Sigo sin confiar en Podemos porque no les considero una opción real de
gobierno, pero me encanta que estén ahí. Este podría haber sido el titular
del presente artículo, pero finalmente lo he reducido a cinco palabras.
Viene
ello a colación de que el partido que lidera Pablo Iglesias ha suscrito un documento según el cual
renuncia a presentarse a las elecciones municipales para “preservar la marca
Podemos” y concurrir sólo a autonómicas y generales “minimizando riesgos y
maximizando nuestras oportunidades”. El recién nacido partido contempla las
elecciones municipales como una “tarea complicada” y se niega a construir
candidaturas a golpe de “redes clientelares, dedazos, imposiciones o acuerdos
bajo mesa” aunque, curiosamente, se sientan capaces de concurrir a las
autonómicas y a las generales.
Tal vez
a Podemos le venga grande el traje de su repentino éxito y carezca de infraestructura
para organizar unas listas fiables para acceder a las alcaldías de los más de
8000 pueblos y ciudades españolas; y puede que por ello hayan dicho que concurriendo
a las municipales “no ofrecería a los ciudadanos plenas garantías”. Pues bien,
demos por válidas ambas premisas y admitamos como lógica la negativa de Podemos
a presentarse a la totalidad de
municipios españoles pero, ¿por qué no hacerlo sólo en los ayuntamientos de
la ciudades más emblemáticas siendo que van a concurrir a las elecciones
autonómicas y que añadir unas cuantas listas más –en este caso las de las
principales capitales– no les obligaría a recurrir a “redes clientelares, dedazos, imposiciones o acuerdos bajo
mesa”?
Sin
duda, la retirada de las municipales es una estrategia para ganar tiempo y retrasar
las primeras decepciones que surjan en su millón y pico de votantes si ahora les
correspondiera pactar alcaldías con el riesgo de comportarse como cualquier
partido de la casta que censuran. La
renuncia a las municipales es una táctica de dilación para retrasar el
inevitable choque con la realidad que irremediablemente tendrán que asumir
cuando les toque mojarse y actuar más allá de sus planteamientos teóricos,
inevitablemente populistas en muchos de sus matices.
Cuando
Podemos argumenta que aun no tiene una infraestructura para asumir la gestión
de los miles de ayuntamientos que
podrían conseguir, sin duda dicen la verdad. Pero también la dirían si
reconocieran que su deseo es aplazar un fiasco que pueda decepcionar a su
electorado y dañar a su inmaculada marca. Por ello, aunque dejen huérfanos a un
millón doscientos mil votantes que no podrán elegirlos para sus ayuntamientos,
en Podemos presumen de no ser un partido ávido de poder, hábil estrategia de quienes en muy pocos meses han
creado una nueva formación a partir de los sectores residuales de una izquierda
anticuada, mire usted por donde ahora que IU (la misma que Podemos quiere
fagocitar) parecía más homologada que nunca con las democracias occidentales y
más distanciada de comunismos radicales y socialismos tercermundistas que nada
tienen que ver con la Europa del siglo XXI.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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