miércoles, 29 de julio de 2015

'PRESUNTOMANÍA' : UN FENÓMENO SOCIOLÓGICO A CONSIDERAR





Esta mañana, mientras desayunaba he leído en la prensa como a través de ciertos pinchazos telefónicos se ha relacionado con la trama de la Operación Púnica a nuevos y conocidos personajes de la farándula política (Aznar, Ana Botella, Eduardo Zaplana, Luis de Guindos, un primo de Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal), siempre presuntamente, claro está. A punto estaba de escribir una crónica analizando estas hipotéticas implicaciones cuando he decidido que prefería profundizar en el fenómeno por el que los medios de comunicación recurren al término «presunción» y fomentan la presuntomanía que repercute en un amplio sector de la clase política.

Invito al lector a que medite acerca de cuántas veces se dice presunto, presunta o presuntamente en un telediario y que a partir de ahí reflexione sobre el arte de algunos para pasar de puntillas sobre la culpa del delito y hacerlo con impunidad o al menos retrasando al máximo una sentencia condenatoria.

Presunto, del latín praesumptus: “Dícese de todo aquel a quien se le considera posible autor de un delito antes de ser juzgado”. Es decir, ser presunto colige una culpabilidad que aun no ha sido refrendada y a partir de ahí vivir como un rey –es un decir, claro está– y zambullirse en el mar desde la cubierta de un yate como sano ejercicio de un carpe diem muy personal, hasta que alguien sea capaz de demostrar algo en contra propia. Una simplista clasificación nos permite catalogar a los presuntos en dos grandes grupos: aquellos que no eran populares ni conocidos antes de ser sospechoso y en segundo lugar quienes antes de ser hipotéticos delincuentes ya eran hasta cierto punto famosos y desempeñaban incluso cargos importantes en el ámbito político, empresarial o financiero

Llama la atención que los presuntos pertenecientes al primer grupo son personajes que con frecuencia han conseguido cierta familla por frecuentar tertulias televisivas –muchas veces cobrando– donde defienden su inocencia y hasta dan lecciones de ética. En el segundo grupo nos encontramos con políticos ya famosos que soportan abucheos e improperios («¡chorizo!» «¡devuelve lo que has robado!»), unas veces sonriendo desafiantes y otras cabizbajos y cubriéndose el rostro con ensayados gestos de inocencia cuando acuden a los juzgados trajeados y con rostros bronceados para rendir cuentas de los presuntos delitos que  siempre niegan haber cometido.

Como anécdota reseñaré que también en el léxico de ciertos personajillos de baja estofa encontramos indicios de presuntomanía a través de un curioso fenómeno por el que el término «presunto» se convierte en una patente de corso que permite agredir verbalmente y difamar sin miedo a que el receptor de los vituperios responda emprendiendo acciones legales. A título de ejemplo, reseñaré que hace varias semanas, en un programa de la cadena televisiva Telecinco, pude ver a la ilustrada Belén Esteban profiriendo una perorata de casi cinco minutos de duración en contra de otro casposo famosillo de la farándula, tosco alegato en el que llegó a utilizar casi dos docenas de veces la palabra «presuntamente» para evitar problemas ulteriores.

Bienvenidos sean todos a la presuntomanía. Bienvenidos gürtelianos, púnicos y gentes de similar ralea a ese paraíso de impunidad formal en que se ha convertido el panorama sociopolítico, un lugar donde cada vez son más los presuntos que  campan a sus anchas mientras, presuntamente, hacen caja incluso desde la cárcel.



Alberto Soler Montagud

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