He llegado al límite de lo
tolerable y tal vez reviente si sigo guardando silencio. Por ello, voy a decir sin tapujos que siento aversión por cierto personaje llamado Francisco
Marhuenda. Matizaré que tal desafecto nada tiene que ver con la vida privada de tan desabrido periodista (y a la vez tertuliano),
sino sólo con el personaje que con ahínco interpreta cuando justifica las
mentiras y las bribonadas y felonías cometidas por ciertos miembros
del Partido Popular o los errores que dicho partido (como cualquier otro) comete.
Si hasta ahora me resultaba llevadera su presencia, ya no es así desde que Marhuenda pone tanto ahínco en
su papel de paladín de Génova 13 que le ha convertido en un esperpento, un bufón de la derecha y, sobre todo, la voz de quien fuera su amo. Un amo a quien
el periodista lisonjea con servilismo y a quien entroniza como si de un peluchón
de andar por casa se tratara al que, metafóricamente, me lo imagino abrazado con arrobamiento en esos
momentos íntimos en los que tan confortable resulta ir con chanclas viejas y un
batín raído por el uso.
Señor Marhuenda, exaltado defensor
de causas perdidas, ¿sabe usted que desde hace tiempo me intriga una cuestión relacionada con su persona? No obstante, prefiero dejarla para el final, pues puede
más mi ansia catártica y necesito expresar la urticaria que me producen sus estrafalarios
intentos por respaldar lo que no
se sostiene, justificar lo injustificable y por negar unos errores del PP que hasta
un ciego podría ver.
¿Por qué defiende usted a los populares con tanto ahínco?
Parece mentira que todo un director
de un prestigioso diario (aunque a veces no tenga más 'razón' que la que consta en su cabecera)
se muestre tan servil y sumiso al defender a un partido que,
quien sabe si le compensará de algún modo por sus esfuerzos al ensalzarlos y tapar (como sinónimo de justificar) sus
agujerillos tanto éticos como incluso contables.
Sin embargo, y aunque no lo crea, señor
Marhuenda, me hace usted sufrir por la apocada y triste imagen que ofrece cuando
ensalza por sistema a ese Rajoy al que adula y adora. Sufro
cada vez que farfullea cuando, desde la lógica racional, sus contertulios le contradicen.
Sufro con sus conatos de tartamudeo en las situaciones límite, cuando su cara se
desencaja, le surge ese tic de negación y su cabeza dice varios “noes” a lo
que aun no ha dicho su interlocutor.
¡Ay don Francisco! debería usted cuidarse.
Le percibo cada vez más estresado en sus comparecencias televisivas, y
eso no debe ser bueno. Si me lo permite, le recomiendo que, por motivos de salud, abandone las tertulias y deje de salir por la tele al menos una
buena temporada, un año sabático quizás. Sería bueno señor Marhuenda y no sólo para usted; también para
quienes seguimos los debates en los que participa y, aun más, para los presentadores y tertulianos
con quienes comparte plató y que, solo por aguantar algunos de sus
insostenibles argumento, se habrán ganado ya el cielo.
Es sólo curiosidad...
En fin señor Marhuenda, no le
molesto mas. Interrumpo aquí mi arenga, no sin antes plantearle la cuestión que
le anunciaba al principio.
Se trata de lo siguiente: últimamente, tengo la impresión de que transpira usted mucho en los
programas de televisión a los que acude. No sé si será por los focos, pero solo lo aprecio en su persona y no en otros tertulianos.
Hasta en el pelo se le
nota cuando se le rebela ese mechoncito flequillero que tan poco le favorece.
Puede que sea un efecto (o defecto) de mi deslucida pantalla de plasma –que tiene ya sus años– pero a veces
observo en su frente unos brillos más oleaginosos que acuosos; y siendo que el
sudor es básicamente agua con unas cuantas toxinas y sales minerales diluidas, me pregunto que será lo que usted transpira por la piel y le confiere cierta pringosidad aunque, insisto, a través de la tele, pues tal vez tenga usted en directo un look tan fresco, saludable y sexy como George Clooney.
Le ruego que no vea en mi observación ningún afán por perturbar su estado de ánimo si mucho menos ofenderlo. Es solo curiosidad; puede que preocupación y, como he dicho, sólo una observación hecha son acritud desde el lado más fisgón e inocente
de mi humilde persona.
Nada mas, señor Marhuenda. Solo quiero pedirle que no se
olvide usted de mi consejo y que se tome las cosas con más calma; e incluso ese año sabático que le he sugerido.
Con todos mis respetos.
Alberto Soler Montagud
Pues vaya peso que me quita usted de encima. Pensaba yo que era el único que no soportaba a este señor en las tertulias y que en algunas ocasiones llegó a producirme náuseas.
ResponderEliminarLe agradezco enormemente que me haya quitado esta sensación de bicho raro que me hacía pensar en algunas ocasiones si estaría yo enfermo. Después de un tal Villa que en nombre de la COPE aparecía por las tertulias, éste sería el siguiente que, al desaparecer, devolvería a mi espíritu la paz y el sosiego que tanto necesito.
Solamente con desaparecer de la sexta ya me daría yo por satisfecho porque si aparece por tele 5 o por RTVE con cambiar de canal tengo suficiente pero es que la sexta me tiene atado.
Gracias por su escrito, señor Soler.
Indagando en la biografía del nefasto personaje, leo que Marhuenda es profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, una de las 6 Universidades Públicas de Madrid. ¡Coño, otro liberal que tiene sueldo público! (Ruego me sea disculpado el exabrupto)
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