Estoy
plenamente desencantado, hasta el extremo de ponerme a escribir en mi iPhone muy a pesar de que odio teclear
con un dedo en una pantalla minúscula donde siempre pierdo la visión global del
texto y acabo cometiendo errores garrafales de composición, sintácticos y
ortográficos.
Pero
mi enfado, mi decepción y mi desencanto han llegado a un límite que las
trifulcas entre el PSPV y Compromís han hecho que rebase.
Tras
la empecinada obcecación de Mònica Oltra quien, de la noche a la mañana,
ha pasado de ser la valiente chica que a todos cae bien a golpe de camisetas,
para convertirse en una caprichosa que súbitamente dice querer ser presidenta y
lo plantea sin argumentos convincentes, sin ser el candidato más votado de la
izquierda y proclamándolo en todas las tertulias televisivas que quieran
escucharla.
Tras
la alerta de ayer por la tarde, cuando todo parecía perdido de cara a un pacto
que afianzara el tripartito que tácitamente eligieron los valencianos en las
urnas.
Tras
el susto de ayer por la noche cuando los hastiados valencianos casi nos
resignábamos a tener una Generalitat presidida por Ximo Puig con la
ayuda de Ciudadanos y la abstención de los populares que, como carroñeros,
acudían a reclamar su ración de lo que fuera quien sabe si alentados por un
mediador desesperado.
Después
de todo esto, hoy jueves -¡oh sorpresa!-, como si nada hubiera sucedido, nos
hemos encontrado con que Puig, Oltra y Montiel (PSPV, Compromís y Podemos), se
han abrazado con fraternidad tripartita como si nunca hubieran discrepado ni
roto negociación alguna. Como si nunca hubieran dado un disgusto de muerte a su
electorado. Los tres han firmado el acuerdo programático para un futuro
gobierno de izquierdas en la Generalitat, así sin más y como si nada, sonrisa
va y sonrisa viene por parte de quienes han empezado a fallar a sus votantes
demasiado pronto y a jugar con sus ilusiones obcecados en la tarea de adjudicarse
cada uno de los tres su parcela de poder y de efímera gloria.
Aun
consternado, me pregunto si valió la pena el soponcio de la tarde y de la noche
de ayer miércoles.
También
hoy por la mañana ha tenido lugar una entrañable sesión constitutiva de las
Cortes Valencianas que ha ido como la seda (algo impensable por las alarmas que se dispararon ayer)
tras la cual Ximo Puig ha declarado:
"Creo
sinceramente que estos días después de las elecciones no han sido los mejores
días que hemos tenido".
"Es
verdad que suspendimos las negociaciones, es verdad que nunca se han roto
definitivamente, y es verdad también que hay muchos actores que hay que
respetar".
¿Respetar
dice usted?
Don
Ximo, con todo respeto le digo que se
le ha olvidado añadir que "también es verdad" que sus
rifirrafes con Mònica Oltra han tenido en vilo a miles y miles de
valencianos que ayer casi tiran la toalla, víctimas de un triste desencanto, al
ver que no había pacto tripartirto o que el PSPV se abrazaba a Ciudadanos con
la bendición del PP ya que el mismísimo Alberto
Fabra le tiraba a usted los tejos.
Ignoro
cual será la siguiente entrega de este vodevil en clave de una canción del dúo
Pimpinela que usted y la señora Oltra están interpretando con arreglos
orquestales de ese mudo de los hermanos Marx (con perdón) que está siendo el
señor Montiel, representante de Podemos.
Sepan
los tres que me tienen más que decepcionado y, al menos por hoy, permítanme
decirles voy a pasar de ustedes y que mañana –si se portan bien en lo que aun
queda de pactos– será otro día.
Con
su permiso, apago el iPhone y voy a
seguir trabajando.
Alberto
Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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