Difícil cuestión la planteada en el
titular de este artículo habida cuenta de que los genetistas aun no se han puesto
de acuerdo sobre la existencia o no de un gen responsable del fenotipo del ‘pijo clásico’ y de la transmisión a la
descendencia de los rasgos que identifican a esta tribu urbana obsesionada por
la apariencia.
Antes de entrar en materia habría que dar
un tirón de orejas al portavoz adjunto del Grupo Popular en el Congreso, Rafael Hernando,
por defender la existencia de un subgrupo de pijos (él los llama ‘pijos ácratas’) que la ciencia
sociológica aun no contempla en su actual clasificación de estos especímenes.
Definición de
‘pijo’
La sociología consensúa que los pijos son
unos elementos singulares, elitistas, por lo general urbanitas, ególatras,
satisfechos con su imagen y con un ego
reforzado por la fortuna familiar y edulcorado por los zalameros cumplidos que desde la infancia les prodiga el servicio doméstico (sobre todo la tata, la única desclasada a quien permiten el tuteo). En sus relaciones interpersonales, los pijos son rematadamente
clasistas, propensos al trato distante con las castas inferiores y
crueles con los advenedizos a quienes rechazan con indisimulado desdén.
Adolescencia y
madurez
Curiosamente, las características
definitorias del pijo adolescente no
se ajustan a un patrón fijo y el aspecto y comportamiento de estos jovencitos
(as) varía conforme transcurren las décadas. Así, por ejemplo, los pijos adolescentes de los años 70 no se
parecen en nada a los de los 90 ni estos guardan similitud con los pijos del nuevo milenio que hoy pululan por los Starbucks.
Sin embargo, una vez se alcanza el punto
de inflexión que coincide con la mitad de la treintena (en los varones) y más
precozmente en las mujeres (como promedio, cinco años antes), los pijos y pijas
tienden a homogeneizar sus rasgos y empiezan a parecerse entre si
independientemente de la década en que hayan nacido. Así, un pijo maduro de los años setenta puede guardar un gran parecido (incluso mucho) con uno del siglo XXI.
Cuando el pijo
funda una familia
Es frecuente ver pasear a los pijos maduros (ellos calzados con ‘sebagos’ y ellas con unos ‘manolos’ de Manolo Blahnik) por las zonas bien de las ciudades, y también circular al
volante de unas rutilantes berlinas (generalmente BMW o Audi) que a veces cambian por un todo terreno (tipo Porsche-Cayenne) cuando llega la descendencia y
necesitan trasladarse con su mujer y una troupe
de pijitos a quienes visten –pobres
niños- con ropa cara e idéntica para todos ellos, algo que a la larga repercute en la maduración psicológica de
su individualidad y acelera su evolución de pijito a pijo.
Si se es observador, es fácil encontrar unidades familiares pijas al completo
paseando los sábados por la tarde por las zonas
pijas que ellos legitiman en cada cuidad y que posibilitan encuentros fortuitos con amigos y/o papás de amiguitos de
los niños que, como ellos, van o vienen de la misa vespertina de ocho.
Mar y montañas nevadas
Destaquemos que los pijos no son partidarios de la tradicional misa
dominical de doce porque les encanta el mar y porque su afición a navegar también la consideran sagrada . Y como no se puede repicar en el mar e ir a misa en
tierra firme al mismo tiempo..., pues a Dios lo que es de Dios y al patrón su yate.
Pero además de la llamada del mar, el pijo
auténtico siente la imperiosa necesidad de esquiar y lucir un bronceado intenso en
invierno que certifique sus escapadas a Baqueira, donde suelen tener casa
propia o bien una chocita que les presta papá o incluso algún tito (generalmente su padrino bautismal)
que apenas la utiliza.
Monísimos y monísimas de la muerte
Los pijos y pijas están convencidos de que
su vida es vida feliz, sin apenas complicaciones y como una especie de Nirvana
pletórico de óseas donde el pijo flotan
ajeno a la realidad de esos tristes mortales que los dioses no escogieron para
vivir en el Olimpo como él.
Sin embargo, aunque así planteado todo apunta a que los pijos y las pijas son unos prototipos paradigmáticos de la
superficialidad, al margen de que sean unos especímenes ‘estúpidos de la muerte’ o que miren al prójimo
por encima del hombro, que voten al PP con fervor adocenado y que se afilien a Nuevas Generaciones apenas se creen en
posesión de cierto uso de razón, no sería de justicia ocultar que los pijos y las
pijas tienen también cosas buenas: por ejemplo, lo bien que huelen los pijos (a
veces demasiado) a perfume caro, lo limpios que se les ve y lo stupendos que les
sientan los uniformes y complementos que ciertas marcas diseñan para ellos y ellas, como ocurre con Ralph
Lauren, Tommy Hilfiger, Loewe…, así como otras que pocos conocen excepto los ‘más de lo más’ que valoran la exclusividad de Gant
o de Hackett.
Colofón
Antes de finalizar este artículo, quien lo
firma quiere someter a la consideración de los lectores tres cuestiones que le inquietan. Las tres guarda relación con el pijo
varón.
1- ¿Si hace mucho frío, un pijo llega a ponerse
alguna vez ese suéter que lleva colgado a los hombros y con las mangas anudadas
por delante, o aguanta el tipo y la estética incluso si nieva?
2- ¿Existe alguna relación entre la devoción
por la gomina que profesan los 'pijos' y aquella moda que hizo furor durante el
franquismo de untarse el cabello con brillantina en la más pura estética joseantoniana?
3- ¿Sociológicamente, sería aceptable incorporar un subgrupo de 'pijos post-maduros y peri-seniles' que incluyera ciertas muestras sociológicas como el prototipo mariocondesco?
https://twitter.com/TitanSoler
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