Tras la refundación de la extinta Alianza Popular
surgió un milagro y democristianos e incluso algún socialdemócrata procedentes
de la UCD compartieron mesa y mantel con el franquismo mas nostálgico,
disciplinadamente y sin fisuras, mientras la izquierda tenía dividido su
electorado en varias formaciones en unos tiempos en los que el PSOE
ofrecía una ilusión por el cambio que hoy ni por asomo transmite.
Sin embargo, poco a poco, aquél organizado cajón de
sastre que era la derecha democrática nacida por obra y gracia de don Manuel Fraga, se ha ido convirtiendo en
un cajón de desastres del que hoy huyen quienes se sienten traicionados en las
esencias de sus convicciones.
El primer competidor serio del PP le surgió en
Cataluña con “Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía”, un partido liderado por Albert Rivera que apelaba al sentimiento nacionalista español, se
oponía al independentismo catalán y que, ante su éxito en las elecciones
autonómicas catalanas de 2012, se ha animado a montar una plataforma que aspira
a extenderse por toda España para combatir la "preocupante desconfianza de
los españoles hacia el sistema democrático”.
Casi simultáneamente surgió “Unión, Progreso y Democracia” (UPyD), partido de ínfulas populistas
y carácter progresista –según su fundadora, Rosa Díez– con
vocación españolista y un gran énfasis por la lucha contra el terrorismo que supo
captar votos del desencanto tanto populares
como, –sobre todo– socialistas.
Y como no hay
dos sin tres, auspiciado
por José Antonio Ortega Lara y Santiago
Abascal, se acaba de presentar en sociedad VOX, un partido gestado y parido
desde las mismas entrañas del Partido
Popular. Un partido que nace y se escinde fracturando al partido madre y aportando
unas “
ideas claras sobre la unidad de España” y una crítica al Gobierno de Rajoy por ser “condescendientes y blandos" con ETA y su entorno. Casi nada.
De todo ello
es fácil concluir que estos tres partidos han puesto en jaque al bipartidismo,
que coinciden en su ensalzamiento patriótico del nacionalismo español y en su
postura ante el terrorismo (¿será casualidad o se habrán puesto de acuerdo?) así como en un talante populista que ellos,
naturalmente, niegan.
Sea como fuere, nadie duda que
el PP atraviesa una crisis de descomposición interna a expensas de su sector
mas derechista. Una crisis plasmada en disidencias y abandono por parte
de históricos como Vidal Quadras,
espantadas como la renuncia de Mayor
Oreja a liderar las listas europeas y desplantes como el de Aznar y su ausencia anunciada en la
Convención Nacional del PP.
Si a todo ello
añadimos la pérdida de fidelidad de los votantes tradicionales del PP y la
previsible fuga a VOX de los votos mas ultras,
no es descabellado afirmar que hay una bomba en Génova 13 a punto de estallar.
Como muestra de ello no hay mas que ver el gesto desencajado con que la
secretaria general, María Dolores de
Cospedal, ha negado que haya una "fractura" o una
"convulsión" interna en el PP mientras los gritos del sálvese quien pueda resuenan hasta en el despacho que nunca tuvo Luís Bárcenas.
Alberto
Soler Montagud
Médico
y escritor
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