jueves, 13 de enero de 2011

La absolución de Carlos Fabra





El pasado 29 julio escribí para El Plural un artículo en el que desaprobaba que los abogados de Carlos Fabra basaran la defensa de su cliente en la prescripción de los presuntos delitos que se le imputaban (tráfico de influencias, cohecho continuado y fraude fiscal) y no en demostrar su inocencia. Transcurridos cinco meses, la Audiencia Provincial de Castellón ha decidido archivar las causas de cuatro de los cinco delitos fiscales por los que estaba imputado con lo que, esta vez sin necesidad de poseer décimo alguno, a Fabra le toca de nuevo el Gordo.

Euforia en el PP
Esteban González Pons consideró la decisión de la Audiencia castellonense como “una buena noticia para la presunción de inocencia que se ve representada y consagrada en la figura de Carlos Fabra”.

Por su parte, Ricardo Costa dijo que “siempre hemos defendido la presunción de inocencia y es una satisfacción que los tribunales le hayan dado la razón al PP y a la justicia”.
Más lejos fue el coordinador general del PPCV, Alberto Fabra, al afirmar que “la justicia ha hablado y ha dicho que Carlos Fabra es inocente” y exigir que los socialistas pidan ahora “perdón a Fabra”.

Sólo prescribe lo que ha existido
Ante tal derroche de euforia podría parecer que Fabra hubiese limpiado su imagen, despejado las dudas que ensombrecen su honorabilidad y probado al fin su inocencia cuando lo cierto es que solo ha recurrido a una argucia que le libra de rendir cuentas ante la ley muy a pesar de que la prescripción de sus [presuntos] delitos no haga más que ratificar que éstos existieron.

Inocente y casi mártir
Un día después de que se archivaran las causas, Carlos Fabra compareció ante los medios y exhibió el auto que le exoneraba como el trofeo de quien ha sufrido una persecución política y judicial que "ha estado muy por encima de lo que puede soportar una persona" tal y como él mismo declaró.

La cohorte de incondicionales que le acompañaron en la rueda de prensa le ovacionó en varias ocasiones mientras Fabra consideraba "probada" su inocencia al asegurar que "ha quedado claro que no existían esos presuntos delitos que se me imputaban"

Fabra se mofa de jueces y fiscales
Según Fabra, el carpetazo de la Audiencia demuestra su inocencia y confirma su "total absolución", “y si esto ha sido posible es porque tanto el juez como el fiscal no han hecho bien sus deberes y han dejado pasar el tiempo [permitiendo que los delitos prescribieran]”.
Resulta indignante que un alto dignatario que representa a la ciudadanía se jacte en su mofa, juegue con la justicia y "confunda" la prescripción de un delito con la inexistencia del mismo poniendo en tela de juicio las normas éticas que tendrían que regular la permanencia o no en el poder de determinados políticos en determinadas circunstancias.

¿Es Fabra un hombre honrado?
A cualquier ciudadano que muestre algo de interés por conocer la verdad sobre la culpabilidad o la inocencia de Carlos Fabra no lo quedará más remedio que conformarse con lo que le dicten las apariencias a pesar de que no debería conceptuarse a nadie solo por su imagen (por muy sugestiva que ésta sea y por muy tentador que resulte hacerlo), su inusual suerte con la lotería, su facilidad para amasar fortunas o su habilidad para acceder y mantenerse en el poder. Tampoco nadie tendría que ser señalado por la frecuencia con que visite los juzgados, porque se le atribuyan varios [presuntos] delitos o porque milite en un partido donde la honorabilidad de sus líderes sea cuestionada con demasiada frecuencia.

Sin embargo, y a pesar de que “estar imputado” no equivalga a “ser un delincuente”, la pregunta que encabeza este apartado es una realidad que desde hace años va de boca en boca a la espera de una respuesta clara y contundente.

La imputación como modus vivendi
Estar imputado es una situación que tendría que infundir más respeto a algunos habituales de los juzgados que trivializan sus imputaciones y las contemplan como algo normal que ni les preocupa ni les interfiere en lo cotidiano.
Quienes así piensan deberían considerar que a una imputación se llega por circunstancias que van más allá del capricho de un fiscal o las paranoias invocadas por algunos [presuntos] delincuentes.

Presunción de inocencia versus dimisión y/o suspensión cautelar
Los que reiteran que “estar imputado no significa nada” son unos perfectos irresponsables como también aquellos dirigentes políticos a quienes no parece importar que altos dignatarios de su partido estén imputados por graves delitos y los mantengan en sus puestos invocando a la presunción de inocencia no como un derecho, que lo es, sino como la coartada que maquilla su ineptitud y falta de autoridad para resolver situaciones delicadas.
Éticamente, la presunción de inocencia tendría que ir de la mano de algunas medidas tan saludables como la dimisión digna o la suspensión cautelar de funciones siempre que quede en entredicho la honorabilidad y se cuestione la permanencia en su cargo de un representante de la ciudadanía.

Un especial toque de gracia
Hay cierto algo en la forma de actuar y hasta en la singular y oscura estética de Carlos Fabra, que roza el paradigma de lo impropio de alguien de quien se espera que sea honrado y modélico. Sin embargo se le aprecia tambien un “toque” especial que curiosamente comparte con ese compañero de imputaciones y sufrimientos llamado Francisco Camps.

Ambos políticos, a pesar ser denostados por un amplio sector y de estar en el centro de la diana donde sus oponentes –y hasta algunos correligionarios- les lanzan dardos envenenados, son dos triunfadores natos y reincidentes a quienes las polémicas y las sospechas les dan alas para escalar puestos en un escalafón donde las reglas parece ir en sentido inverso a la lógica y en detrimento de los valores éticos tradicionales.

Colofón
En una situación de crisis como la que vivimos (tanto de valores como puramente económica) y en la que el desencanto le gana terreno a la ilusión mientras la confianza en la clase política cae en picado, resulta curioso que dos personajes como Fabra y Camps (hay muchos más, que nadie lo dude) salgan airosos de vituperios y enjuiciamientos y triunfen en las urnas al amparo de un sistema que les afianza cada vez con más fuerza en la cúspide del poder. Si alguien lo entiende sería de agradecer que intentara explicarlo en este foro.