sábado, 6 de marzo de 2010

ENAJENACIÓN MENTAL TRANSITORIA

(o un tremendo chute de nostalgia)





Definitivamente no me gustan los domingos. Los considero unos días tontos en los que me dedico a leer mientras escucho música o bien a descansar con el portátil siempre a mano. Sin embargo, el de hoy ha sido un domingo distinto, un domingo, sin duda, singular por lo insólito.


Ya de entrada, esta mañana he prescindido de mi habitual sesión dominical de música clásica y su lugar he dado rienda suelta a un inesperado arrebato de nostalgia que me ha incitado a recuperar un disco de Raimon que hace años no oía: 1966, Raimon a L'Olympia. Y a este le han seguido varios más, en concreto Lluis Llach, Víctor Jara y Quilapayún.


Mi mujer me ha mirado con extrañeza al constatar como dejaba a un lado la novela de Henning Mankell que estoy leyendo estos días (con mucho interés, debo reconocerlo) aunque sobre todo, al ver mi enfermiza sonrisa de satisfacción (por la noche me ha reconocido que así fue como se le antojó) cuando, tras ardua búsqueda, he dado en el fondo del baúl con un fardo de viejas revistas atadas con cinta roja y un cursi lazo como remate.


- ¿Que es eso que llevas ahí? - me ha preguntado extrañada al ver como me dirigía al salón con las revistas bajo el brazo.


- “Si els fill de puta volaren no veuríem mai el sol” - le he respondido sumiéndola en el mayor de los desconciertos.


Acto seguido me he sentado en mi sillón favorito dispuesto a hojear una colección de revistas censuradas de los años setenta que atesoré con paciencia gracias a la ayuda de un buen amigo, kioskero para más señas, de quien nunca he vuelto a saber. Media docena larga de ejemplares de Triunfo y dos Cambio 16 eran todo mi tesoro.


A la hora de comer mi mujer me ha vuelto a hablar maldisimulando una más que evidente preocupación.


- Te encuentro raro esta mañana ¿Acaso ocurre algo?


- “Si els fill de puta volaren no veuríem mai el sol” - he vuelto a decir como quien repite una letanía sin sentido.


Ya por la tarde me he decidido salir a la calle. Tenía idea de dar un paseo. Aunque no hacia mucho frío, me ha apetecido ponerme una trenka que aun conservo de mis años de facultad y, movido por un raro impulso, he recorrido el trayecto (que aun recordaba bien) de algunas manifestaciones (ilegales y con carreras al final) a las que asistí hace ya muchos años. Luego me he puesto a callejear por el Carmen y una zona del casco antiguo que frecuenté en mis tardes-noches de principio de los setenta. Al llegar a la calle En Blach número 6, me he detenido para contemplar con interés la fachada de lo que en su día fue el Xerea y, poco más tarde, he podido confirmar, algo apesadumbrado, que Tres Tristes Tigres y la Casa Vella no eran mas que un nostálgico recuerdo a pesar de mi ilusión porque ambos locales siguieran allí, impasibles al paso del tiempo y aguardando a que yo atravesara de nuevo sus puertas tal y como hice tantas y tantas veces.


Al hacerse ya de noche, he retomado mi camino de regreso a casa con un tremendo chute de nostalgia metido en el cuerpo.


- ¿Te apetece que pongamos una “peli” esta noche? - me ha dicho mi mujer, sin duda para animarme y con un semblante que no ocultaba la zozobra que mi actitud le ocasionaba.


Ha sido justo entonces cuando, totalmente fuera de mis cabales, le he ofrecido la única explicación que era capaz de darle como vano intento de justificar una enajenación de la que, también yo, era plenamente consciente.


- “Si els fill de puta volaren no veuríem mai el sol” – he dicho por tercera vez antes de proseguir con mi inconexa perorata – "Però, a pesar que esta setmana han alçat el seu vol com antany ho feren, el sol no s'ha ocultat sinó, mes bé, ha brillat amb un fulgor tan intens que m'ha ajudat a recuperar la memòria de la meua nostàlgia, la memòria d'un temps que afortunadament no tornarà per mes que ells s'encaboten".


Había perdido el juicio y, aunque me diera cuenta de ello, era incapaz de hacer nada por evitarlo.


Después de la cena, mientras rebuscaba en mi desordenada cineteca a fin de dar con alguna película de Pasolini, mi mujer ha aprovechado (sin que yo me diera cuenta y como más tarde me confesaría) para llamar a mi psiquiatra de siempre antes de que yo le propusiera celebrar una agradable sesión privada (con cineforum incluido) en el salón donde tenemos el plasma.


Casi a la una de la madrugada, y una vez concluido un debate a dos tras de visionar Uccellacci e uccellini, nos hemos ido a la cama, no sin que antes se me anunciara (con mucho tiento, eso sí) que el psiquiatra que me había tratado en mi última crisis de despersonalización mostraba cierto interés por visitarme de nuevo. Concretamente a las seis de la tarde del día siguiente.


Y yo, sin poner objeción alguna, le he dado un beso de buenas noches a mi santa esposa antes de apagar la luz.


DEDICATORIA


Este articulo va dedicado a quienes, como yo, se han visto transportados en el tiempo hasta unos años de infausta dictadura (y a pesar de ello, llenos de los nostálgicos recuerdos de nuestra lucha por las libertades) y se han sentido tan sorprendidos como indignados después de conocer la noticia de la censura con la que la Diputación de Valencia ha eliminado de un plumazo diez fotos de la exposición "Fragments d'un any. Fotoperiodistes valencians 2009", organizada por la Unió de Periodistes.

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