
En la sala que surge apenas traspasamos el umbral de la galería, surge con fuerza el impacto visual de unos rojos atemperados por el contrapunto que aporta una gama de negros que evocan, por asociación, referentes stendhalianos.

En la segunda sala, es el verde quien reclama para sí la atención y se convierte en protagonista absoluto de la obra de Maria José Marco, una clara manifestación expresionista que transmite a quien la contempla un imposible equilibrio entre una irrefrenable fuerza y un remanso de paz que ante los que no cabe la indiferencia.
No me extenderé mas en mi crónica por dos comprensibles motivos: soy amigo de María José y esto me invalida, por sesgo de parcialidad, para elogiar su obra, y en segundo lugar, carezco de información, y supongo que también de gracia, para hacer crítica pictórica. Sin embargo, me reconozco en plenas facultades para discernir lo que me gusta de lo que no es de mi agrado, y es por ello que dejo constancia de que la obra expuesta por María José Marco me ha parecido excelente.
Alberto Soler Montagud
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