viernes, 19 de marzo de 2010

LA SEXUALIDAD DEL CLERO Y EL CELIBATO






Aunque cada vez son más frecuentes los escándalos sexuales que, con importante repercusión mediática, atañen a miembros del clero (sobre todo la pederastia, aunque también se ha dado recientemente el caso de un cura rural que ofrecía sus servicios sexuales a través de Internet), la controvertida sexualidad de estos hombres de Dios siempre ha estado presente en la historia de la iglesia Católica.

Sin caer en la fácil demagogia de generalizar y extender al conjunto del clero aquellos casos de abuso que casi a diario aparecen en los medios de comunicación, parece oportuno reflexionar sobre dos aspectos asociados a este fenómeno.

Por un lado, la acostumbrada y oscurantista estrategia de la iglesia Católica cuando, tras una denuncia de pederastia por parte de uno de sus miembros, primero la ignora, luego la oculta y más tarde se limita a cambiar de parroquia al sacerdote denunciado obviando la preceptiva denuncia del caso ante un juzgado civil. Es una sistemática de actuación que siempre ha contado con el beneplácito del Vaticano (no hay mas que recordar el decreto dictado por el actual pontífice, cuando era el responsable de la doctrina de la fe, según el cual se auspiciaba que los delitos relacionados con la sexualidad del clero se mantuvieran ocultos).

En segundo lugar destaca la irremediable asociación (para algunos con rango de causa-efecto) entre la sexualidad del clero y el celibato establecido en el en el Concilio de Trento (siglo XVI) como una práctica obligatoria de la que no encontramos fundamentos históricos en las fuentes del cristianismo primitivo.

Muy lejos de proponer la obligatoriedad del matrimonio a los sacerdotes (sería un absurda imposición que posicionaría a sus defensores en línea con la practica dictatorial de la iglesia Católica), se impondría auspiciar, por pura lógica acorde con la condición sexual inherente al ser humano, la voluntariedad del celibato, tal y como defienden muchos teólogos no fundamentalistas. Es decir, concederle al sacerdote la libertad de decidir si quiere o no quiere vivir en celibato. Esto es algo que no solo ayudaría a paliar la tan cacareada crisis vocacional que azota a la iglesia Católica sino también a normalizar una conflictiva situación que sin duda existe, ha existido y existirá por los siglos de los siglos.

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