Si
hacemos caso a las encuestas, un referéndum que permitiera elegir entre
monarquía o república daría como resultado un sí a la continuidad monárquica. O tal vez no, ambigüedad que
fundamento en la poca fiabilidad que me merecen las encuestas y también porque nuestra
obsoleta Constitución restringe cualquier expectativa de cambio. Para complicar
aun más el asunto, un consenso tácito del bipartidismo considera inoportuno
plantear un referéndum, y hasta el PSOE no oculta "su preferencia
republicana" aunque la considera compatible con la monarquía. Se
entiende que en este contexto, el oficialismo insista en que el Congreso sólo aprobó el pasado día 11 una ley que
regula la abdicación del Rey pero sin entrar en debates sobre el modelo de Estado.
Sin
embargo, y por mas que se maquille la realidad, cada vez es más patente que Juan Carlos I, además de caer en picado
su aceptación popular, nunca ha contado con una legitimación moral que lo consolidara como rey más allá de haber
sido impuesto por Franco y contar
con el manido mérito de ser el artífice de
la transición o el presunto héroe de
la noche del 23-F de 1981.
Pero
lo cierto y evidente es que somos muchos los partidarios de una consulta
popular, entre ellos Henar Ortiz, la tía republicana de Letizia Ortiz quien acaba de
reivindicar un referéndum monarquía-república través de twitter con la misma naturalidad que en su día cuestionara la
capacidad de su sobrina para ser reina. Pero, anécdotas aparte, es de
justicia reconocer que cuando en 1976 se votó la Ley
para la Reforma Política y en 1978 la Constitución,
en su fuero interno, el sí de los
españoles no fue una aceptación del rey que les había impuesto Franco sino un no a cuarenta años de dictadura. Que
nadie se llame a engaño. En aquellos años de transición, los españoles no se
hicieron monárquicos de la noche a la mañana. Sólo querían escapar como fuera
de cuarenta años de represión y hacerlo del modo más rápido posible.
Pero
ahora, en pleno siglo XXI, cuando el actual Rey ha cubierto una etapa casi tan
larga como lo fue el franquismo, hay veintidós millones de españoles con
derecho a voto que no votaron la Reforma
Política ni tampoco la Constitución,
porque no habían nacido o no tenían edad para hacerlo, motivo que, tras la
abdicación del Juan Carlos I, justificaría el referéndum y la modificación de
la Constitución que tantos reivindican. Si el resultado de esa consulta fuera
un sí a la República, se resarciría
la injuria histórica del golpe militar que derrocó a la II República. Por el
contrario, si las urnas fueran favorables a la monarquía, Felipe VI quedaría legitimado para reinar con la fuerza moral que
desde siempre se le ha cuestionado a su padre.
Y
quienes dicen que la sociedad padece un “sarampión republicano” y argumentan que
en ciertas monarquías –como la inglesa, la holandesa o la sueca– sería impensable
plantear un plebiscito para revalidarlas, deben considerar que éstas son
monarquías muy consolidadas, que no fueron abolidas por las urnas como sucedió con
la española en 1931 y que, además, no han atravesado un paréntesis de cuatro
decenios impuesto por un dictador militar que unilateralmente designó quien
sería el futuro rey.
Dejo
constancia de todo esto desde mi republicanismo, mi respeto a la voluntad
popular y la libertad de opinión y expresión que me confiere nuestro Estado de
derecho.
Alberto
Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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