“La Cárcel de Papel”, fue
una de las secciones más celebradas de la desaparecida revista de humor gráfico
La
Codorniz (1941-1978) donde
se criticaba con sarcasmo a quienes eran pillados en faltas –tanto sintácticas
como de contenido– en sus escritos o declaraciones. Viene esto a colación de
tres hechos recientes acaecidos en el panorama sociopolítico patrio, que me han
animado a resucitar la extinta cárcel de
papel para meter en ella a unos cuantos personajes.
El
primero de los hechos –una payasada que me produjo vergüenza ajena– fue la
patética imagen de Esteban González-Pons
haciendo campaña electoral europea en el parking del Mercado Central de
Valencia, a bordo de una bicicleta de reparto como si lo suyo fuera ser un
currante y su mayor sacrificio no haberse dedicado a tan noble empleo por culpa
de la política.
El segundo hecho –el de mayor gravedad por la falta
de sensibilidad de sus protagonistas– fue el abandono de un pleno por parte de
los concejales populares
del Ayuntamiento de Toledo –con la excepción de una edil– cuando unos padres de niños con cáncer
se disponían a denunciar los
recortes de personal que afectan a la atención sanitaria que reciben sus hijos.
El tercer hecho –un bochornoso
desatino– fue la salida de tono del candidato Arias Cañete al dejarse llevar por el subconsciente y verbalizar su
convicción de que un hombre no puede debatir con una mujer porque su "superioridad
intelectual" podría hacerle pasar por "machista", un esperpento
que han recogido los prestigiosos Die
Welt, The Guardian y Financial Times
en sendos artículos donde el señor Cañete sale muy mal parado.
Una vez expuestos
los hechos, condeno al señor González-Pons a trabajar como un verdadero repartidor
en el Mercado Central de su ciudad y a vivir con un sueldo mileurista durante
un periodo de treinta días en los que no podrá recurrir a sus cuentas bancarias.
A los soberbios ediles del PP, que tan ruin desafección mostraron con los niños
enfermos y con sus padres, les condeno a abandonar su cargo público y, durante
un año, dedicar ocho horas diarias a trabajos sociales en un sala de oncología
pediátrica. Por último, condeno al paladín de la superioridad intelectual, señor Cañete, a trabajar dos horas al día
durante tres meses en un centro de acogida –de cualquier ciudad europea– para
mujeres maltratadas, donde deberá desempeñar labores propias femeninas según
los clichés más machistas y misóginos (cambio de pañales a bebés, manejo de
lavadoras, limpieza doméstica, tareas culinarias…) sin perjuicio de que el
resto de su jornada lo dedique a las labores de eurodiputado que le
correspondan.
Y sin mas, firmo las
respectivas sentencias y exijo su inmediato cumplimiento.
Alberto Soler
Montagud
Médico y escritor
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