domingo, 16 de mayo de 2010

EL PODER JUDICIAL HACE AGUAS




"Las lágrimas del juez Garzón son hoy mis propias lágrimas"

(José Saramago)


La imagen que la justicia española proyecta al exterior tras suspender de funciones al juez Baltasar Garzón (reconocido internacionalmente por su valentía al investigar los crímenes de lesa humanidad perpetrados por algunas dictaduras latinoamericanas) puede quedar en entredicho cuando los cargos que sobre él recaen, proceden de una querella presentada por dos organizaciones ultraderechistas que le acusan de atribuirse competencias ‘que no poseía’ para investigar los crímenes cometidos por el franquismo.

Por si fuera poco su ensañamiento, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha decidido en un tiempo récord notificar su suspensión a Garzón así como 'aplazar' su pronunciamiento sobre su solicitud de traslado al tribunal de La Haya donde ha sido reclamado como consultor externo.

Respecto a las recientes y cuestionadas investigaciones del polémico juez, los más rancios conservadores argumentan con cinismo la conveniencia de “no reabrir viejas heridas del pasado” cuando lo que en realidad consiguen es borrar de un plumazo la memoria histórica, obstaculizar el reconocimiento de todas las víctimas de la Guerra Civil (fueran de un bando o de otro) y, sobre todo, las purgas que siguieron a la victoria de las tropas franquistas.

El premio Nobel José Saramago ha declarado que la suspensión de funciones del juez Baltasar Garzón ha sido "una de las noticias más tristes que he recibido nunca" en contraste con lo que fue "una de mis mayores alegrías cuando Pinochet fue procesado".

El trasfondo de lo que está sucediendo pone de nuevo en la palestra la necesidad de una reforma que confiera completa neutralidad al CGPJ y aleje del debate político a sus miembros y al propio órgano, al tiempo que se restrinja la capacidad de los partidos para intervenir en su renovación.

Habría que plantearse las reformas que sería necesario emprender para otorgar la deseable neutralidad a un estamento que tiende descaradamente al conservadurismo más rancio.

No hace mucho que leí algo sobre el riesgo de que un ‘Estado de derecho’ pueda llegar a convertirse en un ‘Estado de derechas’. Y ahí es donde encaja el juez Garzón, un paladín del narcisismo, la ambición y la egolatría según sus detractores (¿acaso el mejor cirujano del mundo dejaría de ser un buen profesional solo porque estuviera ‘encantado de haberse conocido’?) que se ha atrevido a llevar hasta las últimas consecuencias lo que él entiende por Estado de Derecho, en oposición frontal al tradicional conservadurismo que caracteriza a sus compañeros de estamento. Un juez que se ha atrevido a juzgar las tropelías de varias dictaduras y que ha sido capaz de poner los puntos sobre las íes a la más pura esencia del franquismo. O lo que es lo mismo, un 'traidor molesto’, una 'mosca cojonera' a la que había que sacar cuanto antes del poder judicial.

Confiemos que la verdad, la razón, la justicia y el tiempo pongan al juez Garzón en su sitio y que la neutralidad y la cordura se instalen como norma y costumbre en uno de nuestros más controvertidos poderes.

1 comentario:

  1. Curioso,curioso. De esta manera se ve claro donde esta el poder, y cuanto tiene que esconder para seguir siendolo.

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