Hasta hace bien poco no eran muchos quienes conocían de la existencia del profesor Jesús Neira, un hombre que de la noche a la mañana se convirtió en héroe nacional por obra y gracia de su agresión sufrida en agosto de 2008, y que le mantuvo en estado de coma durante más de dos meses tras salir en defensa de una mujer víctima de malos tratos.
La imagen pública de Neira dio un espectacular salto a la fama y en muy poco tiempo fue objeto de incontables homenajes por parte de los más numerosos y dispares medios e instituciones. Tanto fue así que la presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre tuvo a bien ofrecerle, en una precipitada decisión, la presidencia del Consejo del Observatorio Regional de Violencia de Género.
Todo parecía ir sobre ruedas al ya famoso profesor mientras poco a poco recuperaba su salud y su notoriedad y prestigio crecían como la espuma.
Pero el aura de valiente bonhomía que hasta entonces adornaba su existencia comenzó a desvanecerse casi al mismo tiempo que el individuo en cuestión empezó a hablar y a prodigarse con unas desafiantes y pendencieras declaraciones con las que renegaba de la Constitución y la democracia desacreditando a todo aquél que no pensara como él.
Acababa de ver la luz un nuevo profesor Neira (¿a caso no sería ya así antes de entrar en coma?), ultraderechista donde los haya, afanoso por obtener una licencia de armas y crítico con la Constitución ("la Carta Magna de 1978 fue una anormalidad democrática"). El nuevo profesor comenzó a mostrarse con un carácter paradójicamente violento y un talante chulesco y agresivo que inundaba de una bazofia verbal, impropia de un docente universitario, el panorama mediático que poco antes le había encumbrado.
Como consecuencia de esta metamorfosis (insisto de nuevo en la duda de si Jesús Neira podría ser ya así antes de sufrir la agresión que le llevó al coma) son muchos quienes ahora lo rechazan y piden a gritos su cese en el cargo con que Aguirre premió su acto de valentía como único e insuficiente mérito para hacerle acreedor de la presidencia que ahora ostenta (una virtud de merecimiento similar a la que recientemente ha permitido nombrar asesor del PP en materia de justicia a Juan José Cortés, padre de la tristemente famosa niña asesinada siete meses antes de que Jesús Neira fuera agredido).
Tras las declaraciones de Jesús Neira en la emisora de radio propiedad de Jiménez Losantosen las que recurría al insulto fácil y chabacano (“tonto”, “estúpido”, “payaso”, “impotente”, “gentuza") para descalificar al secretario general de los socialistas madrileños Tomas Gómez, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que adolece de la dignidad que se le presupone a quien ostenta un cargo publico como él.
Y más aun tendríamos que decir de su desmesurado afán por obtener una licencia de armas("es un derecho y una libertad a la que cualquier ciudadano debe poder acceder"), un motivo de peso para calificar como absurda su designación en un cargo que lucha contra la violencia y sobre todo exigir cuanto antes su destitución del mismo.
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