Me cuesta ser
ecuánime al pronunciarme sobre el nuevo Papa sin sentirme manipulado por los
sectores ideológicos que dirigen la opinión tanto a favor como en contra del
nuevo Pontífice. A título personal, el nombramiento del Papa Jorge
Mario Bergoglio me ha planteado un serio dilema siendo que, por mi laicismo, me
siento impelido a no seguirle el juego a una noticia a la que se ha conferido
–sobre todo en nuestro país– una importancia exagerada, habida cuenta de que el
Papa es un líder religioso como tantos otros y, en todo caso, un jefe de Estado
(del país más pequeño del mundo) a quien no debería dársele mas cobertura
informativa que la que reciben los mandatarios de Liechtenstein, Andorra, San
Marino o Malta por poner ejemplos de países de reducidas
dimensiones.
Sin embargo –y este
es mi dilema– algo
dentro de mi querría que este nuevo Papa fuera como Kiril I, el protagonista de
la novela de Morris West “Las sandalias del Pescador” y
consiguiera dar un giro al catolicismo. Fuera capaz de rebelarse contra lo que
detesto de la política vaticana. Se posicionara con hechos al
lado de los pobres y –como hizo aquél Papa de ficción–, se quitara la tiara en
un gesto de humildad y anunciara la enajenación de los bienes materiales de la
Iglesia para paliar la hambruna del mundo.
La cara del nuevo Papa
Reconozco que cuando
el nuevo Papa salió al balcón de la basílica de San Pedro llevando una cruz
pectoral de hierro colgada al cuello (la que siempre utiliza y no una de oro) y
sin la abigarrada estola con la que hicieron su primera aparición sus
predecesores, casi creí que lña predisposición de este hombre a hacer cambios
y luchar contra la pobreza pudieran ser sinceras.
Me gustó que pidiera a
sus colaboradores que le enviaran desde Buenos Aires su vieja agenda en la que
guarda sus notas y citas, los teléfonos y las fechas de cumpleaños de sus
familiares y amigos (al parecer, nunca ha tenido secretario), y también que
reclamara algo tan mundano como sus zapatos, unos zapatos normales y usados que
hoy resuenan por los pasillos del vaticano contrastando con los exclusivos
modelos de Prada color rojo que calzaba el Papa anterior.
He simpatizado con
anécdotas –que los medios afines al catolicismo han propagado a los cuatro
vientos– como que Bergoglio vivera en una modesta habitación en Buenos Aires y
no en el palacio arzobispal. Que viajara en metro y que, siendo ya Papa,
acudiera a su hotel en Roma para recoger sus cosas y pagar la cuenta como haría
un mortal normal como en realidad es. Se trata de una serie de actuaciones normales
que me cuesta imaginar, por ejemplo, extrapoladas a un
prelado como Rouco Varela.
La cruz de la moneda
Sin embargo, y
simultáneamente a estas noticias, que he recibido con la debida cautela, han
surgido otras que me han puesto en guardia incitándome a escudriñar en las
hemerotecas para formarme una opinión veraz acerca de quien es Jorge
Mario Bergoglio
El primer punto oscuro
en sus antecedentes me llegó a través de un periodista argentino (Horacio
Verbistky, antiguo guerrillero montonero) y su denuncia de una presunta
complicidad del Papa Francisco con la dictadura argentina. Según Verbistky,
hace treinta y siete años, siendo Bergoglio el sacerdote superior de los
jesuitas argentinos, habría estado implicado en el secuestro de dos curas de su
orden y habría seguido un doble juego al decir que los ayudó cuando en realidad
los había denunciado.
También, a través de
varios medios, he hallado críticas al papa Francisco porque, siendo arzobispo de
Buenos Aires, se enfrentara al gobierno de la presidenta Cristina Fernández
de Kirchner cuando se aprobaron las leyes de matrimonio homosexual y de
identidad de género.
Del mismo modo han llegado a mi conocimiento las reprobaciones que al Pontífice se le hacen desde distintos medios y sectores por sus posturas contrarias al aborto, al uso de
preservativos o por su posicionamiento crítico frente al comunismo.
¿Un nuevo populismo
vaticanista al estilo peronista?
No descarto que estemos
ante un show de gestos y buenas intenciones diseñado por expertos
en comunicación destinado a vender la imagen de un Papa que ama a los pobres
cuando lo cierto es que encabeza una institución con mil doscientos millones de
seguidores entre los que, ademas de pobres y gente normal, hay también
millonarios, presidentes de naciones, reyes y también conocidos delincuentes que poca caridad muestran en sus
dádivas. Una organización anclada en el pasado cuya estructura funciona como
una empresa o máquina de generar riquezas para que el Papa y casi todos los
cardenales, obispos o monseñores, vivan en la opulencia y en el disfrute de
unos privilegios sociales y hasta tributarios como los que el catolicismo
detenta en España.
No descarto que la
imagen de proximidad y de normalidad que se quiere ofrecer de este Papa
no sea mas que una maniobra demagógica (incluso ajena a su conocimiento)
equiparable a un peronismo vaticanista dirigido a captar a los descamisados
del cristianismo que simpatizan con las comunidades de base que, basadas en
la teología de la liberación, luchan al lado de los pobres en barrios y pueblos
de países no necesariamente tercermundistas.
Reflexiones finales
Desde mi escepticismo crítico, soy consciente de que no debería influirme que el Papa Bergoglio sea
jesuita, la orden que –junto a los franciscanos– más influyó durante la
Contrarreforma en la transformación ‘desde dentro’ de la Iglesia.
Tampoco tendría que
inclinar mi balanza a favor de del nuevo Papa la circunstancia de que en el Opus Dei estén contrariados por su elección y, quien sabe, si metiendo a toda prisa documentos
en las trituradoras de papel para no dejar rastro de ciertas opacidades en la
gestiones vaticanas.
No quisiera que el
anticomunismo manifiesto de Bergoglio o su postura contraria a la teología de la liberación, fueran perdonadas por sus críticas al populismo del gobierno
Kirchner (que según el nuevo Papa consiste en “una política seductora a los
oídos pero ineficiente por condenar a la sociedad a la pobreza”) o su rechazo a
las ideas neoliberales a las que responsabiliza de la actual crisis
socio-económica, dos opiniones que comparto.
Colofón
Bergoglio dice luchar
contra la pobreza pero aun no ha aportado una sola idea más allá de sus buenas
intenciones y tal vez nunca lo haga, entre otras cosas porque no le dejen hacerlo.
Es base a lo expuesto, vuelvo al principio y me reafirmo en la idea de que me cuesta ser ecuánime al pronunciarme sobre este Papa y también, que no acabo de
entender el porque me agradan sus gestos y maneras cuando estas apuntan en contra de los aspectos que tanto censuro a la jerarquía católica.
Solo el tiempo y la
forma de ejercer el papado por parte de este presunto heredero de San Pedro nos aproximarán a la verdad que nos sea permitido conocer.
Sí, ya lo sé, he empleado el término 'presunto' y lo he hecho conscientemente, pero detenerme a razonar el por qué me apartaría de mi intención al escribir este artículo que, por
ahora, prefiero dar por concluido con este párrafo.
Alberto Soler Montagud
EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO, QUE LANCE LA PRIMERA PIEDRA. TODOS COMETEMOS ERRORES. TODOS NOS EQUIVOCAMOS. Y COMO DIJO CHAPLIN: "ERRAR ES HUMANO, PERO ECHARLE LA CULPA A LOS DEMÁS, ES MÁS HUMANO TODAVÍA." YO AGREGARÍA QUE LO IMPORTANTE ES RECONOCER QUE NOS HEMOS EQUIVOCADO,Y QUE ANTE TODO, DEBEMOS HACER UN ESFUERZO POR TRATAR DE ENMENDARNOS DE LAS COSAS MALAS O INCORRECTAS, QUE YA SEA POR MIEDO O PREJUICIO, COMETIMOS EN EL PASADO.
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