INTRODUCCION
El pasado 17 de marzo Benedicto XVI manifestó su postura sobre el uso del preservativo en la lucha contra el sida. Y lo hizo en un acto público en Camerún en el curso de una visita pastoral al continente africano.
Según el líder de la iglesia Católica "el preservativo no aporta nada positivo en la lucha contra el sida en África, más bien al contrario aumenta el problema".
Una manifestación de esta índole, hecha con tan irresponsable contundencia y pronunciada en una región donde el sida azota a sus habitantes con una prevalencia de más del 30% en alguno de sus países, no puede contemplarse mas que como un desafío a la lógica y un ataque frontal contra la salud pública, sobre todo cuando se da la circunstancia de que el responsable de tamaña barbarie es un hombre que esgrime como argumentos su supuesta infalibilidad y la adocenada y ciega credibilidad de aquellos que a pies juntillas le obedecen en base a la fe y el miedo a la condena eterna.
Según el líder de la iglesia Católica "el preservativo no aporta nada positivo en la lucha contra el sida en África, más bien al contrario aumenta el problema".
Una manifestación de esta índole, hecha con tan irresponsable contundencia y pronunciada en una región donde el sida azota a sus habitantes con una prevalencia de más del 30% en alguno de sus países, no puede contemplarse mas que como un desafío a la lógica y un ataque frontal contra la salud pública, sobre todo cuando se da la circunstancia de que el responsable de tamaña barbarie es un hombre que esgrime como argumentos su supuesta infalibilidad y la adocenada y ciega credibilidad de aquellos que a pies juntillas le obedecen en base a la fe y el miedo a la condena eterna.
Como reacción a estas declaraciones del Papa, dos partidos políticos de nuestro arco parlamentario (Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya- El Verds) presentaron recientemente una proposición, que fue admitida a trámite por la Mesa del Congreso de los Diputados, en la que se censuraban las declaraciónes del Jefe de Estado del Vaticano y se solicitaba una protesta formal por parte del Gobierno de España.
ANÁLISIS
Es justo reconocer al ciudadano Ratzinger (en base al principio de libertad de expresión) su derecho a expresar lo que estime conveniente no solo respecto al sida, sino también a la teoría de Darwin o la protección de ciertas especies animales como el lince ibérico.
No obstante, y al darse la circunstancia de que el ciudadano en cuestión ostenta el cargo de Jefe de Estado de una Ciudad-Estado (aunque minúsculo, el Vaticano no deja de ser un estado) y es el máximo representante de una religión que cuenta con una preponderante presencia en todos los continentes que configuran nuestro maltrecho y deteriorado planeta, esta libertad de expresión debería quedar relegada a un discreto segundo plano debido a la influencia que sus palabras puede llegar a ejercer sobre millones de seres humanos que en teoría deben obedecerle.
Siendo que el Vaticano no contempla en su organigrama la existencia de un ministerio de sanidad (como ocurre en la inmensa totalidad de países del mundo) ser su Jefe de Estado quien tenga que asumir toda responsabilidad cuando opine acerca de materias de salud pública y sobre todo si sus palabras llegan a contradecir hechos científicamente probados (tales como la eficacia del preservativo en la prevención del sida), o desafían consensos refrendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre todo si entra en juego y en peligro la vida de millones de seres humanos.
Y esto, señor Ratzinger, no es un juego.
A pesar de que usted se haya atrevido a mover su ficha en un tablero donde la muerte lleva las de ganar si se alía con el fanatismo y con una anacrónica y acientífica irresponsabilidad.
No obstante, y al darse la circunstancia de que el ciudadano en cuestión ostenta el cargo de Jefe de Estado de una Ciudad-Estado (aunque minúsculo, el Vaticano no deja de ser un estado) y es el máximo representante de una religión que cuenta con una preponderante presencia en todos los continentes que configuran nuestro maltrecho y deteriorado planeta, esta libertad de expresión debería quedar relegada a un discreto segundo plano debido a la influencia que sus palabras puede llegar a ejercer sobre millones de seres humanos que en teoría deben obedecerle.
Siendo que el Vaticano no contempla en su organigrama la existencia de un ministerio de sanidad (como ocurre en la inmensa totalidad de países del mundo) ser su Jefe de Estado quien tenga que asumir toda responsabilidad cuando opine acerca de materias de salud pública y sobre todo si sus palabras llegan a contradecir hechos científicamente probados (tales como la eficacia del preservativo en la prevención del sida), o desafían consensos refrendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre todo si entra en juego y en peligro la vida de millones de seres humanos.
Y esto, señor Ratzinger, no es un juego.
A pesar de que usted se haya atrevido a mover su ficha en un tablero donde la muerte lleva las de ganar si se alía con el fanatismo y con una anacrónica y acientífica irresponsabilidad.
Afirmar que el uso del preservativo es inútil para luchar contra el sida es tan irresponsable como insensato sería proclamar que las campañas de vacunación infantil no aportan nada en la prevención y erradicación de algunas enfermedades (tales como la poliomielitis, la difteria o la rubeola) aduciendo que debe ser la propia naturaleza quien luche contra ellas ya que que tanto los gérmenes como el ser humano han sido creados por Dios y ni el hombre ni la ciencia deben interferir en su plan creador.
La iglesia Católica española, a través del secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Juan Antonio Martínez Camino, ha tildado de "grupúsculos irrespetuosos con la libertad religiosa" a los partidos que han presentado la proposición de que el Gobierno español manifieste por vía diplomática su protesta y rechazo ante el Vaticano por las palabras de su Jefe de Estado Joseph Ratzinger.
Se da la circunstancia de que Bélgica ha reaccionado con una asombrosa celeridad censurando al Papa por una amplia mayoría de 95 diputados de los 120 que constituyen su parlamento, a través de una resolución condenatoria a las palabras de Benedicto XVI.
Según el texto aprobado por el parlamento belga
También Godfried Danneels, primado de la Iglesia católica belga, ha tenido la valentía de declarar que
Muy al contrario (una vez más España es diferente) el Presidente de la Conferencia Episcopal española, cardenal Rouco Valera, se puso e contacto con el presidente del Congreso de los Diputados José Bono ("esta vez no te llamo como amigo sino como máximo representante de la Iglesia española") para expresar su malestar por la iniciativa del IU-ICV y sus posibles repercusiones.
Esto es de locos.
En un marco de libertades como el que sustenta nuestro sistema democrático, la propuesta de IU-ICV no debería considerarse como un ataque a la Iglesia católica ni a la infalibilidad papal (allá cada cual con sus creencias) sino tan solo como una reacción ante una cuestión de salud pública internacional.
Es absurda, y queda fuera de contexto, la histriónica reacción de la Conferencia Episcopal española (por cierto, ¿excomulgará el Vaticano al primado de la Iglesia belga?) al pretender que el Papa resulte inmune a cualquier tipo de crítica por ser el representante de una religión mayoritaria en nuestro país.
Seamos serios.
Si Joseph Ratzinger es capaz de manifestar su opinión sobre algo que va más allá de sus competencias como líder de una confesión religiosa, debería también asumir las responsabilidades inherentes a sus declaraciones y las críticas por parte de aquellos que ni comparten ni comulgan con sus prédicas.
A que vienen entonces las protestas de una Conferencia Episcopal que obsesivamente nos bombardea con su opinión (opinión que millones de españoles no han pedido y ni siquiera les importa) sobre temas tales como el la ley que regula el aborto siendo que durante los dos mandatos del PP esa ley ya existía y cientos de miles de mujeres españolas abortaron sin que el clero ni la COPE promovieran una sola manifestación.
Podríamos extendernos diciendo que la ley de plazos solo pretende mejorar una ley ya existente y destinada a regular una realidad social que desde siempre ha existido (recordemos la época no tan lejana en la que muchos de los que ahora se manifiestan a favor de la vida llevaban a sus mujeres, o a sus hijas, a Londres para que abortaran sabiendo que a su regreso quedarían limpios de pecado tan solo acudiendo a un confesionario).
También nos podríamos extender denunciando a los que ahora defienden la vida y nada dijeron durante la dictadura de Franco cuando la pena de muerte estaba a la orden del día y el Generalísimo era llevado bajo palio como si de un santo se tratara mientras España intentaba ser aceptada por la comunidad internacional cuando era el único reducto dictatorial de la Europa occidental.
Pero este no es el tema que pretendo tratar en este post.
Dejémoslo para otra ocasión.
REACCIONES DE LA IGLESIA CATOLICA ANTE LA PROPOSICION DE IU - ICV
La iglesia Católica española, a través del secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Juan Antonio Martínez Camino, ha tildado de "grupúsculos irrespetuosos con la libertad religiosa" a los partidos que han presentado la proposición de que el Gobierno español manifieste por vía diplomática su protesta y rechazo ante el Vaticano por las palabras de su Jefe de Estado Joseph Ratzinger.
Se da la circunstancia de que Bélgica ha reaccionado con una asombrosa celeridad censurando al Papa por una amplia mayoría de 95 diputados de los 120 que constituyen su parlamento, a través de una resolución condenatoria a las palabras de Benedicto XVI.
Según el texto aprobado por el parlamento belga
"las palabras del Papa atentan contra los compromisos de la comunidad científica internacional en su lucha contra la propagación del sida, especialmente a través de los medios en que la eficacia está científicamente reconocida".
También Godfried Danneels, primado de la Iglesia católica belga, ha tenido la valentía de declarar que
"el Papa no es un diplomático... [y]... habría hecho mejor ahorrándose estas controvertidas declaraciones".
Muy al contrario (una vez más España es diferente) el Presidente de la Conferencia Episcopal española, cardenal Rouco Valera, se puso e contacto con el presidente del Congreso de los Diputados José Bono ("esta vez no te llamo como amigo sino como máximo representante de la Iglesia española") para expresar su malestar por la iniciativa del IU-ICV y sus posibles repercusiones.
Esto es de locos.
En un marco de libertades como el que sustenta nuestro sistema democrático, la propuesta de IU-ICV no debería considerarse como un ataque a la Iglesia católica ni a la infalibilidad papal (allá cada cual con sus creencias) sino tan solo como una reacción ante una cuestión de salud pública internacional.
Es absurda, y queda fuera de contexto, la histriónica reacción de la Conferencia Episcopal española (por cierto, ¿excomulgará el Vaticano al primado de la Iglesia belga?) al pretender que el Papa resulte inmune a cualquier tipo de crítica por ser el representante de una religión mayoritaria en nuestro país.
Seamos serios.
Si Joseph Ratzinger es capaz de manifestar su opinión sobre algo que va más allá de sus competencias como líder de una confesión religiosa, debería también asumir las responsabilidades inherentes a sus declaraciones y las críticas por parte de aquellos que ni comparten ni comulgan con sus prédicas.
A que vienen entonces las protestas de una Conferencia Episcopal que obsesivamente nos bombardea con su opinión (opinión que millones de españoles no han pedido y ni siquiera les importa) sobre temas tales como el la ley que regula el aborto siendo que durante los dos mandatos del PP esa ley ya existía y cientos de miles de mujeres españolas abortaron sin que el clero ni la COPE promovieran una sola manifestación.
Podríamos extendernos diciendo que la ley de plazos solo pretende mejorar una ley ya existente y destinada a regular una realidad social que desde siempre ha existido (recordemos la época no tan lejana en la que muchos de los que ahora se manifiestan a favor de la vida llevaban a sus mujeres, o a sus hijas, a Londres para que abortaran sabiendo que a su regreso quedarían limpios de pecado tan solo acudiendo a un confesionario).
También nos podríamos extender denunciando a los que ahora defienden la vida y nada dijeron durante la dictadura de Franco cuando la pena de muerte estaba a la orden del día y el Generalísimo era llevado bajo palio como si de un santo se tratara mientras España intentaba ser aceptada por la comunidad internacional cuando era el único reducto dictatorial de la Europa occidental.
Pero este no es el tema que pretendo tratar en este post.
Dejémoslo para otra ocasión.
TRES PREMISAS PREVIAS A LA CONCLUSIÓN
I - Deberíamos considerar que en su visita al continente africano, Benedicto XVI no solo viajaba como líder del catolicismo sino también como Jefe de Estado del Vaticano.
II - Las relaciones entre España y el Vaticano se sustentan en base a unos vínculos estado-estado derivados de una serie de acuerdos bilaterales por los que la Iglesia católica (como herencia del franquismo) recibe un trato de favor injustamente generoso si se compara con el resto de confesiones religiosas.
III - Entra dentro de la lógica que determinados parlamentarios que no compartan ciertas declaraciones del Papa puedan ejercer su derecho a oponerse a lo dicho por Benedicto XVI en Camerún y reprueben sus palabras por ir en contra de la política sanitaria no solo de la OMS sino tambien de la ONU y del propio Gobierno español.
II - Las relaciones entre España y el Vaticano se sustentan en base a unos vínculos estado-estado derivados de una serie de acuerdos bilaterales por los que la Iglesia católica (como herencia del franquismo) recibe un trato de favor injustamente generoso si se compara con el resto de confesiones religiosas.
III - Entra dentro de la lógica que determinados parlamentarios que no compartan ciertas declaraciones del Papa puedan ejercer su derecho a oponerse a lo dicho por Benedicto XVI en Camerún y reprueben sus palabras por ir en contra de la política sanitaria no solo de la OMS sino tambien de la ONU y del propio Gobierno español.
CONCLUSIÓN
Confiemos que la razón termine por imponerse a la sinrazón y que el Congreso de los Diputados aproveche esta oportunidad que ahora se le brinda para poder manifestar sin miedo ni tapujos una aconfesionalidad y laicidad como la que ostentan la mayoría de estados vecinos al nuestro.
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