Tras conocer la declaración de bienes de los diputados del PP valenciano no tengo mas remedio que asumir que ser de derechas ya no es sinónimo de solvencia económica. Es pues hora de cambiar los viejos clichés para adaptarse a una nueva realidad social.
En este nuevo orden nacido de la transparencia patrimonial de los populares, puedo al fin entender (y hasta justificar) que Francisco Camps, con un escuálido patrimonio de 2.294 euros en el banco, la mitad de un piso de 110.339 euros y un coche con 15 años de antigüedad, no pudiera pagarse aquellos polémicos trajes de Milano. Que injusto fui cuando le critiqué por aceptar las dádivas de un amigo del alma que solo pretendía investir de dignidad a un hombre que nos representaba a todos los valencianos. Aquella obra de caridad no fue cohecho, ahora lo veo claro, sino solo un acto de neutral y justa honestidad por parte de Correa y el Bigotes.
Que falta de delicadeza la mía cuando enjuicié la opulencia de nuestros honrados políticos de derechas. Ahora lo sé. Tan solo era una fachada que ocultaba la luctuosa pobreza con la que convivían en estoico silencio. Sin duda, los carísimos pelucos que lucían en sus muñeca, los coches de lujo que conducían y la ropa cara que tan bien les sentaba no eran mas que vulgares imitaciones o, en el mejor de los casos, dádivas de ricos verdaderos que pretendían ensalzar la dignidad de unos servidores públicos que, sin duda, consagraban sus sueldos íntegros para sufragar unos gastos que su moral les impedía cargar al erario publico.
Desde aquí proclamo mi admiración por los políticos del PP, unos honrados profesionales de la gestión pública que han demostrado saber sobrellevar con encomiable pundonor su ahora proclamada y demostrada pobreza.
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