La gota que colma ese vaso llamado
desencanto que los políticos –de uno y otro color– se empeñan en llenar cada
día, pudo ser la noticia que ayer destapó los veintidós millones de euros que Luis
Bárcenas guardó a buen recaudo en Suiza así como los sobresueldos que,
presuntamente, pago en negro a varios altos miembros del partido.
Nadie en
el PP ‘conoce’ a Bárcenas
La reacción del PP ha sido de
consternación, caras serias, una consigna de ‘no me consta’ repetida por unos y
otros como un mantra (ay esos asesores, cuan rápido trabajan y que poco
originales son) y un distanciamiento con el que durante años fuera el
responsable de las finanzas del partido y de quien ahora reniegan como Pedro
hiciera con Jesucristo. Para los altos cargos del PP, Bárcenas dejó de existir
hace tiempo –que cinismo– muy a pesar de que el ex tesorero mantenga, al menos
hasta ayer, una especie de despacho en Génova 13 y entre y salga en la sede de
los populares tantas veces como le
apetezca.
Putrefacción
en cadena
Ayer fue lo de Bárcenas. Anteayer
el ático marbellí de Ignacio González. Un día antes la éticamente cuestionable relación de Juan José Güemes con la empresa que se ha quedado con los
análisis clínicos que él privatizó siendo consejero de Sanidad. Todo ello aderezado con la entrada
de Esperanza Aguirre en la empresa privada o el incomprensible indulto a un
kamikaze homicida y la falta de una explicación convincente por parte de
Gallardón.
Rubalcaba
no se inmuta
No hace falta ser un lince para
saber que, dado el mal momento que atraviesa el partido en el Gobierno, se
debería haber activado una enérgica reacción por parte del principal partido de
la oposición. Una ocasión que un tibio y comedido Rubalcaba no ha sabido –no ha
podido, o no ha querido– aprovechar limitándose a comparecer ante los medios en
una rueda de prensa convocada con y en la que no admitió preguntas que cualquiera en su situación
habría disfrutado respondiendo.
La ausencia de una reacción comme il faut por parte del secretario
general socialista ante la situación de extrema gravedad que afecta al PP y a la
credibilidad de los ciudadanos los políticos quienes depositaron su confianza a
través de las urnas, es incomprensible, es inexplicable y ha sido cuestionada
desde distintas federaciones socialistas que ayer se pronunciaron con críticas
muy duras al PP que contrastaban con la tibia indiferencia de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Preguntas
sin respuesta
¿Por qué no ha reaccionado
Rubalcaba con la energía que lo habría hecho cualquier otro político en su lugar?
¿Por qué se ha limitado a pedir "explicaciones", y
como mucho, la dimisión del ministro de Hacienda “'si se demuestra que el señor
Bárcenas utilizó la amnistía fiscal para blanquear dinero negro del PP”?
¿Por qué el señor Rubalcaba no ha entrado en sintonía con los miles
de manifestantes que ayer se manifestaron ante las sedes del PP de varias
ciudades españolas y expresaron su protesta por los escándalos que enmugrecen un
panorama político revestido de una grasienta pátina de corrupción?
Si la tibieza de Rubalcaba respondiera a un acto de ineptitud,
la rechazaría de pleno.
Si fuera una estrategia, no la compartiría de ningún modo.
Pero si fuera la consecuencia de un cómplice pacto de silencio –como algunos maledicientes insinúan y a quienes me resisto a creer–, cabría pensar que la gota que ha colmado ese vaso llamado desencanto que mencionaba al principio de este artículo, no es solo la que el señor Bárcenas ha vertido a través de su inmensa fortuna en Suiza.
Si fuera una estrategia, no la compartiría de ningún modo.
Pero si fuera la consecuencia de un cómplice pacto de silencio –como algunos maledicientes insinúan y a quienes me resisto a creer–, cabría pensar que la gota que ha colmado ese vaso llamado desencanto que mencionaba al principio de este artículo, no es solo la que el señor Bárcenas ha vertido a través de su inmensa fortuna en Suiza.
Alberto Soler Montagud
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