Una vez más le ha tocado el gordo a Carlos
Fabra quien no va a ingresar en prisión –al menos de momento– a pesar de su
condena por el Tribunal Supremo a cuatro años de privación de libertad según
una sentencia que debería ser “de cumplimiento inmediato”. Tras una solicitud
de indulto por parte de condenado, la Audiencia de Castellón ha dejado en
suspenso la ejecución de su ingreso carcelario mientras siga en trámite la
petición. Llama la atención los motivos que Carlos Fabra ha alegado para evitar
la cárcel: «en ningún caso existe el menor elemento indiciario de peligrosidad
criminal en mí, [y] mi firme voluntad es atender los pagos [de las sanciones
económicas que me han sido impuestas] siempre que me sea posible y en cuanto
pueda realizar la venta de los inmuebles que se autorice», dos argumentaciones
que, habitualmente, suele desatender la Audiencia cuando son formuladas por un
delincuente anónimo.
Como podemos comprobar, la leyenda continua y
Carlos Fabra se sigue mofando de la justicia cuando dice sentirse «satisfecho»
y que la decisión de la Audiencia Provincial «es lo que esperaba». La
historia se repite. Recordemos que en enero de 2011, la misma Audiencia
Provincial castellonense archivó las causas de cuatro de cinco delitos fiscales
que entonces se le imputaban a un eufórico Fabra que celebraba su «total
absolución [porque] tanto el juez como el fiscal no han hecho bien sus deberes
y han dejado pasar el tiempo», un desvergonzado modo de jactarse y de confundir
una no demostrada inocencia con la prescripción de los presuntos delitos que se
le atribuían a quien ha vivido el último decenio de su vida política en una permanente imputación, dilatando los
procedimientos y apelando a la presunción de inocencia como único argumento de
defensa cuando, éticamente, debería haber dimitido o ser suspendido cautelarmente
de sus cargos mientras estuviera en entredicho su honorabilidad como representante
de la ciudadanía.
Al quedar por enésima vez en evidencia la siniestra
y oscura estética de Carlos Fabra, unos rasgos y actitudes que,
presuntamente, distan de la ética que se espera de un político ejemplar,
quisiera formular la hipótesis de que éste personaje nunca pisará la cárcel; pues,
cuando al equipo de defensa que le atiende se le agoten los argumentos y la denegación
del indulto sea ya inminente, se esgrimirán sin duda los argumento de que el ex
presidente de la Diputación y del PP castellonense, tiene un hígado
transplantado, corre riesgo de infecciones por llevar tratamiento con
inmunosupresores y necesita de controles médicos muy especializados, tres
razones que el condenado alegará como incompatibles con el ambiente
hipotéticamente séptico de una cárcel. Será entonces cuando Fabra y sus
abogados esgriman razones humanitarias para solicitar la definitiva clemencia.
Y si no, al tiempo.
Alberto
Soler Montagud
Médico
y escritor
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