Muchas veces he censurado que la
Iglesia católica utilice su estatus para imponer a la sociedad española
sus modelos –de familia, de educación y tantos otros– en un ansia de
convertirse en paladín custodio de la moral de los ciudadanos. Sin embargo, en
mi artículo de esta semana –santa por cierto– voy a ser yo quien, por una vez,
se inmiscuya en la teología y quien opine sobre del cristianismo, tal y como
los obispos hacen, un día sí y otro también, al entremeterse en los
asuntos del César cuando deberían limitarse a darle a Dios lo que es de Dios. ¿O
es que acaso no tengo derecho a hablar de religión en un foro político tal cual
ellos hacen cuando interfieren en la vida política desde púlpitos y medios de
comunicación?
No hubo cristianismo antes de Pablo
Siempre he considerado al cristianismo –y en
especial al catolicismo– como una especie de franquicia; una multinacional
implantada en los cinco continentes que probablemente no fue fundada por
Jesucristo, sino por un tal Saulo de Tarso, hijo de padres judíos quien
cambió su nombre por el romano de Pablo cuando, después de haber sido sumo
sacerdote judío y perseguir encarnizadamente a los seguidores de Jesús por
herejes, se convirtió (y hasta inventó) a una nueva religión que aún nadie había
fundado.
Consideremos que en el judaísmo del siglo I, convivían
muchas tendencias entre las cuales, además de las corrientes ortodoxas, había
otras heterodoxas entre las que estaban los primitivos cristianos, un grupo que
aun carecía de una doctrina unificada hasta que, tres siglos después, el
emperador Constantino la impusiera.
El cristianismo es una franquicia
Analizado en frío, a la luz del Nuevo Testamento y
con la mayor objetividad posible, descubrimos que Pablo fue un hábil estratega,
un genio de la logística que pasó a convertirse de perseguidor en converso tras
'captar' algunas ideas de Jesús de Nazaret (a quien nunca conoció, aunque
sostuviera haber sido elegido 'directamente' por él) y propagarlas en
demarcaciones geográficas cada vez más lejanas, creando congregaciones que,
a modo de franquicias (Filipo, Tesalónica, Corinto...), formaron una red
de comunidades en la cuenca mediterránea, que Pablo controlaba a través de
cartas (o epístolas) que aun hoy son leídas en las iglesias cristianas.
La conquista de Roma
Pablo llevó a cabo una operación de marketing
impecable que culminó con la 'invasión' ideológica de Roma, una ciudad a la que
acudieron tanto Pedro (este sí que conoció a Jesús y fue su discípulo además de
apóstol) como él, para transformar el paganismo allí imperante en el
cristianismo que Constantino oficializó y legalizó en el año 313.
Como consecuencia de esta colonización cristianizadora (por llamarla de algún modo, pues aun no había evangelios ni el cristianismo existía como tal), fueron cristianizándose fiestas hasta entonces paganas (como puede comprobarse comparando un calendario actual con las festividades de la Roma precristiana así como como las de otras religiones paganas) y se impuso una nueva religión (que hoy conocemos como cristianismo) inventada por un perseguidor de seguidores de las enseñanzas de Jesús de Nazaret que un día, de camino a Damasco cayó de su caballo cuando vio la luz.
Hoy, Jesús repudiaría el catolicismo oficialista
Hay cuestiones que es casi imposible no plantearse:
¿Si en algún momento Jesús pensó en fundar una
religión diferente a la que conoció de pequeño y aprendió de sus padres –lo
que parece improbable, pues nunca dijo nada de abandonar el judaísmo y solo
propuso reformas– no habría dado instrucciones precisas al respecto? ¿Y si las
hubiera dado, habría pensado en una Iglesia organizada tal y como lo está el
catolicismo actual?
¿Fue Jesús o fue Pablo el responsable de que
cristianismo primitivo se separara de sus raíces judías primigenias? ¿Realmente
hay pruebas de que Jesús fundara una religión y una Iglesia?
La respuesta a la última pregunta apunta a un no
rotundo, sin embargo, los teólogos cristianos fundamentan que Jesús fundó el
cristianismo basándose (los católicos papistas) en que le dijo a Pedro: “…sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia”.
No obstante, la opinión de muchos teólogos y la simple y atenta lectura de los evangelios, informa de que aquello que Jesús entendía por cómo y donde adorar a Dios difería en la forma y en la esencia de lo que hoy se practica en el cristianismo.
Para Jesús, los seguidores de la nueva ‘religión’
no tenían necesidad de rendir culto a Dios en iglesias, templos y catedrales
faraónicas, sino dentro de sí mismos, al Dios que habita en el corazón
de las personas y no en la oscuridad, hipócrita e incoherente de la
magnificencia de los templos.
Colofón
Planteémonos
nuevas preguntas a modo de colofón:
¿Qué pretendía Jesús al rodearse de un puñado de
hombres y mujeres, gente sencilla, muchas veces pobres de solemnidad,
marginados por el sistema, ante los que predicó y criticó muchos aspectos de la
religión judaica de su tiempo?
¿Tal vez los que predicaba Jesús era lo mismo que hoy reclaman los teólogos progresistas del catolicismo que el
Vaticano abomina furibundamente?
Como ven ustedes, señores obispos, también quienes
solemos hablar y escribir de política, podemos adentrarnos en los recovecos de
la teología, e incluso dar nuestra opinión. Es lo que hoy he hecho, aunque al
final me llegue a plantear una duda: ¿Habré hablado de política, pese a todo,
al expresarme como lo he hecho en este artículo que ahora concluyo?
Alberto Soler Montagud
100% de acuerdo. Mi hipótesis es que existe una simbiosis entre la plutocracia y la organización católica: la primera ofrece dinero y poder, y la segunda ofrece mecanismos de control, dominación y sumisión. La fórmula perfecta.
ResponderEliminarMás que de acuerdo con usted, pues mis reflexiones sobre el montaje de las religiones, llegan más allá... Y, sobre todo, el propósito común de todas ellas es el sometimiento del ser humano utilizando el miedo ... Esta jugada les ha salido bien, hasta ahora. Y les salió bien porque no había ninguna comunicación entre los países. Hoy, con los avances tecnológicos, les resultaría IMPOSIBLE montar estos "numeritos" ...
ResponderEliminarMás que de acuerdo con usted.... El invento del numerito de las religiones, opacas todas ellas, está basado en controlar a las personas, infundiendo el miedo como arma principal.... Hoy hubiera sido imposible tanta mentira, gracias a la plena comunicación en todo el mundo. Efectivamente, el ser humano, debido a su espiritualidad natural, lleva en sí mismo la necesidad de creer en algo superior para sobrellevar la vida. Pero, como usted dice, Dios está en cada uno de nosotros, no en templos repletos de riquezas vergonzantes ...
ResponderEliminarEstando de acuerdo con lo expuesto, me parece increíble que sí se dé por cierta la existencia de Jesús, lo que lleva a muchos y a muchas a no creer en la Iglesia pero sí en las obras y en el pensamiento de Jesús.
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