Mi amigo Víktor, poeta, me envió, no hace mucho, un poema perteneciente a su obra "HUÉRFANOS AÚN" (Ed. Baile del Sol / Fecha prevista de publicación octubre 2010) como respuesta a unas imágenes que compartimos y en las que se mostraba la lapidación de una niña-mujer musulmana.
No pudiendo reprimir la necesidad de modificar el poema de Víktor, me puse en la tarea y se lo devolví después de hacerle unas "tachaduras" y añadirle nuevas palabras hasta llegar a configurar un nuevo poema, complementario del suyo y surgido desde la inspiración de Víktor como un canto a la esperanza.
"Y REACCIÓN" (en este caso, mi "reacción" ante un poema que me hizo sentir dolor y rabia) es un añadido que me reitera en el recién adquirido habito de modificar lo que Víktor escribe. Sé que sabrá disculparme.
Gracias Víktor.
A PEDRADAS
A pedradas, a pedradas.
Ella grita, grita. Y nos crecemos.
La horda sabe lo que hay que hacer.
A pedradas, a pedradas.
Arrinconada. A pedradas.
A pedradas cae. A pedradas.
Y se arruga, moribunda.
A partir de ahora, cansados
de lanzar piedras contra un cuerpo sin fuerzas,
derrotado, sin resistencia,
a partir de aquí,
quietos, resoplando,
miramos, brevemente, a la ajusticiada.
Brevemente. El aire se espesa.
El sol, arduo, ilumina su miserable cuerpo,
inmóvil, desnudo, afeado en las magulladuras.
La miramos sofocados, orgullosos y vencedores.
Queda restaurada
la virtud del esposo, del patriarca, del terrateniente.
Y la pécora, mancha de huesos y sangre,
a pedradas, a pedradas,
se ovilla y desaparece.
Es la ley. Y con ella a las espaldas, retornamos al orden
del día. A las labores. Y no hay entre
nosotros ningún comentario,
ningún temblor.
Ni una palabra.
Ningún temblor: ¿Queda claro?
Víktor
LA PIEDAD – ACCIÓN (Y REACCIÓN)
A besos, a besos y no a pedradas.
Ella grita, de júbilo,
Y ellos no la entienden. Y ellos no lo entienden.
¿Besos? ¿Júbilo?
La horda no sabe porque lo hacen
¿Porqué con abrazos y no a pedradas?
¿Por qué no a pedradas, como siempre?
Y allí esta ella,
Acurrucada, arropada
Abrazada, respetada
Sonríe, rubicundas sus mejillas,
Agradecidas, reconfortadas.
A partir de ahora,
cansados de lanzar piedras contra cuerpos sin fuerzas,
la horda se ve derrotada, sin resistencia.
Y quedan quietos, resoplando,
mirando hacia dentro.
¿Arrepentidos?
Y el aire que era espeso,
Es aire límpido que ilumina unos miserables cuerpos.
Cuerpos miserables, arrepentidos.
Arrepentidos y desnudos.
Afeados en las magulladuras que antaño infligieron a pedradas.
Sí, a pedradas contra otros cuerpos
como el que ahora abrazan.
Y no lo entienden. Y no la entienden.
Y allí esta ella,
Acurrucada, arropada
Abrazada, respetada
La miran reconfortados, orgullosos, vencedores.
Restaurada la dignidad de la mujer,
libre de la imposición del esposo, del patriarca, del terrateniente.
Lo que antes fueron huesos y sangre,
mancillados a pedradas,
se desvanecen ahora.
Por ley de la razón,
Por la ley del respeto,
Por la ley del amor.
Y con el amor, el respeto y la razón a sus espaldas,
Retornan al orden del día.
Retoman las labores.
Y no hay más sentimiento que el dolor.
El dolor en el recuerdo, de cuando, sin palabras,
renunciaban al amor.
A pedradas,
A pedradas.
Alberto
"el no saber cargado de compasión..."
ResponderEliminargracias querido Alberto, por avivar la esperanzita en la humanidad, por la complicidad.
Que nos disculpe Chantal Maillard, por aprovechar desde su palabra dada la posibilidad de hermanar tu decir sobre el decir mío, que es en lo suficiente nuestro conversar.
un abrazo grande
Viktor
P.D.: "Anhelo un corazón más sabio que el mío para descansar en él"