Video con la interpretación de la obra analizada
En
cierta ocasión alguien me preguntó que pasaje musical conseguía emocionarme hasta el extremo de hacerme brotar las lágrimas, y le respondí que a veces muchos
y en otras ocasiones ninguno, pues la respuesta anímica suele ser tan variable
como las circunstancias que concurren ante una estimulación de los sentidos.
Dada su insistencia, acabé citando la primera obra que entonces acudió a mi mente y que relacioné con un reciente acontecimiento, hace de esto muchos años, acaecido durante una celebración privada en un restaurante con encanto situado en uno de los parajes más bellos del interior de Valencia , a los pies del Castillo de Xàtiva.
Dada su insistencia, acabé citando la primera obra que entonces acudió a mi mente y que relacioné con un reciente acontecimiento, hace de esto muchos años, acaecido durante una celebración privada en un restaurante con encanto situado en uno de los parajes más bellos del interior de Valencia , a los pies del Castillo de Xàtiva.
Se
trata del segundo movimiento del
Concierto para clarinete en La Mayor K622, una obra compuesta por Mozart para su amigo y cofrade masón,
el clarinetista Anton Stadler.
Dicho
concierto fue escrito para flauta solista y orquesta y, a diferencia de los
demás conciertos de Mozart, éste no prevé una cadenza para el solista en su primer movimiento, pero sí en el Adagio que es el movimiento en cuestión
al que hago referencia en esta breve reseña y que en su día me emocionó, y aun hoy me sigue emocionando.
Aunque muchos lo sabrán, será bueno recordar que en música, una cadenza es un pasaje ornamental improvisado que interpreta (o canta) un solista con un estilo "libre" y como exhibición de su virtuosismo. La cadenza es el momento, dentro del concierto, en el que la orquesta deja de tocar y el solista dispone de un tiempo libre para dar rienda suelta a su imaginación, aunque lo habitual es que estas cadenzas estén escritas de antemano.
Aunque muchos lo sabrán, será bueno recordar que en música, una cadenza es un pasaje ornamental improvisado que interpreta (o canta) un solista con un estilo "libre" y como exhibición de su virtuosismo. La cadenza es el momento, dentro del concierto, en el que la orquesta deja de tocar y el solista dispone de un tiempo libre para dar rienda suelta a su imaginación, aunque lo habitual es que estas cadenzas estén escritas de antemano.
El
segundo movimiento de este concierto comienza directamente con la ejecución del
tema principal (de 8 compases) por parte del solista, la orquesta hace de eco
constante tanto en la exposición del tema como en el desarrollo del mismo (c.
1-32). El desarrollo del movimiento comienza inmediatamente después de la
conclusión del tema principal en tutti orquestal, dejando el relevo al
clarinete. Este desarrollo toma forma de tema secundario (c. 33-59). La
reexposición viene precedida por una pausa en la cual se puede hacer la
cadencia (ya escrita por Mozart). Se produce la reexposición del tema primario
por parte del clarinete que se ve reforzada por la orquesta (c. 60-83). Se
produce la culminación del concierto con la Coda (c. 83-98).
En
cualquier caso, como siempre, recomiendo escuchar la obra completa.
Preciosa reseña y maravillosa elección con Mozart.
ResponderEliminarGracias, Alberto, por compartir tu cultura, hoy en día un bien tan escaso y por ello mucho más valioso.
Un fuerte abrazo.
María Contel.
Gracias por tu comentario Maria:
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.