El
pasado viernes, día 7 de, leí en la prensa una noticia cuyo titular resumía la
actual situación de uno de los principales partidos políticos de ámbito
estatal: «Izquierda Unida escenifica su división ante el auge de Podemos».
No negaré que me entristeció constatar la situación que atraviesa IU a pesar de
que no soy comunista, nunca lo he sido y hace varias décadas que aparqué mis
simpatías juveniles por el marxismo.
Con la
irrupción de Podemos como respuesta a la insostenible situación a la que nos ha
abocado el nefasto bipartidismo, el barómetro del CIS del mes de octubre ha
dejado constancia de que el castigo de los ciudadanos no se ha limitado a
penalizar severamente al PP y al PSOE, como era preceptivo, sino también ha repercutido,
y de que modo, en el único partido que, tal vez, ha conseguido sobrevivir con
ciertas cotas de dignidad más allá (salvo excepciones, que siempre las hay) de
la descomposición que a golpe de corruptelas ha desestructurado nuestro sistema
democrático. Me refiero a Izquierda Unida, un islote casi virgen –insisto en
que salvo excepciones– en medio del lodazal en que se ha convertido la praxis
política.
Izquierda
Unida, a la vista del último barómetro del CIS, es el partido más injustamente
perjudicado por las consecuencias de la crisis y la corrupción, al
corresponderle pagar las culpas de otros y ver como un buen porcentaje de sus
votantes han creído en las tentadoras promesas de Podemos.
Es así
como el histórico comunismo español, el mismo que en la transición se convirtió
a la democracia, corre ahora el riesgo de desaparecer, después de tantas
concesiones como el PC ha hecho a la democracia española. Todo ello, claro
está, si las tendencias se confirman e Izquierda Unida acaba siendo fagocitada
por un partido recién nacido, con interesantes propuestas y también bastantes
probabilidades de que su éxito sea efímero o sus logros se queden en la utopía
de un sueño de verano. O no.
Hoy
por hoy es una incógnita predecir que sucederá cuando Podemos se dé de bruces
con la cruda realidad de la práctica política, esa realidad inherente al arte
de gobernar con la que tarde o temprano deberán verse las caras y responder con
hechos a las expectativas que están creando en su ya millonario electorado.
Mientras
tanto, leo en el artículo de marras que la mitad de los líderes de IU en Madrid
apuestan por integrarse con Ganemos (Tania Sánchez está en el
grupo de los críticos que defiende el integrismo con la plataforma)
mientras la otra mitad se reparte entre el oficialismo (próximos a Ángel
Pérez y al coordinador regional, Eddy Sánchez) y una
tercera vía (sindicalistas de CCOO y miembros del PCE) que no son
partidarios de que IU se diluya (y desaparezca) en plataformas de nueva
creación.
El
tiempo hablará por nosotros y por ellos. También el tiempo decidirá si
Izquierda Unida tiende o no a la desaparición.
Alberto
Soler Montagud
Médico
y escritor
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