Esta imagen podría ser de los años cuarenta, pero es actual.
Muchos
políticos católicos como Ana Botella
o Alberto Ruíz-Gallardón alardean de que “el
nuestro es un Estado laico, no confesional” como clara muestra de la confusión
que al respecto propician con su falso laicismo y que sólo la realidad
clarifica, al confirmar con los hechos que España no es laica ni tampoco
confesional. Intentaré explicar porqué a largo de este artículo.
Si,
conceptualmente, un estado aconfesional es aquél que no
reconoce como oficial a ninguna religión y un estado laico el
que aboga por la independencia de cualquier confesión religiosa, nada de
ello se da en nuestro país donde la omnipresencia del catolicismo en actos
institucionales lo convierte de facto en la religión oficial
del Estado.
Con un sesgo algo retorcido, hay
quienes afirman que España es un país con tendencia a la separación
Iglesia-Estado y neutralidad ante las religiones tomando como
referencia el artículo 16 de la Constitución donde se menciona las
"relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás
confesiones". A este respecto, Jaime Bonet (profesor de
Derecho Eclesiástico) dice que a España se la podría considera como un país
laico con "separación mitigada" entre Iglesia y
Estado al tener que "cooperar" con las religiones.
Lo que sí queda claro es
que, ni socialistas ni populares han querido nunca
replantearse la relación Iglesia-Estado pese a que ese mismo artículo 16
de la Constitución diga también que "ninguna confesión tendrá carácter
estatal", una contundente declaración de principios pese a la cual es
posible que en España, una ministra de empleo pida ayuda a la Virgen para salir
de la crisis o un ministro de Interior le conceda a otra virgen (María
Santísima del Amor) la más alta medalla al mérito policial, esperpento digno
de un país de opereta y de unos ministros que, aunque tengan derecho a profesar
sus creencias, también tienen la obligación de no hacer ostentación de las
mismas en actos oficiales.
De esto se colige que España nunca
será laica ni aconfesional mientras se sigan celebrando misas en los funerales
de Estado y otros actos institucionales tanto civiles como militares.
Tampoco lo será mientras la Iglesia Católica disponga de una “x” en la
declaración de la renta y no la haya para cada religión o, aun mejor para
ninguna, pues ningún impuesto debería sufragar gastos religiosos.
Tampoco España será laica ni
aconfesional mientras la Iglesia Católica (y otras confesiones) estén exentas
de pagar el IBI, mientras se siga enseñando religión en las escuelas públicas
en lugar de hacerlo en locales religiosos o mientras haya crucifijos (o se
expongan motivos religiosos como belenes) en edificios públicos cuya presencia
pueda afectar a la libertad de los fieles de otras creencias o quienes no
profesan fe religiosa alguna.
Ya por último, no será laica
ni aconfesional mientras el Estado siga otorgando indultos a presos con
motivo de la festividad de Semana Santa, y lo que es más grave, indultos no
concedidos tras el estudio de sesudos juristas sino a propuesta de los miembros
de las cofradías de penitentes que deciden que presos del ámbito de su
provincia deben quedar en libertad.
Es un hecho que la separación
Iglesia-Estado seguirá siendo un tema irresoluble mientras España se comporte
como una democracia frágil y asentada sobre el estigma de ser un país de
pandereta, curas y caciques que, al amparo de la tradición, mantiene vigentes
ciertas prácticas contrarias a la libertad, la dignidad y hasta la cordura.
Alberto
Soler Montagud
Médico y escritor.
Médico y escritor.
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