Querido
Mariano:
Mientras
se aprtoxima el fin de mi presidencia en la Conferencia Episcopal Española
–presumo que será pronto– te escribo esta epístola con el mismo amor que cada
noche pido a Nuestro Señor que te guíe, pues mi deseo es hacerte reflexionar y
delegar en ti ciertas funciones que me resisto a confiar a quien me suceda.
Te admiro, Mariano,
porque has hecho renacer el espíritu católico apostólico y romano que antaño
fuera esencia de nuestra Patria. También porque has sido hábil al introducir en
tu gabinete a más ministros, miembros o simpatizantes del la Obra de Escrivá
de Balaguer, que el mismo Caudillo
consiguiera sentar a su lado. Creo en ti porque, tras tu aparente
mansedumbre, eres la roca que sustenta a la Iglesia de una España tradicionalmente
portadora de valores espirituales que el Maligno se empeña en destruir con
falacias como la democracia, el estado de bienestar o la promesa de unos
derechos humanos que no son más que incitaciones al aborto, a la homosexualidad
o a la ruptura del modelo familiar que proclama nuestra fe. ¡¿Como se atreve
nadie a hablar de derechos humanos, si no hay mas derechos que los divinos y
los que atañen a la Santa Madre Iglesia?!
Te exhorto, Mariano,
para que cuando yo no esté, sigas firme en las tesis que te inspiraron al
designar a ministros como José Ignacio
Wert, un hombre que sufre vejaciones por defender la religión como
asignatura forzosa e indefectible. Te animo, hijo amado, para que sigas con estrategias
tan inteligentes como la metamorfosis que diseñaste en la imagen pública de Ruiz
Gallardón, confundiendo a los infieles y defendiendo a los nasciturus. Te aliento para que elijas
con valentía a los miembros de tu equipo como hiciste con Fátima Báñez,
devota de la Virgen del Rocío y excelente titular del ministerio de Trabajo o
el piadoso Jorge Fernández, miembro numerario de la Obra y dilecto
ministro de Interior.
Eres
sabio Mariano, sabio y extremadamente paciente, pues hasta tres veces (como la
Santísima Trinidad, como las negaciones de Pedro) tuviste que esperar desde que
el dedo patricio de Aznar te señalara como su sucesor.
Tu premio es ser hoy la cabeza visible del gobierno de la católica España, pero
a punto de abandonar mi cargo, te amonesto para que hagas oídos sordos si mi
sucesor se desvía de la Santa Tradición –como ha hecho el papa Francisco– y te
incita a obedecerle; pues no hay mas preceptos que los que yo te he
inculcado.
Gobierna
en la convicción de que, desde mi forzado retiro, seguiré siempre a tu lado. Te
amonesto para que mantengamos el mismo contacto que tantos y tan buenos frutos ha dado, para
que sigas mis recomendaciones y si algún día te tientan vicios como la
democracia o las mal llamadas libertades,
me llames porque siempre acudiré a tu lado.
Que la
Paz del Señor sea contigo.
Tuyo afectísimo, Antonio María.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
(Porque hay ficciones que sólo la
realidad puede superar, he fantaseado esta epístola. Aunque tal vez la verdad
sea aun más dura. O quizás no. Sólo Dios lo sabe.)
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