miércoles, 7 de mayo de 2014

¿Crisis? ¿Qué crisis?






A veces me siento como un objeto sociológico víctima de la manipulación mediática y fáctica. Algo así me sucedió la pasada Semana Santa cuando los medios radiotelevisivos ofrecieron una información contradictoria que se repitió en el puente del primero de mayo, al alertar en un mismo informativo  de los estragos de la crisis para luego lanzar el mensaje subliminal de que los hoteles de la costa estaban a rebosar por las minivacaciones primaverales. Fue como si, de pronto, la realidad se fraccionara en otras dos totalmente distintas: la de la crisis galopante con colas en los comedores de Cáritas y la de un país boyante donde casi todos pueden disfrutar de unas vacaciones extemporáneas.

Me resultó curioso que ningún medio (progresista o conservador) analizara la contradicción de que la cifra de seis millones de parados fuera compatible con colas kilométricas de vehículos desplazándose desde el interior a la costa. Tuve la impresión de que todos los medios se sumaban a la consigna de "España va bien, ya no hay crisis", utilizando el turismo (producto nacional por excelencia y fuente de divisas en el franquismo) como cantera de puestos de trabajo, al menos durantes unos días y como falso reflejo  de una sociedad próspera. Sin duda, a las altas esferas les interesaba dar un toque de atención para que el subconsciente de cada ciudadano, en vísperas de las elecciones europeas,  registrara un "no estará todo tan mal cuando media España se va de puente”, relativizando así la angustia de la crisis y sus efectos sobre la clase media.

Al mismo tiempo, me resultó significativo que sólo 15.000 trabajadores y parados acudieran a la manifestación estrella del primero de mayo, celebrada este año en Bilbao, y no llegué a entender que, con la precariedad de empleo que azota a la población activa, millones de ciudadanos estuvieran de vacaciones mientras Cándido, Toxo y otros líderes del sindicalismo patrio, sólo consiguieran reunir a unos cuantos que aun se creen representados y defendidos por ellos.

No me fue difícil llegar a la conclusión de que los verdaderos penitentes de la llamada semana santa y los verdaderos trabajadores (ahora parados) que protestan los días uno de mayo, donde en verdad se manifiestan es en las lentas procesiones de vehículos que les trasladan a la costa. Cómo y de dónde obtienen –con su no trabajo declarado por muchos de ellos– los ingresos que les permitan sufragar tantos días de asueto, es una cuestión digna de análisis que se escapa de la intención de este artículo, con el que sólo pretendo hacer reflexionar a quienes se apuntan a la filosofía de "que sean otros quienes me arreglen lo mío, que yo soy escéptico, no me fío nadie y, además, ni entiendo de política ni quiero entender".


Alberto Soler Montagud

Médico y escritor




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