lunes, 5 de octubre de 2015

En busca de un Presidente con carisma





Aunque es obvio que no sólo basta con tener buena imagen para gobernar un país, en la entrevista que el pasado sábado le hizo Silvia Intxaurrondo a Pedro Sánchez en el programa Un Tiempo Nuevo, el líder socialista dejó constancia de su saber estar y su espontánea naturalidad al ofrecer un discurso coherente que, desde una perspectiva exclusivamente de marketing electoral, le posicionó como un líder con gran carisma de cara a las elecciones de próximo del 20 de diciembre. Todo ello, claro está, con el permiso del respetable, pues una cosa es que Sánchez tenga carisma y eficacia comunicativa y la otra que acabe siendo el aspirante más votado el 20-D.

Analizando su intervención sólo desde una perspectiva formal, el número uno del PSOE supo convencer en su comparecencia televisiva independientemente de cual fuera su mensaje.  Ya el pasado mes junio sorprendió el despliegue de medios que derrochó el PSOE al presentar la candidatura de Pedro Sánchez a la presidencia de gobierno con una aparición triunfalista muy a la americana en el Circo Price de Madrid, ofreciendo la imagen de un hombre próximo cuyo aspecto humano (agradecimientos a sus padres, hermanos, hijas y esposa) confería credibilidad a sus propuestas y confirmaba la madera de líder de un candidato que se mostró como un ganador desde su entrada entre aplausos, sonriente y saludando en medio de una puesta en escena que dio paso a la proyección una bandera de España de proporciones descomunales como telón de fondo del acto (un político de izquierda orgulloso de la bandera nacional) que mostraba a Pedro Sánchez más como hombre de Estado que como aspirante.

Mientras seguía la entrevista a Pedro Sánchez realizada por Silvia Intxaurrondo y los periodistas que la acompañaban, caí en la cuenta de que la campaña de lanzamiento de Pedro Sánchez había comenzado en aquel propagandístico acto del Circo Price, sobre todo cuando el candidato invitó a su esposa (una mujer joven, atractiva y con mucha soltura que reforzaba la sensación de seguridad que trasmitía su esposo) a que subiera al escenario donde ambos se cogieron de la mano, al mas puro estilo Obama y Michelle, un gesto que veremos varias veces –y si no, al tiempo– a lo largo de la campaña electoral de diciembre, dirigido captar simpatías, transmitir confianza y recuperar para el PSOE el máximo número de votos perdidos.

Es de pura lógica que la angustiosa situación socioeconómica que atraviesan el país y su ciudadanía nunca se solucionará con el carisma que aporte un nuevo presidente, sin embargo, también es un hecho que la propaganda electoral influye mucho en la decisión final de voto y que los socialistas tienen en Sánchez una baza importante a tal efecto, sobre todo si consideramos que su rival más directo, Mariano Rajoy, no transmite seguridad sino mas bien mediocridad y rechazo a la vista de la baja puntuación que como líder obtiene en los sondeos de opinión.

También Pedro Sánchez le saca cierta ventaja a Pablo Iglesias al ofrecer una imagen progresista que el electorado de centro y centro-izquierda percibe como más tranquilizadora y alejada del rupturismo radical de Podemos que la derecha se ha encargado de propagar a través de campañas de miedo dirigidas a presentar al nuevo partido como un peligro populista y nocivo para la democracia.

Más difícil lo podría tener Pedro Sánchez al competir en carisma con el exultante Albert Rivera, crecido tras el éxito que acaba de cosechar en las elecciones autonómicas catalanas, aunque si comparamos la solidez que como partido ofrece el PSOE respecto al recién llegado que es Ciudadanos y a esto añadimos su carácter de centro-derecha próximo al PP y el populismo con que muchos lo identifican, la ventaja electoral que podrían sacar los socialistas a Ciudadanos a nivel nacional es más que probable.

El PSOE tiene por delante el reto maratoniano de, en poco más de dos meses, resurgir de sus cenizas, recuperar la mayoría de los votos trasvasados a Podemos, Ciudadanos e incluso al PP y la necesidad de ofrecer una credibilidad capaz de seducir no sólo a los indecisos, sino a la legión de desencantados que por culpa de los errores de los socialistas durante los últimos años, piensen quedarse en casa el próximo 20 de diciembre.

Colofón

En la práctica, el próximo presidente de gobierno español no puede ser otro mas que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera (la omisión de Alberto Garzón, muy a pesar de su alta valoración como líder en las encuestas, no es un olvido sino una consecuencia de la casi imposibilidad de que llegue a ser presidente habida cuenta la casi desintegración de Izquierda Unida).

La probabilidades de una nueva mayoría absoluta son casi nulas en base al nuevo reparto de la tarta que como oferta electoral tienen los electores tras la llegada de Podemos y la irresistible ascensión de Ciudadanos.

Estamos en puertas de una nueva política de pactos en la que nadie gobernará como ahora lo hace el PP –con mayoría absoluta– o anteriormente hiciera el PSOE. En lo sucesivo, el partido al que le corresponda la responsabilidad de gobernar no tendrá que enfrentarse a una oposición simbólica e inoperante sino a unos partidos activos que le vigilarán de cerca y de cuyo apoyo dependerán unas actuaciones gubernamentales que, presumiblemente, serán más beneficiosas para la ciudadanía que las que hasta ahora se han tomado en base a mayorías absolutas y un bipartidismo que, hoy por hoy, pertenece ya al pasado.


En cualquier caso, e independientemente de la capacidad de persuasión de los directores de campaña al presentar a sus candidatos como apetecibles y votables independientemente de cual sea su mensaje, no olvidemos que la última palabra siempre la tendrá la sensatez, la sabiduría y la capacidad de discernimiento de ese auténtico protagonista y sumo hacedor de cada jornada electoral, y por ende de la democracia, que es el votante.


Alberto Soler Montagud
Médico y escritor

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