¿INJERENCIA, EXTRALIMITACIÓN DE FUNCIONES O CORTINA DE HUMO?
La ronda de contactos iniciada por el Rey con representantes del mundo financiero, empresarial y sindical, así como su postura favorable a un Pacto de Estado anticrisis han puesto en tela de juicio la oportunidad y hasta la constitucionalidad de la intervención de Don Juan Carlos.
A este respecto, el presidente del Congreso, José Bono, ha declarado en la SER que el interés del monarca por "lo que ocurre en España" le parece "normal" así como también, se ha manifestado favorable a que se alcance un Pacto de Estado.
Como consecuencia de la actuación del monarca, una ola de declaraciones ha inundado la escena mediática con posturas encontradas respecto a si el Rey se está extralimitando en unas funciones que la Constitución le acota limitándole a ejercer tan solo como árbrito y moderador de una escena política en la que no debería participar activamente.
¿Debe el Rey manifestar su opinión e influir en lo que tiene o no tiene que hacer el Gobierno en esta situación de crisis?
Sinceramente, esto es algo que me trae sin cuidado, a pesar de que intento acatar tanto la presencia de Juan Carlos como el papel de Jefe de Estado que le otorgaron las urnas en base a una Constitucion que, por cierto, no debería ser hermética a cal y canto sino flexible y revisable en función de las necesidades de cada momento.
Considero que al polemizar sobre la actuación del monarca no se hace mas que tender una cortina de humo que distrae la atención del verdadero foco candente de la crisis. Quien quiera hablar acerca del Rey y sus funciones, debería hacerlo cuando las turbias aguas de nuestra maltrecha economía vuelvan de nuevo a su cauce. Solo entonces sería oportuno reconsiderar (y hasta cuestionar ) la razón de ser la monarquía en una democracia más consistente y madura que la de los inciertos años del post-franquismo.
Hasta entonces, señor Zapatero (y me dirijo a usted, como presidente de Gobierno y único responsable de las decisiones políticas a tomar) pienso que debería limitarse a hacer tan solo lo que se esperaba de un gobierno de izquierdas por parte de aquellos que le votaron, es decir, gobernar con un realismo y una contundencia acordes con las necesidades actuales. Con pactos o sin pactos, pero, sobre todo, en sintonía con el ideario que usted defendió en cada campaña electoral en la que participó. Sin miedo a tomar decisiones, aunque sean impopulares y poco rentables electoralmente, y sin miedo a desagradar tanto a empresarios como a la banca.
Y mientras tanto, dejemos a la monarquía al margen de nuestras preocupaciones. Al menos, de momento.
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