Conforme
el bipartidismo se tambalea por la proliferación de formaciones políticas
minoritarias y las encuestas de intención de voto se ensañan con los dos
grandes partidos, tanto desde el PP (en boca de Arias Cañete) como del PSOE (por parte de Felipe González) se han lanzado globos sonda propiciando un pacto
“si el país lo necesita”. Es evidente que el miedo
a una pérdida masiva de escaños ha disparado las alarmas en las cúpulas del PP
y el PSOE, dos formaciones que hasta ahora se sentían cómodas y seguras alternándose
en el poder.
El
otrora líder carismático Felipe González ha asegurado que "hemos tocado
fondo y nos arrastramos por el suelo", para luego proponer una coalición
con la derecha en vez de propiciar un pacto de izquierdas; como consecuencia,
muchos socialista se han sentido traicionados. Tal parece como si el
expresidente, metamorfoseado en una especie de gurú, contemplara tan sólo su
realidad sin considerar que el verdadero “fondo” se abrió en forma de
precipicio hace ya muchos años, justo cuando los economistas sensatos
presagiaban la ruina económica y social.
Si
retrocedemos unas cuantas décadas, es probable que en 1981, tras el golpe de
estado de Tejero, muchos hubieran
admitido que Felipe González propiciara una coalición con UCD y la Alianza
Popular de Fraga siendo que la democracia
estaba en peligro. Regresando a tiempos recientes, también muchos habrían aceptado
que, conforme la crisis evolucionaba a debacle, PP y PSOE se hubieran planteado
una coalición como la que ahora proponen Cañete y González.
Sin
embargo, que sólo cuando peligra el bipartidismo se haya sugerido una alianza,
pone de manifiesto que nuestro país adolece de la madurez democrática de otros donde
los bipartidismos están consolidados; por ejemplo EEUU, donde a nadie extraña
que Obama haya nombrado director del
FBI a un republicano o que recién elegido como presidente designara a Judd Gregg (senador republicano muy conservador en materia fiscal) como secretario de Comercio, actuaciones ambas
impensables en un país como el nuestro donde los políticos parecen servir a sus
propios intereses y a su partido más que a una ideología.
En el contexto actual, las bases electorales del PSOE se sienten
traicionadas al no percibir un auténtico espíritu socialista en su partido.
Igualmente, las bases populares están desengañadas por el incumplimiento de las
promesas electorales de aquellos a quienes votaron. Todo
apunta a que el binomio PP-PSOE sólo es capaz de ponerse de acuerdo para
defender los intereses comunes de sus respectivos partidos y no los de la
ciudadanía. Recordemos si no lo sucedido en agosto de 2011 cuando juntos
modificaron el artículo 135 de la Constitución Española, o el empecinamiento del
PP y PSOE negándose a reformar la ley electoral.
Por primera vez el
bipartidismo parece estar en peligro y las causas las encontramos en
la ineptitud de los dos grandes partidos, la proliferación de pequeñas
formaciones y el creciente desencanto de los ciudadanos. Todo apunta a que a
partir de 2015 cambie sensiblemente el modo de gobernar.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
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