Los animales no tienen derecho a la libertad ni a la vida
De alto riesgo habría que considerar el patinazo que dio el diputado valenciano de UPyD Toni Cantó cuando, en el Congreso de los Diputados, proclamó que los animales “no tienen derecho a la vida ni a la libertad”, una frase polémica que armó gran revuelo en las redes sociales y que, desafortunadamente, no fue una locución aislada sino una más de las perlas de hemeroteca proferidas en aquella intervención que, por méritos propios, entra por la puerta grande en la antología de desatinos proferidos por políticos españoles.
Patinazo de un político novato
Ahora que han transcurridos unos días y se han enfriados los ánimos, he visto y oído con calma la intervención parlamentaria del actor y político, y he tenido la impresión de que Toni Cantó se daba cuenta de su desacertada intervención conforme avanzaba en la exposición de la misma y que, en vez de enmendarla como habría sido lo prudente, optó poner a prueba sus dotes de orador e intentó salir airoso del atolladero con una huida hacia adelante para la que no estaba preparado ni disponía de argumentos. Así fue como, conforme el político novato hablaba, se fue metiendo en un callejón sin salida donde quedó atrapado, empecinado como estaba en no retroceder.
Ahora que han transcurridos unos días y se han enfriados los ánimos, he visto y oído con calma la intervención parlamentaria del actor y político, y he tenido la impresión de que Toni Cantó se daba cuenta de su desacertada intervención conforme avanzaba en la exposición de la misma y que, en vez de enmendarla como habría sido lo prudente, optó poner a prueba sus dotes de orador e intentó salir airoso del atolladero con una huida hacia adelante para la que no estaba preparado ni disponía de argumentos. Así fue como, conforme el político novato hablaba, se fue metiendo en un callejón sin salida donde quedó atrapado, empecinado como estaba en no retroceder.
Los animales no tienen derechos
Cantó fue tan atrevido que recurrió a argumentos
filosóficos y hasta citó a Fernando Savater como un referente que,
presuntamente, legitimaba su manifiesto de que "los
animales no tienen derechos, y por tanto tampoco obligaciones".
Algo mejoró la situación cuando el diputado
reconoció que los animales eran capaces sufrir y afirmó que "la capacidad de sentir sufrimiento o dolor
establece una continuidad entre animales racionales e irracionales". Sin
embargo, todo se complicó de nuevo cuando el político embistió y sorprendió al
respetable diciendo que “al carecer del libre albedrío y de la capacidad
de decisión, no podemos considerar a los animales sujetos éticos capaces de
discernir entre el bien y el mal”.
Filosofía 'cantoniana'
De pronto, la filosofía cantoniana (de Cantó) chocó
frontalmente con la kantiana (de Kant) –"Podemos juzgar el
corazón de un hombre según trata a los animales" dijo Immanuel Kant– y
con la de aquellos filósofos (o no) que además de respetar los derechos de los
animales, defienden los de los seres humanos que “carecen del libre albedrío y
capacidad de decisión” –como sucede con ciertos discapacitados psíquicos– o de
quienes se mueven por impulsos y, aparentemente, son incapaces de “discernir
entre el bien y el mal” como sucede en las etapas precoces de la infancia.
Hubo también frases pretendidamente ingeniosas en
las que Cantó hizo juegos de palabras ("Todo
contrato implica igualdad entre las partes, con los animales no puede haber
contrato, solo trato, aunque todos esperamos que ese trato sea cada vez
mejor"), así como otras que las que, explícita y alegremente, negó los
derechos de los animales ("El maltrato a los animales no es un
atentado ético, no viola ninguna obligación moral para con ellos"
"Los animales no tienen derecho a la libertad ni a la vida, ni los toros,
ni las vacas, ni los corderos") sin que estuvieran respaldadas en modo
alguno por una argumentación ética y filosófica, cuya ausencia las hizo pasar
por improvisadas y gratuitas aseveraciones.
Que falta de oratoria la de los políticos
Sin embargo, dejo constancia de que no es mi
intención criminalizar al diputado Toni Cantó por lo que dijo (como se ha hecho desde
muchos medios), ni tampoco justificarlo aunque estime que lo suyo no fue mas
que el patinazo de un político inexperto y no una declaración razonada y argumentada
de sus principios éticos con los que el señor Cantó contempla los derechos de
los animales.
Y si hago estas matizaciones, es porque al
escribir este artículo solo quiero denunciar el bajo nivel formativo que
exhiben nuestros políticos así como la lamentable dialéctica que campa a sus
anchas en el Congreso de los Diputados, un lugar que debería ser el Sancta
Santorum de la oratoria y que se asemeja más a un patio vecinal donde los
argumentos obedecen a consignas y a intereses creados más que a la razón. Un
lugar donde la lealtad a los partidos políticos se antepone a los intereses de
la ciudadanía. Y eso, a todas luces es intolerable.
Colofón: que fácil es ser político en España
Ser político en España es una tarea fácil, tal vez
demasiado fácil.
No se exige ninguna preparación previa más que
estar en una lista y superar el exámen que supone obtener los votos necesarios
para acceder a un escaño o puesto público.
De este modo, sucede que el oficio de político se
aprende desde el ruedo al que a veces se lanza un espontáneo para ocupar un
cargo público en el que adquirirá experiencia a base de aciertos, pero también
de errores que acabarán pagando los administrados. Y hay algo en esto que
no me convence.
Entiendo que este colofón no guarde para muchos
relación alguna con el tema expuesto al principio del artículo. Probablemente
lleven razón.
Pero lo sucedido con el señor Cantó me ha hecho
recordar cuan necesitados andamos en este santo país de políticos
profesionales, políticos con clase y oficio, políticos con ese saber
estar y saber decir que, en otros tiempos, hizo de las cámaras y de los
parlamentos unas cajas de resonancia donde la oratoria y la elocuencia permitían
que insignes estadistas expusieran sus opiniones, ya no solo de un modo
claro, atractivo y comprensible (lo que hoy no hace nadie) sino tanbién
respetuoso con la opinión de los contrarios y con bases sólidas que fundamenten
sus argumentos.
Pero, claro, esos eran otros tiempos y estos, los
nuestros, otros tiempos. Y también otros políticos.
Alberto Soler Montagud
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