Invertir más en atención primaria reduciría la saturación de las
urgencias hospitalarias y las listas de espera de los especialistas.
En mis más de treinta años de
experiencia como médico en atención primaria he adquirido, empíricamente, los
conocimientos de gestión sanitaria necesarios (sin haberme dedicado a esta
parcela ni haber tenido vocación para hacerlo, aunque sí alguna propuesta
rechazada por mi parte) para elaborar unas convicciones surgidas en el día a
día de contacto con los pacientes, tanto en atención continuada como en
atención de urgencias. Una de ellas es la certidumbre de que cada euro que se invierte en recursos
humanos e infraestructura de atención primaria, redunda en un beneficio que
repercute –entre otros muchos– en la desmasificación de las listas de espera de
los especialistas y en la descongestión de las urgencias hospitalarias, con el
consiguiente beneficio para la calidad asistencial y la reducción en el gasto
sanitario.
A pesar de que los modelos
sanitarios sean distintos, es constatable que los problemas que afectan a la
medicina familiar y comunitaria son muy similares en todos los países de
nuestro entorno; del mismo modo coinciden los motivos que hacen acudir a
los pacientes de la Europa comunitaria a los centros de salud.
Aunque las respuestas de cada
sistema sanitario varíen según la medicina esté socializada (como en España y
el Reino Unido), o sea más libre como en Francia y Alemania, por regla general,
se constata también que las quejas de los usuarios y de los profesionales son
las mismas.
En España se produjo un
considerable cambio en la atención primaria con la reforma llevada a cabo a
finales de los años ochenta y principios de los noventa (progresivamente y
variando en el tiempo según distintas comunidades autónomas) consistente en la
transición desde el modelo tradicional de los ambulatorios y los consultorios
rurales (por lo general, la casa del médico) vigentes desde el franquismo, a
los modernos Centros de Salud actualmente vigentes. Sin embargo, y pese a la
clara mejoría que supuso aquél cambio de modelo, los problemas asistenciales en
atención primaria se han ido acentuando, sobre todo durante la última década,
plasmándose a través de indicadores como la masificación de los centros de
salud, la demora en conseguir cita y la consiguiente saturación de los
servicios de urgencias de atención primaria a los que se acude por patologías
banales que deberían haberse resuelto por el médico de cabecera ese mismo día.
Otro de los problemas que
afectan a la atención primaria (y que repercute en el anterior) es que no se
sustituye a los médicos de familia ausentes por bajas o vacaciones, o se hace
sólo de forma parcial, repercutiendo en una sobrecarga de trabajo para el
equipo de atención primaria al no aumentarse la plantilla en estas situaciones
excepcionales.
Es encomiable que pese a esta
frecuente contingencia, la asistencia que se presta siga siendo de la mejor
calidad –según la opinión que de los médicos de familia tienen sus pacientes– gracias
al esfuerzo de los profesionales a costa de incrementar las probabilidades de quemarse en su trabajo desarrollando un síndrome de
burnout por el estrés continuado a que se ven sometidos en su trabajo y que
acaba repercutiendo en un bajo rendimiento e incluso en bajas laborales que
agravan el problema al no ser sustituidas muchas veces por falta de recursos.
Es incuestionable que la
crisis económica ha repercutido en la merma presupuestaria que penaliza a las
inversiones en sanidad, sin embargo, a pesar de la escasez de recursos para
sustituciones y de que apenas se creen nuevas plazas, los cupos están hoy mejor
dismensionados que hace unos años.
No obstante, el esfuerzo
por parte de la administración en la gestión sanitaria, debería centrarse en
potenciar la inversión en las bases de la sanidad, es decir, en la atención
primaria, aumentando los recursos humanos y confiriendo al personal más
autonomía en la solicitud de pruebas, evidentemente incrementando la plantilla
en función de las nuevas competencias que cada centro de salud asuma.
Si los médicos de familia
pudieran solicitar más pruebas (actualmente limitadas a especialistas y
penalizadas con exasperantes listas de espera), serían más resolutivos en su capacidad
para diagnosticar enfermedades y se acortaría el tiempo de inicio para tratarlas
adecuadamente, descongestionándose así las consultas de los especialistas y las
visitas a urgencias y a las consultas externas de los hospitales.
Aunque, evidentemente, esto no
se puede aplicar a todos los casos ni a todas las enfermedades, siempre será más
rápido, barato y satisfactorio para el paciente tratar cualquier patología en
atención primaria que en especializada, al menos tal y como actualmente
funciona nuestro sistema de salud.
En esta propuesta de potenciar
la inversión en atención primaria, es de suma importancia contar con la
colaboración de los usuarios del sistema con una adecuada educación sanitaria
que les enseñe a utilizar racionalmente los recursos sanitarios y no hacer un
abuso de ellos, máxime en una situación de escasez presupuestaria y penuria
económica como la actual en la que aun nos esperan años de vacas flacas en los
que la asistencia sanitaria se podría resentir si no hubiera una actuación
eficiente de los gestores y un uso racional por parte de los usuarios del
sistema.
El objetivo de las reflexiones
planteadas y expuestas en este artículo no es otro que intentar convencer a las
autoridades sanitarias de que es más rentable invertir en la atención primaria
que en los hospitales, último y más elevado y caro nivel asistencial que
debería siempre reservarse para aquellas patologías que por su complejidad o
mala evolución, sean competencia de una atención especializada y no del médico
de atención primaria.
En este sentido, la WONCA (World Organization of Family Doctors), una
organización internacional que reúne las universidades, academias y
asociaciones interesadas en la práctica de la medicina de familia y medicina general, elaboró un
manifiesto en 2010 solicitando que los distintos países europeos destinasen más
presupuesto económico a esta parcela sanitaria.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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