El modelo femenino propugnado por el franquismo
en los orígenes del nacionalcatolicismo, creó el arquetipo de una madre y
esposa sacrificada (‘abnegada’ solían decir los cronistas de la época) sin mas
misión por Dios encomendada que atender las necesidades del marido y cuidar de
los hijos en base a la moral católica y a la autoridad patriarcal del cabeza de
familia.
“Nunca te quejes si él llega tarde, o si
sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Mas bien, intenta
comprender su mundo”.
“En cuanto a la posibilidad de relaciones íntimas
con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: si él
siente la necesidad de dormir, que sea así; no lo presiones o estimules en la
intimidad. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente,
teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una
mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es
suficiente para indicar cualquier goce que pudieses experimentar”.
"La vida de toda mujer, a pesar de cuanto
ella quiera simular (o disimular), no es más que un eterno deseo de encontrar a
quien someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de
todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso, porque es la
absorción de todos los malos gérmenes (vanidad, egoísmo, frivolidades) por el
amor”.
Revista “Medina”, ejemplar de agosto de 1944
"Las mujeres nunca descubren nada; les
falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias
varoniles; nosotras no podemos hacer más que interpretar, mejor o peor, lo que
los hombres nos dan hecho”. [afirmación de Pilar Primo de Ribera].
Revista "Teresa", ejemplar de marzo de
1961
La mujer que quería el franquismo
Durante el franquismo hubo un gran desvelo por
instruir a las jóvenes para hacer de ellas una buenas patriotas, buenas
cristianas y buenas esposas. Todo ello sin importar que, como mujeres, su rol
social quedara relegado a una preceptiva sumisión al varón.
En el manual "Economía doméstica para
bachillerato y magisterio (1958)" podemos leer unos consejos que hoy
nos ruborizan por inadmisibles:
"Ten
preparada una comida deliciosa para cuando él llegue del trabajo.
Especialmente, su plato favorito”
“Preocuparse
por su comodidad te proporcionará una satisfacción personal inmensa”
"Minimiza
cualquier ruido en el momento de su llegada, salúdale con cálida sonrisa y
déjale hablar primero; recuerda que sus temas de conversación son más
importantes que los tuyos”
Tamañas barbaridades, entre otras, formaban parte
de una moral impuesta cuyas esencias ensalzaban a la patria desde una obsoleta
perspectiva imperialista y un nacionalismo sustentado en la unidad del
territorio, raza, lengua y religión. Un solo hombre, Francisco Franco,
ostentaba como Caudillo el poder político absoluto (jefaturas de Estado y
Gobierno al unísono) y las Cortes no eran más que un organismo donde se
validaban leyes y unos presupuestos ya decididos.
Aquellos maravillosos años del
nacionalcatolicismo
Quienes ansiaban una España grande y libre,
maridaron su ideología con la defensa de unos valores cristianos que
marcaron lo que sería la vida del país en todos sus ámbitos. La religión
católica fue reconocida como oficial, y un tendencioso Concordato
Iglesia-Estado le otorgó al clero unas prebendas (muchas, aun vigentes)
que le asignaban gran influencia en la los asuntos políticos, la imposición de la moral al uso, la educación e incluso un preponderante papel en la
sanidad. La hegemonía de la Iglesia Católica era tal que el Estado la
privilegió con una amplia exención de impuestos, puso en nómina a los clérigos
y la dotó de autonomía plena en materia de educación, en contraposición a la
normativa de escuela laica de la República. A cambio, Franco heredó el
privilegio de entrar bajo palio en los templos y el derecho de designar obispos
conferido por el Papa a ciertas monarquías.
La vestimenta de la mujer en el franquismo
El peligro de la influencia deshonesta y el
atentado contra el pudor de ciertas modas indecorosas en el vestuario femenino
propiciaron unas reuniones apostólicas dirigidas a las jóvenes (y a sus padres
y madres) en las que se fomentaba la responsabilidad para salvaguardar la moral
en las formas de la vestimenta.
“¡Que
modas tan indignas, tan atentatorias al pudor! ¡Pierna al aire hasta el muslo,
brazos al descubierto hasta cerca del sobaco, escotes en el pecho y en la
espalda, vestidos ceñidos al cuerpo de un modo inverecundo!
¡Así
van peor que desnudas!''
Se llegaron a organizar concursos de moda para
potenciar la elegancia y la femineidad española sin hacer concesiones a atuendos
inmorales que incitaran al pecado. Había incluso premios para los modelos que
más se atuvieran al costumbrismo moral patrio e incitaran la creatividad de los
modistos liberándolos de malsanas influencias foráneas.
“Los escotes van contra la modestia por la
deshonesta intención que revelan o el escándalo que producen”.
“Los vestidos no deben ser tan ceñidos que
señalen las formas del cuerpo provocativamente ; se impone la longitud por
debajo de la rodilla”.
“¡Qué hermoso es el pudor y qué espléndida joya
de la vida! [exclama San Bernardo]. ¡Que no sea pisoteado por fáciles
atractivos del vicio, fruto corrompido de tan perniciosas libertades en el
vestir y de la serie de inmoralidades que hemos indicado y que no podemos menos
que lamentar!”
TVE, Telediario del 14 de mayo de 2013
Recientemente, un reportaje de los servicios
informativos de Televisión Española puso en evidencia cual es
la línea ideológica que rige en el ente público. Ha sido una de las ocasiones
en que mejor quedó explicado por qué desde el cambio de modelo, la cadena pública ha
perdido credibilidad conforme lo ha hecho en pluralidad e independencia.
El pasado martes 14 de mayo de 2013, en el
Telediario de las tres de la tarde, se emitió un reportaje sobre la falta de
moral que impera en la provocativa forma de vestir las adolescentes con sus minifaldas
y en los chicos con sus pantalones caídos. De no ser porque en los años
cuarenta no había televisión, habría bastado con poner el televisor en blanco y negro para creer que se emitía un informativo grabado en la posguerra.
El reportaje se grabó en un taller de pedagogos en
el que “se recomienda poner a los niños frente al espejo y convencerles de que
nuestra imagen habla de nosotros". La voz en off de la redactora exponía, nada mas comenzar, la preocupación de “una madre” llamada Maite (con dos hijas de veintiún y
doce años) sobre el modo en que visten los y sobre todo las adolescentes españoles.
Maite y la voz en off de la redactora se explayaron en ofrecer opiniones y consejos sobre cómo se debe vestir a las hijas para que no vayan “provocando”. Estas son algunas de las frases se escucharon durante la breve emisión:
"Aunque
nos cueste, no hay que mezclar ropa y sexualidad ni utilizar ropa
demasiado sexy en las niñas”.
“Los problemas de son los de todos: saber cómo se
visten los adolescentes”
“Estamos en la época de enseñar todo sin ningún
decoro…”
“… y ante el gran miedo, la gran pregunta
¿irá mi hija provocando?"
“ellas, a lo mejor no creen que van
provocando, pero quienes las ven sí que lo piensan”
“… vamos que aunque nos cueste, no hay que mezclar
ropa con sexualidad”
Segundos después de emitirse el reportaje, las
redes sociales echaban humo, y no precisamente fumata blanca habida
cuenta de que llovía sobre mojado, pues pocos días antes, TVE, en el telediario
de la noche, animaba a que los parados rezaran para combatir la ansiedad que generaba
la falta de trabajo. El surrealista reportaje informaba de que en una parroquia
de Barcelona, eran cada vez más los parados que se habían hecho devotos de San
Expedito, patrón de las causas urgentes, y ahora rebautizado como el patrón
de la crisis
El reportaje comenzaba de esta guisa:
“Cada
vez son más los católicos que compran velas, y es por eso las cererías es uno
de los negocios que mejor aguanta la crisis”
Alberto Soler Montagud
Bibliografía recomendada
De autentica pena. Vamos, no se si llorar a lagrima y moco o reír y reír y reír. ¿Será posible esto que leo?. No podía pasar nada mas que aquí, en España. Puaff.
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