Cuando parece casi seguro que Francisco Camps va a ser juzgado por cohecho (propio o impropio), reproducimos en exclusiva el alegato que previsiblemente leerá ante el jurado popular que en su día dictamine si es culpable o inocente.
Aunque este alegato es solo una ficción, muchas de las manifestaciones y citas textuales que el él se reproducen son declaraciones auténticas hechas por Francisco Camps en su momento. Tal vez algunas de ellas se le antojen al lector tan delirantes como difíciles de creer (“tanto los calvos como los que tienen pelo…” “soy como Juan sin miedo…” “a usted le encantaría que apareciera yo boca abajo en una cuneta…”) pero solo hay que tirar de hemeroteca para comprobar la autoría y veracidad de las mismas.
EL ALEGATO
Señores miembros del jurado, son ustedes muy amables y tan agradables que ya les considero como unos providenciales amigos del alma que el Altísimo ha interpuesto en mi camino para que la verdad resplandezca y se me haga al fin justicia.
Confío en su buena predisposición hacia mí y sé que sabrán disculpar mi coloquial franqueza si les digo que les quiero un huevo a todos ustedes porque, aun antes de conocer su veredicto, tengo la certeza de que creen en mi inocencia.
Señores miembros del jurado, quiero decir bien alto que lo nuestro, nuestra relación como imputado y jurado, es muy bonito porque se basa en la amistad como un sentimiento que nace del alma y no de esas turbias neuronas feudatarias del interés y la conveniencia.
Las doy las gracias por creer firmemente algo tan simple como que yo siempre pago mis trajes Vaya también mi agradecimiento esos cientos de miles de valencianos que tanto me quieren porque jamás hice nada que pudiera mancillar la honorabilidad de esta hermosa región ni tampoco la mía propia. Ellos me aclaman, ellos me gritan “presidente, presidente” cuando me ven por la calle o en los actos en los que participo, y el ánimo que me infunden sus vítores me hace sentir sereno cuando me quedan solo por subir uno o dos escaloncitos para llegar a la absolución plenaria que merezco tras soportar las absurdas acusaciones que sobre mi recaen.
Proclamo con gozo que el ambiente que se respira en las filas del Partido Popular valenciano es excepcional y proclive a un apoyo incondicional hacia mi persona, más que nunca si cabe. Todos confían en mí y saben que mi deseo es compartir la felicidad que experimento al creer en algo tan trascendente como saber que todos somos iguales, tanto los calvos como los que tienen pelo.
Es tanto el gozo que me embarga que he querido plasmarlo en un breve poema dirigido a alguien muy especial, alguien que cree en mí tanto como me apoya:
Cuando estaba mal y sufría,
pensaba en ti y me animaba.
Mariano, tú has sido mi escudo,
Mariano, tú ha sido mi guía.
Y aunque la gente diga
que quieres salir de mi vida
y que ansías mi retirada,
No hay certeza mas rotunda
ni mas verdad que la mía:
Sin los votos de Valencia,
Mariano, tú, no eres nada.
Pero, señores miembros del jurado, que nadie se llame a engaño. Yo no vivo en una galaxia ajena a la realidad tal y como algunos dicen. Tengo los pies en el suelo y soy sabedor de que hay muchos que no me aman, unos malos valencianos y unas malas ante los que me debo mostrar firme y enérgico por el respeto que me merecen los ciudadanos honestos a los que represento y gobierno. No hace mucho, tuve que replicar con dureza a un pérfido socialista cuya obsesión siempre ha sido la de acabar conmigo. Tan claro y severo fui que llegué a decirle: "A usted lo que le encantaría es coger una camioneta, venirse de madrugada a mi casa y que por la mañana apareciera yo boca abajo en una cuneta". ¿Acaso pensaba ese rojo lunático que no sabría defenderme, precisamente yo… el presidente de todos los valencianos?
Pero, por favor, que no cunda el pánico. No es mi intención preocuparles ni es mi deseo que nadie sufra por mí. Por muchos que sean los que buscan mi perdición, nada me angustia ni inquieta porque soy como “Juan sin miedo” y como él, a nada temo en este absurdo proceso que se ha montado contra mí, un proceso que debe ser contemplado como completamente de risa.
No quisiera dar por finalizado este alegato sin hacerles saber de nuevo que mi estado de ánimo es bueno, exultante, radiante y sobre todo feliz. ¡Muy feliz, mucho más feliz hoy que ayer!
Una vez mas, gracias a todos por su atención y gracias por ser tan amables, agradables y encantadores conmigo. Les quiero un huevo, a todos y a cada uno de ustedes.
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