sábado, 25 de junio de 2016

¿ESTÁN LOS PSIQUIATRAS TAN LOCOS COMO COMO SUS PACIENTES?


¿ SON LOS PSIQUIATRAS UNOS TIPOS RAROS?

¿Están los psiquiatras y los psicoterapeutas tan locos como algunos creen?


¿Tienen los psiquiatras y los psicoterapeutas más riesgo de padecer enfermedades mentales?




Hay personas que muestran por la psiquiatría menos consideración y respeto que el que manifiestan por el resto de las especialidades médicas. Con actitud reprobatoria, culpabilizan a los psiquiatras de psiquiatrizar a la sociedad, poner etiquetas diagnósticas a casi todo y abusar de los psicofármacos en el tratamiento de los trastornos mentales, algo que resulta injusto generalizar como una práctica común a todos los profesionales médicos de la salud mental.

Gran parte de culpa de este contexto de prejuicios la tienen los movimientos más extremistas de la antipsiquiatría —y también de la contrapsicología— así como el estigma social que desde siempre ha recaído sobre el enfermar de la mente, una lacra que repercute en los profesionales que tratan estas patologías.
Como resultado, la figura del psiquiatra se suele contemplar con recelo y es a veces objeto de chistes y comentarios pretendidamente graciosos, tanto que es habitual llamarles loqueros a nivel popular, quien sabe si como una vía de escape del subconsciente para compensar el miedo a la locura, una constante en la historia de la humanidad que casi siempre ha considerado a los trastornos mentales como un descrédito vergonzante que es mejor mantener oculto.

Como prueba de la aversión popular a los trastornos mentales, no hay mas que comprobar que, así como a casi nadie le molesta decir que es hipertenso o que toma pastillas para la presión arterial, pocos reconocen con naturalidad que padecen un trastorno mental o bien que toman psicofármacos.

El objetivo de este escrito es reflexionar sobre la creencia vulgarmente difundida de que los psiquiatras —o los psicoterapeutas— son unos individuos mental y emocionalmente perturbadas, una especie de “tipos raros” que suelen estar “tan locos o más que sus pacientes”.

A título personal, siempre he sopesado la probabilidad de que un porcentaje elevado de profesionales de la salud mental hayan sufrido en el pasado algún episodio de dificultades psicológicas que influyeran —consciente o inconscientemente— en la futura elección de su profesión.

Tras una búsqueda bibliográfica al respecto, me encontré con un estudio de la APA (American Psychiatric Association) que llegaba a la conclusión de que “los médicos con trastornos afectivos tienden a seleccionar la psiquiatría como especialidad”.


[. . .]


Para leer completo el artículo
podéis acceder a su contenido íntegro mediante este enlace al blog donde lo he publicado.

martes, 14 de junio de 2016

EL VOTO VISCERAL Y LOS INDECISOS DECIDIRÁN EL 26-J






Lejos quedan los tiempos cuando se votaba como un deber y con alegría, algo que el 26-J brillará por su ausencia por culpa de la cansina campaña electoral que los ciudadanos venimos sufriendo desde diciembre y el desencanto que predispone a votar más “contra” que “a favor”, siendo que la elección del voto estará muy condicionada por el miedo que unos fomentan, el revanchismo que otros promueven o bien la rabia que ha animado a muchos a migrar de partido.

De las cuatro formaciones aspirantes a gobernar, es el PP quien menos incertidumbre siente ante el futuro, por contar con un cupo de votos fijos independientemente de la corrupción y sea quien sea quien designe el partido como cabeza de lista. Al menos, eso reflejan las encuestas que confieren al PP la pírrica satisfacción de ser el partido más votado, sin que la insufrible pasividad del pasmado Mariano Rajoy repercuta en los votos de los incondicionales.





Por su parte, la socialdemocracia representada por el PSOE —la misma que Podemos quiere usurpar en su fluctuante y engañosa indefinición ideológica— parte como la formación más damnificada del pelotón de salida al haber obtenido en diciembre sólo cinco millones y medio de votos que ponen la cosas muy difíciles para Pedro Sánchez y convierten en una apetecible quimera los siete millones que en 2011 obtuvo Rubalcaba, y que entonces se contemplaron como un fracaso.

En lo que respecta a Podemos, Pablo Iglesias ha sido maquiavélico al afianzarse —siempre según las encuestas— como la segunda fuerza política, a expensas de los votos prestados de Izquierda Unida y los trasvasados desde el PSOE, más por los errores de los socialistas que por méritos propios. Hay algo en Podemos que recuerda a lo que, en los albores de la democracia, sucedió con el PSP de Tierno Galván, aunque con ciertas diferencias. Así, el Partido Socialista Popular y Podemos coincidirían en que ambos partieron de un proyecto teórico nacido en la Universidad y sin antecedentes de un contacto con la realidad política al carecer de experiencia de gobierno. Sin embargo, y como diferencias, destaca que el partido de Tierno se definió como marxista desde sus inicios,  y también la sensatez del viejo profesor que le impulsó a asociarse con el PSOE, mientras que Pablo Iglesias —más codicioso— no sólo oculta su leninismo —sin negarlo— sino que finge tender la mano a los socialistas para luego —presuntamente— absorberlos como ha hecho con Izquierda Unida.

Y ya por último queda Ciudadanos, un pulcro y ambiguo comodín que, llegado el momento, podría apoyar tanto al PSOE como al PP, algo que Albert Rivera no se molesta en ocultar.

En esta coyuntura, todo apunta a que serán los indecisos quienes decidan la gobernabilidad el 26-J, pues según un informe publicado por El Electoral, el 9 de junio, más de 9 millones de personas aún no habían decidido su voto, y entre ellos, el 33 % dudaba entre votar al PSOE o a otro partido, lo que equivale a decir que el PSOE sería el partido con más votantes potenciales entre los indecisos. Tras él, un 25,1 % de indecisos podrían votar a Ciudadanos, un 21,9 % al PP y un 20 % a Unidos Podemos y las confluencias.

Es decir, nada estará decidido hasta la madrugada de la noche electoral cuando, según Iñaki Gabilondo, Pedro Sánchez se vea forzado a elegir entre suicidarse apoyando a Podemos o al PP, pronóstico agorero que, de entrada, parece una declaración de intenciones.



Alberto Soler Montagud
Médico y escritor








RÉPLICA A PETER GØTZSCHE Y SU FURIBUNDO ATAQUE A LA PSIQUIATRÍA


"Según el Dr. Peter Gøtzsche: la industria farmacéutica es una organización de crimen organizado"





“Mis estudios en esta área —dice Peter Gøtzsche— me llevan a una conclusión muy incómoda: Nuestros ciudadanos estarían mucho mejor si dejaran todas las drogas psicotrópicas que existen en el mercado ya que sus los médicos no son capaces de manejarlos. Es inevitable, su disponibilidad crea más daño que beneficio”.

(Peter Gøtzsche )


Peter Gøtzsche es un médico internista que publicó un primer libro contra la industria farmacéutica, 'Medicamentos que matan', y acaba de publicar ahora otro contra la psiquiatría y los psiquiatras, 'Psicofármacos que matan y denegación organizada'.Peter Gøtzsche no tiene formación ni experiencia psiquiátrica asistencial y cuando un psiquiatra con experiencia oye lo que dice o escribe este autor, tiene una sensación que yo supongo que tiene que ser parecida a la que tiene un padre o una madre cuando un sacerdote les dice cómo educar a los hijos o cómo vivir la sexualidad; la sensación de que no sabe de lo que habla, vamos.






Gøtzsche tiene una ideología y busca los datos que le convienen para servir a esa ideología, en un claro ejemplo de lo que se llama 'sesgo de confirmación', es decir, de coger los estudios o datos que coinciden con su planteamiento ideológico mientras se rechazan o ignoran los que no concuerdan. He criticado anteriormente su falta de rigor, que se demuestra claramente en la diferente forma en que trata a los psicofármacos y a la psicoterapia.

Los datos que tenemos indican actualmente que la psicoterapia no es más eficaz que los antidepresivos, que existe un sesgo de afiliación, es decir, que los terapeutas favorecen en los estudios a la terapia que ellos practican, y que el sesgo de publicación (es decir que cuando en los estudios no sale lo que queremos, los guardamos en un cajón) es similar en estudios de psicoterapias al que existe en estudios de antidepresivos.

El mismo Gøtzsche reconoce en este nuevo libro que todas las psicoterapias funcionan igual, incluidas las que realizan estudiantes sin ninguna formación en Psicología. A pesar de eso, como es partidario de la psicoterapias, rechaza los antidepresivos y perdona a las psicoterapias todas sus carencias. Para una crítica más extensa ver esta entrada. Aquí voy a argumentar que, además de poco riguroso, Gøtzsche es incoherente.

En la entrevista que ha publicado ConsumoClaro, defiende el tratamiento de las psicosis con benzodiacepinas: "Todos los pacientes, hasta el momento, me han dicho que preferirían una benzodiazepina. Y les comprendo, ya que las benzodiazepinas no son tan tóxicas y peligrosas como antipsicóticos". Sin embargo, voy a transcribir a continuación lo que el propio Gøtzsche dice de las benzodiacepinas en su libro 'Medicamentos que matan' (pag.315):

"En la década de los sesenta los médicos creían que las benzodiacepinas eran inofensivas, por eso las recetaban para prácticamente cualquier dolencia. En el punto álgido de su uso, las ventas eran equivalentes a que el 10% de la población danesa las tomara, algo extraordinario debido a que sus efectos desaparecen al cabo de unas semanas porque se genera dependencia al fármaco y porque son altamente adictivas y provocan un gran número de daños.

Los ensayos son sesgados, pero lo que nos permiten observar es que si se toman como somníferos -cuando aún tienen efecto, es decir, antes de que generen tolerancia- se produce un aumento del tiempo del sueño de quince minutos en los ancianos que padecen insomnio pero a la vez se multiplican por cinco los pacientes que presentan accidentes cerebrales, por tres los problemas psicomotrices y por cuatro los casos de fatiga durante el día.

Los pacientes que toman estos fármacos tienen también un riesgo elevado de sufrir caídas y accidentes de tráfico; un estudio descubrió, además, que las benzodiacepinas hacen aumentar asimismo el riesgo de demencia en cerca de un 50%."

Bueno, celebro que ahora esté dispuesto a que los psicóticos tomen un veneno como las benzodiacepinas, que parece que no lo era tanto; tal vez en el próximo libro nos diga que los antipsicóticos no son tan malos... Pero lo que ya es una afirmación esperpéntica es esto: "Sé de psiquiatras eminentes en varios países que nunca han usado un antipsicótico para tratar una psicosis. Solo han aplicado la psicoterapia, la empatía y el amor.”

Por supuesto, hay psicosis que pueden remitir espontáneamente o que responden a psicoterapia, benzodiacepinas o simplemente a placebo, pero también hay psicosis que se cronifican y no responden a ningún tratamiento de los conocidos hasta la fecha. Y en medio de estos dos extremos hay una mayoría en los que es imposible evitar el uso de antipsicóticos, especialmente en las fases agudas de descompensación.

Cuando Gøtzsche publique en alguna revista científica un estudio en el que demuestre cómo cura las psicosis graves con amor y empatía, deberemos hacerle caso. No antes.
Es un tema abierto y discutible cuánto tiempo usarlos, pero nadie que trate psicosis graves puede dejar de reconocer que no hay alternativa a los antipsicóticos en muchas fases de la enfermedad. Decir que las psicosis graves se curan con empatía y amor es un insulto no ya a los psiquiatras -que según el estereotipo somos todos idiotas o malvados, o ambas cosas- sino a la ciencia, a la inteligencia, a la historia, a los pacientes y a sus familias.

Puedo dar fe de que a la mayoría de los pacientes que he tratado a lo largo de mi carrera no es precisamente amor lo que les ha faltado y sigo siendo testigo del sufrimiento de sus familias. Pero el problema de Gøtzsche es que no cree en el fondo que exista la enfermedad mental grave, un trastorno de la mente que el paciente no puede controlar, que genera un gran sufrimiento y que justifica el empleo de medicamentos que tienen efectos secundarios, sin duda, y que ojalá fueran mejores de lo que son, pero que son la mejor alternativa disponible.

Personalmente no entiendo que Peter Gøtzsche sea un gurú para mucha gente y reciba el bombo y platillo que se le está dando. Escribir libros es muy fácil, pero otra cosa muy distinta es atender a los pacientes y sus familias. Cuando Gøtzsche publique en alguna revista científica un estudio en el que demuestre cómo cura las psicosis graves con amor y empatía, deberemos hacerle caso. No antes.


Via 
No Gracias
Organización civil independiente por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica.
Independent civil organization for transparency, integrity and equity in health policy, health care and biomedical research