lunes, 17 de mayo de 2010

AQUÍ NO HAY QUIEN VIVA




La metáfora del PP y la comunidad de vecinos.

A mi amigo David, valenciano de nacimiento aunque haya residido media vida en Venezuela, le cuesta entender algunas de nuestras formas de actuar a pesar de que lleva ya entre nosotros varios años disfrutando de su holgada y merecida jubilación.

Ayer me telefoneó David para contarme dos anécdotas relacionadas con su comunidad de vecinos, así como también para plantearme una cuestión de índole político sobre la que quería conocer mi opinión.

Según me dijo, en una reciente junta de vecinos, se le recriminó a un copropietario que se ejerciera la prostitución en un piso que tiene alquilado, por las molestias que el trasiego de clientes ocasionaba a la vecindad. El propietario en cuestión argumentó, sin inmutarse, que "no le constaba que se hiciera nada ilegal en su vivienda" y que, aunque así fuera, "solo respondería, previa denuncia y tras la sentencia de un juez", pues "mientras a él le pagaran su alquiler religiosamente, nada quería saber del asunto".

Otro de los copropietarios (esta vez en relación a la rehabilitación de la fachada del edificio), manifestó que "solo le interesaba lo que ocurriera de puertas adentro de su casa y que se desentendía de cualquier asunto que pudieran plantear sus convecinos".

Acto seguido, David me preguntó si había oído las recientes declaraciones de Mariano Rajoy: "apoyaré a Francisco Camps, diga lo que diga la justicia", y luego me pidió que opinara no solo sobre lo dicho por el líder del PP sino acerca de todo lo que acababa de contarme. Yo le ofrecí mi más sincera opinión, aunque no pude establecer ningún nexo entre lo que ocurría en su alborotada comunidad y las declaraciones del político.

El resto del día le estuve dando vueltas al asunto hasta que, justo cuando iba a pagar en el supermercado, comprendí que mi amigo David había recurrido a una metáfora en la que la comunidad de vecinos representaba al Partido Popular, y sus insolidarios vecinos, a esos líderes que últimamente se prodigan en litigios con la justicia por corruptelas varias.

El primer vecino (el presunto proxeneta indirecto) se me antojó como un alto cargo del partido a quien no le importan las irregularidades cometidas en su ámbito de competencia (un trato de favor, una recalificación de dudosa legalidad, una deferencia con un amigo del alma) siempre y cuando no haya un juez que dicte una sentencia condenatoria y, por encima de todo, siempre que él obtenga un beneficio en forma de regalos o comisiones.

Al segundo vecino lo equiparé con esos insensibles dirigentes políticos que, siendo conscientes de las ilegalidades que se perpetran en su entorno, se limitan a vivir 'de puertas adentro', ajenos a la realidad y dispuestos a no mover ni una sola pieza con tal de que sus pingües beneficios (prebendas, de nuevo regalos y , tal vez, comisiones) queden a salvaguarda.

Finalmente, Mariano Rajoy se me representó como un insulso y poco expeditivo presidente de comunidad de vecinos que es consciente (sin hacer nada por evitarlo) de que algunos miembros de su junta vecinal se llenan los bolsillos con comisiones procedentes del mantenimiento del edificio que arbitrariamente adjudican al mejor postor. Un presidente que teniendo algunas cosas que ocultar, no denunciará nunca a la junta corrupta por miedo a que alguno de sus miembros ponga en marcha el ventilador y esparza mierda por todos lados.

Solo cuando salí del supermercado entendí y compartí la irritación de mi amigo David, así como admiré su sutileza al exponer de un modo tan didáctico una situación susceptible de critica y análisis detallado.

Ahora, me debato entre dos opciones, ¿Debería recomendarle a mi amigo que cambien los estatutos de su comunidad o tal vez tendría sugerirle que venda el piso y regrese de nuevo a Venezuela?

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