Si se produjera la anunciada segunda venida de Jesús de Nazaret y habitara de nuevo entre
nosotros, es muy probable que su modo de actuar sorprendiera a propios y
extraños. Michel Benoit, ex monje
benedictino y Premio Nobel de Bioquímica (1963), defendía su convicción de que
si Cristo regresara hoy a la tierra “podría ser asesinado por la Iglesia” ante
lo “incómoda” que resultaría su presencia por lo “peligrosos” de sus postulados
para la religión-tinglado que en
torno a él se ha montado. No es descabellado
imaginar que Jesús tuviera que contratar a unos guardaespaldas antes de convocar a la cúpula
eclesial para censurar su injerencia en los
asuntos terrenales y la ostentación de poder y riquezas que durante siglos han
detentado –sobre todo el catolicismo– mientras la pobreza en el mundo sigue sin
erradicarse.
Es de esperar que
Jesús, en el siglo XXI, despotricaría contra los poderes sociopolíticos que
hipócritamente imponen su ética en
nombre de Dios y en beneficio de ellos mismos y el objetivo de sus críticas
iría desde el conservadurismo protestante de los EEUU hasta el partidismo que
la Iglesia Católica ha exhibido en tantos conflictos sociopolíticos a lo largo
de la historia: desde su cómplice silencio ante las masacres perpetradas por
sanguinarios gobernantes, hasta la cruel violencia de las Cruzadas o la evangelización
de las Américas a golpe de espada.
No es necesario estar instruido en teología para
intuir que, en su segunda venida, Jesús simpatizaría con las llamadas comunidades cristianas de base, unos
grupos que –como la teología de la
liberación– nunca han sido gratos a los ojos del Vaticano por
su visión excesivamente social del
cristianismo y su anteposición del amor
al prójimo –sobre todo a los pobres– a la obediencia debida a la jerarquía
eclesial.
Presumiblemente, el Jesús de nuestros días adaptaría sus enseñanzas de
antaño a la realidad social del siglo XXI y
lucharía contra el desigual reparto de riquezas, las cómplices relaciones de la
Iglesia con los poderes fácticos, la marginación de colectivos como las mujeres
y los homosexuales, la hipócrita imposición del celibato, el uso del
preservativo, las técnicas médicas de fertilidad, la investigación con células
madre, y un largo etcétera con el que la Iglesia manipula a los más crédulos
castrando la libertad de quienes cumplen sus preceptos.
Como colofón de esta
reflexión, imagino al Cristo de la hipotética
segunda venida, dando una rueda de prensa vía satélite y posicionándose ante la
crisis económica con propuestas que no agradarían al mundo político, económico,
empresarial y financiero en general, así como tampoco a las conferencias
episcopales que con tanta facilidad movilizan masas para defender futilidades
como el concepto de matrimonio, y sin embargo no convocan manifestaciones
cuando hay decenas de miles de familias desahuciadas o millones de niños
viviendo bajo el umbral de la pobreza.
¡Ay de vosotros hipócritas!
¿Porque devoráis las casas de viudas y como pretexto hacéis largas
oraciones?
¡Por esto recibiréis mayor condenación!
(Mateo 23:14)
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
Diría algo como "habéis convertido el templo de mi padre en una casa de ladrones".
ResponderEliminarUn saludo