Ayer día 11 de mayo de 2009 la ministra de sanidad Trinidad Jiménez anunció que a partir del próximo otoño la "píldora del día después" (PDD) podrá venderse en las oficinas de farmacia sin necesidad de receta ni límite de edad.
La ministra manifestó que el Gobierno no quiere que este fármaco sea considerado como "un método anticonceptivo más" y que con esta disposición solo se pretende facilitar el acceso a una píldora que, insistió, debe ser considerada solo como una "fórmula anticonceptiva de emergencia".
La ministra manifestó que el Gobierno no quiere que este fármaco sea considerado como "un método anticonceptivo más" y que con esta disposición solo se pretende facilitar el acceso a una píldora que, insistió, debe ser considerada solo como una "fórmula anticonceptiva de emergencia".
Según la ministra Jiménez, el levonorgestrel (principio activo del medicamento en cuestión que en España se comercializa con los nombres de Norlevo y Postinor) carece de contraindicaciones clínicas y de efectos secundarios.
También negó que por su mecanismo de acción pueda ser considerado como un abortivo.
También negó que por su mecanismo de acción pueda ser considerado como un abortivo.
Sin ánimo de analizar esta noticia desde una perspectiva que vaya más allá de un planteamiento puramente científico quisiera hacer, única y exclusicamente como médico, una serie de matizaciones.
El levonorgestrel es una progestina sintética biológicamente activa cuyo uso sí que puede ocasionar (como casi todos los medicamentos) la aparición de efectos secundarios. El más frecuente consiste en la aparición de vómitos ( en más de una de cada diez usuarias) que aunque inofensivos, si se presentan antes de que el levonorgestrel se haya absorbido es muy probable que el fármaco se elimine junto con el contenido gástrico perdiendo así su efectividad. Este es el motivo por el que muchos protocolos aconsejan la toma de un antiemético junto con la administración de la PDD.
Pero...
¿Sabrán esto las chicas que acuden precipitadamente a una farmacia para comprar la PDD?
¿Será el mancebo auxiliar de la farmacia la persona más adecuada para informarles de los protocolos terapeuticos pertinentes?.
Rizando el rizo de lo absurdo puede darse el caso de que una mujer compre sin receta y sin problemas un envase de levonorgestrel y sin embargo se le exija la receta de un facultativo para adquirir el Primperán o el Motilium con el que prevenir los vómitos a los que antes hacía alusión.
La dispensación anónima de la PDD, sin límite de edad y sin receta médica, lleva implícita la renuncia a que su uso quede registrado en la historia clínica de la paciente.
Es más, podría ocurrir que una mujer llegara a tomar más de una docena de PDD en el transcurso de un año (estaría utilizando como anticonceptivo habitual una médicación exclusiva para emergencias) sin que ningún facultativo estuviera al corriente de ello ni por tanto pudiera ayudarle a escoger el método anticonceptivo más adecuado a su frecuencia y tipo de relaciones sexuales mantenidas.
(3)
La "tranquilidad" que supondría poder obtener la PDD en cualquier oficina de farmacia sin preguntas ni necesidad de receta podría a su vez fomentar que las mujeres más jóvenes (y sobre todo aquellas más proclives a mantener relaciones ocasionales y/o fortuitas) bajasen la guardia a la hora de tomar medidas preventivas para evitar embarazos no deseados.
También habría que contemplar este riesgo en aquellas relaciones en las que se decidiera prescindir del condón para obtener más placer a través de un contacto más íntimo.
Consideremos que el preservativo (hoy por hoy el método anticonceptivo más utilizado por los jóvenes) no solo sirve para evitar embarazos no deseados. También actua como una eficaz barrera que dificulta la propagación de las enfermedades de transmisión sexual.
De todo lo anterior podríamos concluir que con esta disposición del Ministerio de Sanidad, el papel del médico quedará relegado a un lamentable segundo plano cuando las instrucciones para un correcto uso de la PDD queden relegadas a los farmacéuticos (en el mejor de los casos) o bien a los auxiliares de farmacia (muchos de ellos proclives a sentirse médicos apenas se ven con la bata blanca puesta).
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El levonorgestrel es una progestina sintética biológicamente activa cuyo uso sí que puede ocasionar (como casi todos los medicamentos) la aparición de efectos secundarios. El más frecuente consiste en la aparición de vómitos ( en más de una de cada diez usuarias) que aunque inofensivos, si se presentan antes de que el levonorgestrel se haya absorbido es muy probable que el fármaco se elimine junto con el contenido gástrico perdiendo así su efectividad. Este es el motivo por el que muchos protocolos aconsejan la toma de un antiemético junto con la administración de la PDD.
Pero...
¿Sabrán esto las chicas que acuden precipitadamente a una farmacia para comprar la PDD?
¿Será el mancebo auxiliar de la farmacia la persona más adecuada para informarles de los protocolos terapeuticos pertinentes?.
Rizando el rizo de lo absurdo puede darse el caso de que una mujer compre sin receta y sin problemas un envase de levonorgestrel y sin embargo se le exija la receta de un facultativo para adquirir el Primperán o el Motilium con el que prevenir los vómitos a los que antes hacía alusión.
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La dispensación anónima de la PDD, sin límite de edad y sin receta médica, lleva implícita la renuncia a que su uso quede registrado en la historia clínica de la paciente.
Es más, podría ocurrir que una mujer llegara a tomar más de una docena de PDD en el transcurso de un año (estaría utilizando como anticonceptivo habitual una médicación exclusiva para emergencias) sin que ningún facultativo estuviera al corriente de ello ni por tanto pudiera ayudarle a escoger el método anticonceptivo más adecuado a su frecuencia y tipo de relaciones sexuales mantenidas.
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La "tranquilidad" que supondría poder obtener la PDD en cualquier oficina de farmacia sin preguntas ni necesidad de receta podría a su vez fomentar que las mujeres más jóvenes (y sobre todo aquellas más proclives a mantener relaciones ocasionales y/o fortuitas) bajasen la guardia a la hora de tomar medidas preventivas para evitar embarazos no deseados.
También habría que contemplar este riesgo en aquellas relaciones en las que se decidiera prescindir del condón para obtener más placer a través de un contacto más íntimo.
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Consideremos que el preservativo (hoy por hoy el método anticonceptivo más utilizado por los jóvenes) no solo sirve para evitar embarazos no deseados. También actua como una eficaz barrera que dificulta la propagación de las enfermedades de transmisión sexual.
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De todo lo anterior podríamos concluir que con esta disposición del Ministerio de Sanidad, el papel del médico quedará relegado a un lamentable segundo plano cuando las instrucciones para un correcto uso de la PDD queden relegadas a los farmacéuticos (en el mejor de los casos) o bien a los auxiliares de farmacia (muchos de ellos proclives a sentirse médicos apenas se ven con la bata blanca puesta).
POSIBLES PELIGROS DERIVADOS DE LA VENTA LIBRE DE LA PDD
Independientemente de que la venta del levonorgestrel sea una realidad en países tales como Francia, Bélgica, Reino Unido, Dinamarca, Luxemburgo o Estados Unidos, quiero manifestar que, como médico, no termino de compartir la decisión que en materia sanitaria acaba de tomar el Gobierno socialista.
Y no porque esté en contra del uso de la PDD.
Más bien al contrario, pués soy partidario de utilizar cualquier herramienta terapéutica que ayude a resolver problemas en materia de salud, como es el caso del levonorgestrel que, dicho sea de paso, he prescrito en incontables ocasiones muchas de ellas en contra de la opinión de alguno de mis colegas.
Los peligros que intuyo pueden simplificarse en dos sencillos epígrafes:
1- Que la PDD deje de ser una medicamento reservado para situaciones de emergencia y pase a convertirse en un remedio anticonceptivo de uso habitual en detrimento del preservativo.
2- Que como consecuencia de lo anterior se produzca un incremento significativo de la incidencia de las enfermedades de transmisión sexual.
Y no porque esté en contra del uso de la PDD.
Más bien al contrario, pués soy partidario de utilizar cualquier herramienta terapéutica que ayude a resolver problemas en materia de salud, como es el caso del levonorgestrel que, dicho sea de paso, he prescrito en incontables ocasiones muchas de ellas en contra de la opinión de alguno de mis colegas.
Los peligros que intuyo pueden simplificarse en dos sencillos epígrafes:
1- Que la PDD deje de ser una medicamento reservado para situaciones de emergencia y pase a convertirse en un remedio anticonceptivo de uso habitual en detrimento del preservativo.
2- Que como consecuencia de lo anterior se produzca un incremento significativo de la incidencia de las enfermedades de transmisión sexual.
POSIBLES SOLUCIONES
Se debería potenciar la información y la educación para la salud en materia de educación sexual en aquellos tramos de edad y población en los que las relaciones sexuales ocasionales o fortuitas son más frecuentes.
Igualmente habría que instruir a estos grupos acerca del carácter excepcional y "solo para situaciones de emmergencia" del levonorgestrel así como aconsejarles acerca del tipo de medidas anticonceptivas más adecuadas a sus necesidades.
Sugiero que la dispensación de la PDD (que incluso podría ser gratuita) se lleve a cabo en los servicios de urgencias de los Centros de Salud de Atención Primaria, siempre bajo la supervisión de un profesional sanitario instruido al respecto y registrando la prescripción en la historia clínica de la paciente.
En el supuesto de que la propuesta del Ministerio de Sanidad progrese finalmente, sería interesante (y hasta necesario) que con cada venta de la PDD, el farmacéutico registrara en una base de datos al menos la edad de la mujer que la solicita.
Sin este dato sería imposible llevar a cabo ningún tipo de estudio concluyente para demostrar si la venta libre de levonorgestrel llega a reducir el número de abortos practicados en determinados tramos de edad tal y como se pretende con esta medida.
Como podéis comprobar, la polémica está servida.
Por cierto, he comprobado que la práctica totalidad de vuestros comentarios me los enviais por correo electrónico.
¿Por que no os animáis a publicarlos en el blog?
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Se debería potenciar la información y la educación para la salud en materia de educación sexual en aquellos tramos de edad y población en los que las relaciones sexuales ocasionales o fortuitas son más frecuentes.
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Igualmente habría que instruir a estos grupos acerca del carácter excepcional y "solo para situaciones de emmergencia" del levonorgestrel así como aconsejarles acerca del tipo de medidas anticonceptivas más adecuadas a sus necesidades.
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Sugiero que la dispensación de la PDD (que incluso podría ser gratuita) se lleve a cabo en los servicios de urgencias de los Centros de Salud de Atención Primaria, siempre bajo la supervisión de un profesional sanitario instruido al respecto y registrando la prescripción en la historia clínica de la paciente.
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En el supuesto de que la propuesta del Ministerio de Sanidad progrese finalmente, sería interesante (y hasta necesario) que con cada venta de la PDD, el farmacéutico registrara en una base de datos al menos la edad de la mujer que la solicita.
Sin este dato sería imposible llevar a cabo ningún tipo de estudio concluyente para demostrar si la venta libre de levonorgestrel llega a reducir el número de abortos practicados en determinados tramos de edad tal y como se pretende con esta medida.
Como podéis comprobar, la polémica está servida.
Por cierto, he comprobado que la práctica totalidad de vuestros comentarios me los enviais por correo electrónico.
¿Por que no os animáis a publicarlos en el blog?
Muy interesante el artículo, comparto tu punto de vista plenamente!
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