lunes, 18 de mayo de 2015

Guía para desencantados con el bipartidismo y escépticos ante los partidos emergentes









El escepticismo es un sentimiento normal en tiempos turbulentos, y éstos que atravesamos lo son. Cuando se ha perdido la confianza en los grandes partidos que han marcado la pauta durante casi cuarenta años de democracia (tantos como los que duró el franquismo) es comprensible que muchos desencantados depositen su ilusión por el cambio en los partidos emergentes, unas formaciones políticas que, hipotéticamente, acabarán con el bipartidismo aunque quizás sólo lo modulen con una suerte de entendimiento multipartito que, confiemos, en nada se parezca a lo que estas semanas se vive en la comunidad andaluza.

Al contemplar el actual panorama político me resulta curioso que en un extremo del espectro, Podemos reniegue del radicalismo de izquierdas y se presente como una socialdemocracia de corte nórdico mientras que Ciudadanos se esfuerza por negar su derechismo cuando los hechos son: que el primero se nutre de los desencantados del PSOE y de ex-votantes de Izquierda Unida mientras que el segundo crece con los votos que ha captado del PP y del centrismo de UPyD.

Hartos ya de que se nos mienta, es difícil convencernos a quienes peinamos canas –y también a muchos nacidos después de 1978– con propuestas falaces y programas que cada partido elabora con estrategias basadas en la captación de votos como única meta. Todas las formaciones aseguran poseer la exclusiva de verdad, un sincero y único interés de mejorar a los desfavorecidos y la capacidad de aportar soluciones que nunca hasta ahora se habían aplicado (incluso aquellos que han tenido la posibilidad de hacerlo mientras gobiernan o cuando gobernaron).

Personalmente, desconfío tanto de Podemos como de Ciudadanos (sus promesas me parecen demasiado gratuitas y halagüeñas para los desesperados oídos de quienes sufren los estragos de la crisis y contemplan impávidos la corrupción que nos ha convertido en el hazmerreír de Europa), aunque tal vez desconfíe menos de esos partidos emergentes que de las formaciones que ya han gobernado con descarado incumplimiento de sus promesas electorales. Me duele reconocerlo pero, hoy por hoy, soy incapaz de ver algo más en las promesas de cualquier partido político que no sean las mentiras del mañana. Desencanto creo que se llama lo que siento.

No obstante, y a pesar de mi escepticismo, que nadie infiera una intención abstencionista por mi parte. El próximo domingo 24-M votaré, y lo haré por quienes estime que tienen más probabilidades de satisfacer mis expectativas para que la sociedad española sea más justa e igualitaria; votaré por quienes considere que están más en contacto con el mundo real y por quienes menos parezcan instalados en las mentiras electoralistas planificadas; votaré por quienes actúen con una ética más contraria a la corrupción y más próxima a la integridad y a la honradez.

Lamentablemente, a tan sólo siete días de las elecciones municipales y autonómicas, no tengo decidido mi voto pero sí que estoy seguro de lo que no quiero. Estoy cansado de que se me mienta y manipule, y voy a ejercer el poder que me otorga la democracia a través de un voto que, presiento, será más intuitivo que basado en la certidumbre. Por todo ello, no votaré a quien más me ilusione –ningún partido lo ha conseguido– sino a quien menos probabilidades estime que tiene de mentirme según mi apreciación subjetiva.


Confío que estas reflexiones sean útiles para quienes, como yo, se sienten desencantados con el bipartidismo y, al mismo tiempo, son escépticos con los partidos emergentes. Y sobre todo espero haber incentivado a votar a quienes pudieran dejarse seducir por la sombra de la abstención.


Alberto Soler Montagud
Médico y escritor

lunes, 11 de mayo de 2015

Pedro Sánchez y su polémico aplauso a un joven con Down





https://www.youtube.com/watch?v=Po4tpT_FYDs



En el programa ‘La Sexta Noche’, intervino el pasado sábado el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en un espacio de participación ciudadana (‘La calle opina’) donde el público puede hacer preguntas a un político invitado, espacio que en semanas anteriores, contó con la presencia de Alberto Garzón, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Rosa Díez.

En un momento del programa, el presentador dio paso a Andrés Garcia, un burgalés de treinta años  con síndrome de Down, miembro de la asociación de afectados de esta enfermedad en la provincia de Burgos, quien denunció que todavía en algunos colegios, de los considerados ordinarios, no se admiten alumnos con una enfermedad como la suya. El joven pidió a Pedro Sánchez que se pronunciara y dijera que medidas tomaría para resolver esta situación si llegara a gobernar. Andrés, que leyó su intervención, se expresó con cierta dificultad aunque no más que la de cualquier otra persona no acostumbrada a hablar en directo en un programa televisivo de gran audiencia.

El número uno del PSOE, en lugar de ir al grano y responder directamente a la cuestión, pidió un aplauso al público «por lo bien que has hecho la pregunta», un gesto de condescendencia nada normalizador y totalmente impropio de alguien que aspira a ser presidente del país. Si el secretario socialista hubiera pedido un aplauso para cada uno de los participantes que le formularon preguntas otro gallo habría cantado, pero como esto no sucedió, el resultado fue un patinazo torpe y humillante aunque, sin duda, no malintencionado.

Pedro Sánchez debería saber (y si no lo sabe que no pida aplausos cuando no procede) que quienes presentan el síndrome de Down suelen utilizan recursos de lenguaje gestual y fónico para compensar su déficit expresivo y en muchas ocasiones necesitan ayuda logopédica durante la infancia para corregir ciertos trastornos de una voz que tiende a ser nasalizada. Pero esto no es más que una singularidad inherente a su síndrome como también lo es que su lengua sea más gruesa y de un tamaño proporcionalmente mayor al de la cavidad bucal, lo que condiciona unos movimientos linguales más lentos que repercuten en el timbre de la voz.

Andrés intervino de nuevo para declararse aficionado al baloncesto y preguntó a Sánchez cual era su deporte favorito, cuestión a la que el político respondió que también el baloncesto para, acto seguido, invitar al muchacho a jugar un partido con él la próxima semana incurriendo en una discriminación positiva que dejó en evidencia la poca soltura de Pedro Sánchez para actuar naturalidad ante un individuo con una diversidad funcional como el síndrome de Down (y no discapacidad como lo consideró Sánchez)

El secretario general del PSOE corrigió su segundo desliz y al día siguiente anunció que jugaría el lunes 11 de mayo este una pachanga de baloncesto con Andrés García y otros miembros de la Asociación Síndrome de Down de Burgos aprovechando que la caravana de campaña electoral del PSOE pasaría ese día por su ciudad.


Ya como colofón plantearé una duda y le daré un consejo al líder socialista.

¿Habría pedido Pedro Sánchez un aplauso para alguien que cojeara sólo por «haber llegado tan bien y tan rápido» hasta el lugar donde se encontraba el microfóno.

Y ahora el consejo: Sea usted más cuidadoso señor Sánchez, y séalo no sólo al pedir aplausos sino también al utilizar el término discapacidad en lugar del de diversidad funcional, pues el primero implica una deficiencia y no una alternativa a la pretendida normalidad que reivindican ciertos colectivos.



Alberto Soler Montagud
Médico y escritor