Aunque es obvio que no sólo basta con tener buena imagen para
gobernar un país, en la entrevista que el pasado sábado le hizo Silvia
Intxaurrondo a Pedro Sánchez en el programa Un
Tiempo Nuevo, el líder socialista dejó constancia de
su saber estar y su espontánea naturalidad al ofrecer un discurso coherente
que, desde una perspectiva exclusivamente de marketing electoral, le posicionó
como un líder con gran carisma de cara a las elecciones de próximo del 20 de
diciembre. Todo ello, claro está, con el permiso del respetable, pues una cosa
es que Sánchez tenga carisma y eficacia comunicativa y la otra que acabe siendo el aspirante más votado el 20-D.
Analizando su intervención sólo desde una perspectiva formal, el
número uno del PSOE supo convencer en su comparecencia televisiva
independientemente de cual fuera su mensaje. Ya el pasado mes junio sorprendió el despliegue de medios
que derrochó el PSOE al presentar la candidatura de Pedro Sánchez a la
presidencia de gobierno con una aparición triunfalista muy a la americana en el Circo Price de Madrid, ofreciendo la imagen
de un hombre próximo cuyo aspecto humano (agradecimientos a sus padres,
hermanos, hijas y esposa) confería credibilidad a sus propuestas y confirmaba
la
madera de líder de un candidato que se mostró como un ganador desde su entrada entre
aplausos, sonriente y saludando en medio de una puesta en escena que dio paso a
la proyección una bandera de España de proporciones descomunales como telón de
fondo del acto (un político de izquierda orgulloso de la bandera nacional) que
mostraba a Pedro Sánchez más como hombre de Estado que como aspirante.
Mientras
seguía la entrevista a Pedro Sánchez realizada por Silvia
Intxaurrondo y los periodistas que la acompañaban, caí en la cuenta de que la
campaña de lanzamiento de Pedro Sánchez había comenzado en aquel
propagandístico acto del Circo Price, sobre todo cuando el
candidato invitó a su esposa (una mujer joven, atractiva y con mucha soltura
que reforzaba la sensación de seguridad que trasmitía su esposo) a que subiera al
escenario donde ambos se cogieron de la mano, al mas puro estilo Obama y Michelle, un gesto que veremos varias veces –y si no, al tiempo– a
lo largo de la campaña electoral de diciembre, dirigido captar simpatías,
transmitir confianza y recuperar para el PSOE el máximo número de votos
perdidos.
Es de pura lógica que la angustiosa situación socioeconómica que
atraviesan el país y su ciudadanía nunca se solucionará con el carisma que
aporte un nuevo presidente, sin embargo, también es un hecho que la
propaganda electoral influye mucho en la decisión final de voto y que los
socialistas tienen en Sánchez una baza importante a tal efecto, sobre todo si
consideramos que su rival más directo, Mariano
Rajoy, no transmite seguridad sino mas bien mediocridad y rechazo a la
vista de la baja puntuación que como líder obtiene en los sondeos de opinión.
También
Pedro Sánchez le saca cierta ventaja a Pablo
Iglesias al ofrecer una imagen progresista que el electorado de centro y
centro-izquierda percibe como más tranquilizadora y alejada del rupturismo
radical de Podemos que la derecha se ha encargado de propagar a través de
campañas de miedo dirigidas a presentar al nuevo partido como un peligro
populista y nocivo para la democracia.
Más
difícil lo podría tener Pedro Sánchez al competir en carisma con el exultante Albert Rivera, crecido tras el éxito
que acaba de cosechar en las elecciones autonómicas catalanas, aunque si
comparamos la solidez que como partido ofrece el PSOE respecto al recién
llegado que es Ciudadanos y a esto añadimos su carácter de centro-derecha
próximo al PP y el populismo con que muchos lo identifican, la ventaja
electoral que podrían sacar los socialistas a Ciudadanos a nivel nacional es
más que probable.
El PSOE tiene por delante el reto maratoniano de, en poco más de
dos meses, resurgir de sus cenizas, recuperar la mayoría de los votos
trasvasados a Podemos, Ciudadanos e incluso al PP y la necesidad de ofrecer una
credibilidad capaz de seducir no sólo a los indecisos, sino a la legión de
desencantados que por culpa de los errores de los socialistas durante los
últimos años, piensen quedarse en casa el próximo 20 de diciembre.
Colofón
En la práctica, el próximo presidente de gobierno español no puede ser otro mas que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera (la omisión de Alberto Garzón, muy a pesar de su alta valoración como líder en las encuestas, no es un olvido sino una consecuencia de la casi imposibilidad de que llegue a ser presidente habida cuenta la casi desintegración de Izquierda Unida).
En la práctica, el próximo presidente de gobierno español no puede ser otro mas que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera (la omisión de Alberto Garzón, muy a pesar de su alta valoración como líder en las encuestas, no es un olvido sino una consecuencia de la casi imposibilidad de que llegue a ser presidente habida cuenta la casi desintegración de Izquierda Unida).
La probabilidades de una nueva mayoría absoluta son casi nulas
en base al nuevo reparto de la tarta que como oferta electoral tienen los
electores tras la llegada de Podemos y la irresistible ascensión de Ciudadanos.
Estamos en puertas de una nueva política de pactos en la que
nadie gobernará como ahora lo hace el PP –con mayoría absoluta– o anteriormente
hiciera el PSOE. En lo sucesivo, el partido al que le corresponda la responsabilidad
de gobernar no tendrá que enfrentarse a una oposición simbólica e inoperante
sino a unos partidos activos que le vigilarán de cerca y de cuyo apoyo
dependerán unas actuaciones gubernamentales que, presumiblemente, serán más
beneficiosas para la ciudadanía que las que hasta ahora se han tomado en base a
mayorías absolutas y un bipartidismo que, hoy por hoy, pertenece ya al pasado.
En cualquier caso, e independientemente de la capacidad de
persuasión de los directores de campaña al presentar a sus candidatos como
apetecibles y votables independientemente de cual sea su mensaje, no olvidemos
que la última palabra siempre la tendrá la sensatez, la sabiduría y la
capacidad de discernimiento de ese auténtico protagonista y sumo hacedor de
cada jornada electoral, y por ende de la democracia, que es el votante.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
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