A falta de menos de
un mes para que se celebren los comicios europeos, el ambiente preelectoral
refleja la apatía e indiferencia de unos ciudadanos que, mayoritariamente y
según todos los pronósticos, optarán por la abstención tal y como sucedió
en 1999, 2004 y 2009, convocatorias en las que hubo porcentajes de
participación inferiores al 50% y que en la última apenas consiguió
el 43%.
Buscando
explicaciones plausibles a tan elevado abstencionismo y a la indiferencia
del electorado español hacia la Europa comunitaria, tal parece como si el
subconsciente colectivo considerase a las europeas como unas elecciones de segunda
división, sensación que empeora conforme se consolida la idea de los
votantes de que el Parlamento Europeo es un cementerio de elefantes políticos
donde se premian servicios prestados (con un sueldo excelente) o se aparta de
la política nacional a quienes ya no dan mas de si. Con estas premisas, es
comprensible la indiferencia que la ciudadanía muestra por la eurocámara,
contemplándola con la lejanía propia de algo que es ajeno a sus intereses por
no subjetivarse efectos beneficiosos y/o desconocer los asuntos que se debaten
en Bruselas.
Juega
una gran baza en la génesis de este desinterés, la apática
desinformación que ofrecen los medios –y la clase política– sobre los
temas comunitarios, que son percibidos por la ciudadanía como si de asuntos
extranjeros se tratara. Es comprensible entonces que si el ciudadano siente
la política europea como algo distante y distinto a la que se realiza a nivel
nacional, o bien opte por abstenerse o, si decide votar, no lo haga en clave
comunitaria –craso error por cierto– sino aplicando el mismo
criterio con que lo hace en las elecciones generales, autonómicas o
municipales.
Como
consecuencia de todo lo hasta aquí expuesto, la idea de una Europa comunitaria
no ha cuajado en el fuero interno de los españoles. En una reciente encuesta (Eurobarómetro
Estándar) realizada en noviembre de 2013, al preguntar a los encuestados si
creían que su voz contaba en la UE, sólo un 29% dijeron que sí
frente a un elevado 66% que opinó que su voz no importaba en el
Parlamento Europeo.
Con
estos ingredientes, y casi a punto de que comience la campaña electoral, es
casi seguro que tampoco en 2014 habrá una alta participación, pronóstico que se
agrava por la mala imagen que de la eurocámara se tiene en los países más
perjudicados por la crisis en los que la administración europea, ha obligado a sus gobiernos débiles y títeres –como el español– a masacrar a las clases mas desfavorecidas que, en consecuencia, no perdonan tal obediencia al ejecutar unas medidas de
austeridad –órdenes de la administración europea– que les han perjudicado
mientras se destinaban millones para reflotar a los grandes bancos.
Aunque
la conclusión final sea que Europa, como idea comunitaria, no interesa ni
importa al español medio convocado a votar, dejo constancia de que el objetivo
de este artículo no es justificar el abstencionismo ni tampoco propiciarlo,
sino analizar la apatía ante el acto de votar y entenderla en su origen para
que el lector reflexione, extraiga sus conclusiones y obre en democrática
consecuencia.
Alberto
Soler Montagud
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