El perfil psicológico de un individuo son los rasgos que configuran su
personalidad y que los identifican en base a ciertos comportamientos que pueden
ser predictivos tanto de su aptitud laboral como de su peligrosidad social.
Para describir el perfil
de un corrupto, habría que definir primero la corrupción –más concretamente la
política– como un mal uso del poder público en un ilegítimo beneficio
personal, práctica que se ejerce en nuestro país con frecuencia y descaro –y
hasta cierta impunidad– desde cargos irrelevantes hasta las más altas esferas,
circunstancia que ha convertido a la clase política en uno de los principales
problemas reconocidos por la ciudadanía y que focaliza la atención de los medios de
comunicación en los corruptos de alto nivel, unos individuos que pese a su
reconocimiento profesional y poder adquisitivo, sucumben a ansias desmesuradas
de poder sin importarles a quienes puedan hundir en su ascenso.
Hay ciertas personas más predispuestas que otras a la corrupción en base a sus rasgos de
personalidad. No hace mucho escribía sobre lo frecuente que es encontrar
personalidades psicopáticas y narcisistas en el mundo la política, la banca y
el mundo empresarial, así como también un artículo donde planteaba si los corruptos
son unos psicópatas.
¿Cómo es un corrupto?
¿Qué ocurre en su mente?
A un individuo mentalmente equilibrado le resulta difícil entender que alguien que lo posee todo, delinca para obtener más y más en base a unos impulsos perversos y opuestos a la ética a los que voluntariamente claudican.
Desde una perspectiva psicopatológica, los
corruptos son individuos que sistemáticamente ignoran al ‘otro’ y prescinden de los valores éticos, morales y cívicos
que garantizan la equidad en la convivencia.
Su modus
operandi responde sólo a pulsiones encaminadas a satisfacer su ego y
sólo frenan esos impulsos (respetando por tanto las normas) como estrategia evitativa de sanciones
o represalias.
Otra singularidad del corrupto es su
irresponsable sensación de invulnerabilidad, una representación mental que les
hace creer que sus fechorías pasarán desapercibidas y que nunca serán juzgadas ni condenadas.
Se creen pues inmunes, invencibles y descartan las consecuencias negativas de
sus actuaciones, motivo que les hace ser temerarios y jactarse chulescamente de
sus actividades así como aferrarse a sus cargos públicos –aunque estén
imputados– por su patológica negativa a reconocer sus delitos por muy evidentes
que sean las pruebas que los inculpan.
Psicopatológicamente, podemos englobar a los
corruptos en dos grandes grupos: el corrupto narcisita (están
convencidos de que son superiores, necesitan ser admirados y carecen de empatía
para conectar emocionalmente con los demás), y el corrupto antisocial
(sienten necesidad de mostrar superioridad, son manipuladores, violan
sistemáticamente los derechos del otro y son propensos a actos delictivos).
¿Es el corrupto es un psicópata?
Considerando que los psicópatas son unos individuos
depravados moralmente con un deficiente control de sus emociones e impulsos, una
nula adaptación a las normas éticas y sociales, gran tendencia a la violencia
planificada, dotados de inteligencia y habilidad para mentir y convencer así como carentes de emociones y de ansiedad
y por tanto de temor (podríamos comparar a los psicópatas con un hermoso coche
deportivo de alta velocidad y frenos defectuosos), no es descabellado aventurar
que algunos de los corruptos que proliferan en la política
compartan bastantes de los rasgos que acabamos de describir.
Afectivamente anestesiados, los corruptos exhiben una frialdad
emocional que asocian a una gran inteligencia con la que simulan una integridad
y una ética que para nada poseen, pues sólo piensan en alcanzar sus objetivos
del modo que sea, a costa de cualquier perversidad y sin importarles a quien
pisotean en su ascenso social y económico.
Hace pocos días se ha vuelto a emitir una entrevista televisiva realizada en 2012 a un anciano y respetado político autonómico en la que daba lecciones de ética y honestidad ante
un embelesado periodista que, dos años después, ha reconocido haber sido
engañado al creer a pies juntillas a un hombre de quien ahora se sabe es un
defraudador y un presunto corrupto y capo de una familia de delincuentes.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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