Considero inadmisible que ciertos gobiernos se
autodenominen democráticos, pero aun más que sean considerados como tales por
quienes miran hacia otro lado cuando se encarcela a sus disidentes y cuando se reprime
con violencia a la población en las manifestaciones donde no se vitorea al
oficialismo sino, por el contrario, se expresa el desacuerdo con el modo en que
se es gobernado.
Viene esto a colación de la muerte, ayer martes 24 de febrero de 2015, de un estudiante de catorce años al
recibir un disparo en la cabeza durante una manifestación en el Estado de Táchora (Venezuela), la misma
región donde hace un año murieron 43 ciudadanos en el curso de varias protestas
populares antichavistas.
Es igualmente inadmisible que verdaderas
democracias mantengan conniventes e hipócritas relaciones diplomáticas y
comerciales con países donde no se respetan ciertos derechos humanos y las
libertades brillan por su ausencia.
Del mismo modo, censuro a los grupos ideológicos que se resisten a condenar
claramente sucesos como el descrito o recurren a peregrinas explicaciones para
justificar tropelías como la acaecida ayer en Venezuela.
Contrasta que la ministra de Interior venezolana
declarara, tras los disturbios, que «un oficial de la Policía
Nacional Bolivariana presuntamente implicado en el hecho, y quien
declaró haber efectuado un disparo al estudiante con una escopeta con
municiones de goma, fue pasado inmediatamente a la orden del Ministerio Público
para establecer las responsabilidades», mientras que el presidente Nicolás Maduro hablara claramente del «asesinato»
de un niño en el curso de unos actos que «estaban [generando] violencia», todo
ello pocas semanas después de que el propio
Gobierno de Venezuela que él preside autorizara el uso de armas de fuego en las
manifestaciones.
Si ya es difícil de digerir que el jefe del
Ejecutivo de una nación asegure que su fallecido predecesor, Hugo Chávez, se le apareció en forma de
pajarito y que él sintió «su espíritu como dándonos la bendición», más
llamativo y contradictorio me resulta que desde el Partido Popular, por poner
un ejemplo de incoherencia, se condenen ciertas prácticas antidemocráticas en
Venezuela al tiempo que el Gobierno
que preside Mariano Rajoy permite la exportación a Venezuela material antidisturbios que
sirve para reprimir manifestaciones como la que ayer acabó con la vida de un
niño.
Cuánta
hipocresía y con cuanta ligereza se utiliza por muchos el término democracia.
Alberto
Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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