables.



El Papa se despide en una lengua muerta

Hace pocos días, mientras Benedicto XVI pronunciaba un discurso sobre la canonización del 800 mártires, dejó de hablar del tema y dijo de pronto que se sentía cansado, que soportaba una presión muy fuerte y que iba a renunciar. Lo dijo hablando en latín, esa lengua muerta que pervive en los ritos católicos, que es la lengua oficial en el Estado de la Ciudad del Vaticano y la misma que utiliza el Pontífice cuando habla urbi et orbi (una contradicción por cierto, pues urbi et orbi es sinónimo de ‘para que todos se enteren’).
Solo la corresponsal Giovanna Chirri, una de las periodistas que cubrían el discurso papal y que domina el latín a la perfecciónn, entendió lo que acabada de decir el Santo Padre (“el latín de Benedicto XVI es muy fácil de entender”, declararía Giovanna más tarde) y corrió emocionada (“cuando di la noticia, me puse a llorar”) para divulgar la primicia a través de su agencia.


Desde mi laicismo

Compruebo que, paradójicamente, en vez de ser consecuente con el laicismo que profeso y hacer caso omiso a la dimisión papal no confiriéndole mayor significación de la que merece, me encuentro ya en el tercer párrafo de un artículo que promete ser monográfico, y al preguntarme el por qué de mi proceder, he concluido que al Papa de Roma (y a la Iglesia católica en general) se les concede en los medios un tratamiento informativo superior al de cualquier otro líder religioso, secta o creencia por una serie de motivos que intentaré resumir:

1.    El catolicismo lo profesan más de mil millones de fieles esparcidos por los cinco continentes.

2.   El catolicismo ha propagado, con gran habilidad, la creencia de que el Papa es el vicario de Cristo en la tierra y que tal condición le hace acreedor de un especial trato protocolario por parte de la diplomacia internacional. Así, independientemente de que Dios exista o no, al sucesor de Pedro se le trata con rango de Vicario de Cristo, como si el mismo Dios lo hubiera designado  para ocupar en la Tierra, de modo indefinido, el puesto que dejo su Hijo vacante al ascender a los Cielos.

3.   El catolicismo, a través de su jerarquía, ha sido muy  sagaz al saber convertir en Estado a la Ciudad del Vaticano y hacer del Papa el Jefe de Estado del país más pequeño del mundo, y por ende, que en el organigrama protocolario internacional ocupe un eslabón infinitamente superior al de cualquier líder religioso al uso.

4.   El catolicismo proclama la infalibilidad del Sumo Pontífice cuando habla ex cathedra y la imposibilidad de que el papa se equivoque cuando dogmatiza en cuestiones de fe y de moral. Esta circunstancia no pasaría de ser una anécdota irrelevante (por oponerse a la lógica racional) de no ser porque ciertos grupos sociopolíticos ultraconservadores, desde sus respectivos foros y partidos políticos, incitan a que los obispos intervengan con descaro en temas que sociopolíticamente deberían serles ajenos y quedar relegados a los púlpitos. Son  temas tan delicados como el aborto, el matrimonio y adopción entre parejas homosexuales, el control de la natalidad, la reproducción asistida, la eutanasia y tantos otros en los que los voceros de las Conferencias Episcopales y sus acólitos confunden ética y moral y consideran solo como verdadero lo contenido en el dogma católico.

5.   Ya por último, el catolicismo siempre se ha valido de unas depuradas técnicas de proselitismo y de marketing que a lo largo de la historia ha permitido que su credo y dogma se haya impuesto por doquier –incluso por las armas– y la presencia de la Iglesia católica haya sido constante a diestra y siniestra de quienes siempre han ostentado las riquezas y el poder en lo económico y social.


¿Renuncia voluntaria o impuesta?

Estas son las razones y los motivos que me han hecho claudicar y rendirme ante la evidencia de tener que escribir sobre Ratzinger, sobre su renuncia y  cuestionar la credibilidad de las razones aducidas para que haya dado tan insólito paso.

Como soy lego en teología y poco dado al cotilleo –aunque sea difícil resistirse a él cuando de intrigas vaticanas se trata, siempre tan jugosas sobre todo para un escritor– , me limitaré a recordar que no hace mucho, el Papa Ratzinger visitó y perdonó en la cárcel a su mayordomo Paolo Gabriele, allí confinado por filtrar documentos secretos que vinculaban al Vaticano con temas de blanqueo de dinero, explotación laboral, fraude económico y otros mucho más embarazosos, espinosos e impropios de quienes dicen ser hombres de Dios por guardar relación incluso con perversiones inconfesables contra el sexto mandamiento.

Son muchos quienes relacionan este Wikileaks vaticano  con la dimisión papal muy pocas semanas después de que se desatara el escándalo y, bien pensado, no sería descabellado que tal relación existiera sobre todo cuando se han argumentado unas razones poco creíbles  para la renuncia del Papa (vejez, falta de fuerzas) que nunca han sido óbice en la gerontocracia que ha mantenido en la Silla de San Pedro a muchos Papas con síntomas seniles más propios de un paciente geriátrico con criterios de ingreso en una institución para dependientes que de un líder lúcido y carismático en activo.


¿Qué pasará después de Ratzinger ?

Comparado con el del polaco Wojtyła, el papado de Ratzinger ha sido más bien breve aunque de tendencia continuista con su antecesor. Se da la coincidencia de que ambos papas nacieron en países centroeuropeos, sus pasados estuvieran ligados (aunque más por contemporaneidad que por afinidad) con el nazismo y que el segundo ha seguido la línea conservadora iniciada por el primero.

Además, tanto Juan Pablo II, como Benedicto XVI han sido siempre contrarios contrarios a las aspiraciones de cambio de los católicos aperturistas que en los años sesenta lucharon por una Iglesia abierta y no anclada al pasado.

Habida cuenta de estas circunstancias y a la vista del carpetazo que ambos papas dieron carpetazo a la modernización que presagiaban el Concilio Vaticano II, y la desautorización de los movimientos afines a la Teología de la Liberación (¿quién la recuerda?) en contraste con la simpatía de Wojtyła y Ratzinger  por grupos fundamentalistas como los Neocatecúmenos (Kikos), el Opus Dei o los Legionarios, todo hace temer que ningún cambio se producirá cuando el lugar de Ratzinger lo ocupe quien el Espíritu Santo, presuntamente, decida tras una encarnizada lucha de Poder.

Poder terrenal por supuesto.


Cambios necesarios

La Iglesia católica necesita un cambio rotundo que acabe con su política autocrática medieval; su opacidad en las formas y en el fondo; su discriminación y sexista que margina a las mujeres; su hipócrita postura ante el sexo y el celibato; su reprobable justificación y encubrimiento de las debilidades (que los laicos llamamos ‘delitos’) de quienes, al amparo de una sotana, cometen “crímenes” sexuales contra niños; las riquezas acumuladas por los hombres de Dios y la tradicional y milenaria complicidad de la jerarquía eclesial católica con políticos, empresarios y banqueros.


Por un Estado laico

Sin embargo, como es probable que quien suceda al actual Papa sea otro fundamentalista que simule hacer ‘grandes cambios’ para que todo siga como hace siglos, me siento en la necesidad de reivindicar el laicismo que no se plantea en nuestro país por miedos inconfesados e inconfesables de los gobernantes, que se plasman en  prebendas que la Iglesia católica recibe y que no se dan en ningún otro país, ni siquiera en la católica Italia.

Por ello, es necesario que avancemos con valentía y decisión hacia un Estado laico y que, desde el Parlamento, se revisen los improcedentes acuerdos con la Santa Sede de 1979, que en tantos aspectos vulneran los principios democráticos.



Alberto Soler Montagud







jueves, 14 de febrero de 2013

SANIDAD PÚBLICA ¿UN DERECHO COLECTIVO O UN NEGOCIO PRIVATIVO ?






El pasado día 7 del mes en curso, Javier Rey del Castillo, experto en sanidad, ex alto cargo en gobiernos anteriores y actual Secretario de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida del Ministerio de Sanidad, dio en Valencia una conferencia bajo el epígrafe de “El futuro del sistema sanitario público y privado” en la que consideró “crítica y precaria” la situación nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), un sistema que fue creado para garantizar la igualdad en el acceso a la atención sanitaria por parte de cualquier ciudadano y en cualquier lugar del territorio español, y que se ha convertido en "un árbol de ramas dispersas y sin límites establecidos” en el que se permite que cada comunidad autónoma haga lo que quiera, incluso en lo referente a la "gestión público-privada", motivo por el que se impone una revisión de las bases de este sistema para garantizar el cumplimiento de los objetivos de accesibilidad, universalidad y gratuidad que justificaron su creación y no deberían ser puestos en cuestión bajo ningún concepto.

Habría que unificar los criterios sanitarios de las diferentes autonomías
Según Javier Rey, cada autonomía “campa por sus respetos, incluso en temas financieros" y va a su aire con criterios tan dispares que   acabará siendo imposible  “ser atendido en condiciones similares en cualquier parte del territorio español" al haberse “troceado el sistema de bienestar” y creado diferentes niveles de prestación en las distintas autonomías. Esta realidad, traducida en una confluencia de posturas, está ocasionando una anarquía en la que cada cual actúa según le place y hace necesaria la unificación y coordinación de las diferentes regiones autonómicas, al menos en materia sanitaria.
El alto cargo en sanidad consideró absurdo que “una comunidad autónoma funcione con unos criterios de priorización y otra con otros, cuando deberían ser homogéneos para todo el Estado”, motivo por el que propugnó la urgencia de un cambio en las bases y el funcionamiento del SNS así como modificar la Ley General de Sanidad”.


No a una descentralización mal planteada del SNS
Rey aseguró que la descentralización "ha sido un terrible error", y  no porque defendiera una ideología centralista sino por la nefasta ausencia de criterios uniformes para todo el país que hace que se multipliquen los gastos, dificulta el acceso a la información sanitaria (por parte de gestores y profesionales de la sanidad) y a la atención sanitaria por los usuarios, mermándose de este modo tanto la eficacia como la eficiencia del SNS.

Para Javier Rey, el proceso de descentralización de la sanidad en las comunidades autónomas se ha convertido en un “gran embrollo” y adolece de graves fallos estructurales al no haberse hecho, por ejemplo, como en Canadá, donde se diseñaron los instrumentos adecuados y se crearon las condiciones básicas para llevar a cabo la descentralización “garantizando una atención sanitaria libre de cargas y uniforme para todos”.

Financiación de la Sanidad
Respecto a la financiación, el conferenciante se mostró en contra de una sanidad público-privada tal y como los neoliberales propugnan, por considerar que “un modelo de estas características podría cuestionar los objetivos básicos de la sanidad".



Rey propugnó un sistema de financiación distinto al actual que fuera también homologable para todas las autonomías. Se mostró especialmente crítico con el modelo de concesión administrativa del Hospital de la Ribera de Alzira (luego extendido a otros cuatro hospitales de la red pública valenciana) y censuró que se defienda la gestión privada sin disponerse de las pertinentes evaluaciones, sin aportar estudios que avalen la bondad del modelo privado y actuando con una opacidad contraria a las mínimas reglas de un sistema democrático.

No al modelo público-privado de financiación
Asegurar que el coste diario de estancia hospitalaria es mucho más caro en el sistema público que en el privado sin aportar datos ni hacer evaluaciones induce a sospechar un interés por beneficiar a quienes reciben las concesiones.


En este sentido, el conferenciante consideró “llamativo” que en el hospital de Alzira, la concesión se haya otorgado, por dos veces, al grupo ‘Ribera Salud’ y que Alberto de Rosa, hermano del ex consejero de justicia de la Generalitat Fernando de Rosa, fuera Director Gerente del Hospital de la Ribera y actualmente sea el Director general y máximo responsable del operador sanitario ‘Ribera Salud’. Tal parece como si el paso de lo público a lo privado  del Alberto de Rosa no requiriera más esfuerzos que el que supone entrar en un puerta giratoria para salir de ella en el momento y en la dirección que más convenga.
Ante este detalle, Javier Rey reclama la urgente necesidad de crear "instrumentos de control homogéneos en todas las comunidades" para evitar fusiones de intereses públicos y privados como la descrita en el ‘modelo Alzira’.

Sostenibilidad y Sanidad
En ocasiones anteriores, Javier Rey ya había matizado que, dado el sesgo economicista del concepto “sostenibilidad”, no compartía el enfoque de priorizarla como problema, ni tampoco solucionarla en el ámbito sanitario mediante la participación privada en su gestión ya que conllevaría consecuencias de desprotección, y “la protección sanitaria no puede desaparecer en una sociedad desarrollada”.




Más que la sostenibilidad, lo que habría que cuestionar es el modo en que puede extenderse más y mejor la sanidad en unas condiciones igualitarias para toda la población y como expresión de un derecho irrenunciable. Eso implicaría no sólo considerarla como una cuestión económica sino, fundamentalmente, de  organización y de concepción general del sistema.  

Colofón: "La sanidad es un bien público"
La sanidad pública debe considerarse como “un bien público para la sociedad”. Las razones que abonan este postulado tienen que ver con la reducción de las desigualdades a las que pueden dar lugar los servicios sanitarios en cualquier sociedad democrática, una desigualdad a la que, según Javier Rey, se tiende como consecuencia de la globalización y de los criterios economicistas y que explicaría por qué los servicios sanitarios se están reduciendo y también cuestionando.
La solución nunca debe ser una privatización impuesta como norma, sobre todo cuando esta obedece a razones estrictamente ideológicas al auspicio de postulados neoliberales y cuando el modelo público-privado ha demostrado ser un fracaso en países que así lo han reconocido como Inglaterra donde, de nuevo, se defiende y se tiende a un modelo de sanidad pública. 



Alberto Soler Montagud