A raíz de la entrevista televisiva
realizada por Jesús Hermida al rey Juan Carlos con motivo de su 75 aniversario,
el hasta ahora respetado y admirado, periodista coronó con un broche, y no
precisamente de oro, su larga y exitosa carrera profesional. A los hechos me
remito y videos hay que lo demuestran: Hermida se dedicó a jalear al rey dándole
como ganador de una partida de ajedrez en la que tanto su familia, como sus cacerías, su
baja aceptación popular y su delicada salud, lo mantienen en un contínuo jaque.
Una elección desacertada
Si
bien por currículum y por experiencia, Hermida era el candidato ideal para la
entrevista (que él mismo solicitó), su estilo engolado, sobreactuado y
esperpéntico demostraron que no era capaz de actuar con el respeto que por
protocolo merecía el entrevistado
sin incurrir en una
empalagosa servidumbre.
Es de
sobra conocida la proclividad del señor Hermida al derroche de gestos afectados
y vacua palabrería tanto si el entrevistado es un astronauta, un premio Nobel o
una tonadillera. Fue por ello que su elección como entrevistador en esta
ocasión no haya sido acertada habida cuenta de la rancia pleitesía que en todo
momento prodigó y que contrastaba con la mala educación (para muchos
‘campechanía’) del rey al tutearle mientras el veterano presentador se deshacía
en reverenciosos cabezazos de asentimiento y sumisión.
Entrevista pactada y
censurada
Fue una lástima que Jesús Hermida dejara de lado
temas y omitiera preguntas que hubieran hecho las delicias de cualquier buen
periodista y a los televidentes habrían encantado. Pues, aunque haya un
protocolo de tratamiento establecido para los jefes de estado, éste puede ser
respetado aunque se formulen preguntas como: "Majestad, cuando usted
reprendió a Don Iñaki Urdangarín y le pidió que dejara sus negocios ¿por qué no
lo denunció, señor, en un juzgado en lugar de recomendarle viajar al
extranjero?”, o: “¿Qué opina Vuestra Majestad de que la institución monárquica
haya descendido tanto en aceptación popular?” y ya por último: “¿Es usted
partidario, señor, de la política de recortes que están sufriendo los
españoles?”
¿Mejor con otro
entrevistador?
Está claro que si Hermida no le hizo al rey éstas ni otras
preguntas digamos ‘comprometidas’, fue porque no se lo permitieron, como
tampoco se lo habrían permitido a otros periodistas como Iñaki Gabilondo o Ana
Pastor por poner dos ejemplos. Sin embargo, la diferencia entre el primero y
los otros dos podríamos hallarla en que un periodista ‘de verdad’ nunca se
habría mostrado servil a pesar de las limitaciones impuestas por el guión, no
habría pronunciado ocho veces la palabra “señor” y trece veces “majestad” en
solo veinte preguntas como hizo Jesús Hermida e incluso puede que no hubieran
aceptado hacer la entrevista si la censura previa hubiera sido tan férrea.
Colofón patético
No
me cabe la menor duda de que el señor Hermida, cegado por el honor que se le
confería al ofrecerle tan ansiada entrevista, no fue consciente del ridículo
que hacía cuando tan solo interpretaba ‘su’ papel y abusaba de la mímica y esa
retórica por la que es de sobra conocido, gestos verbales y no verbales que
convirtió en una sumisión tan servil que podrían hacer pensar que un viejo
periodista estaba tan necesitado de reconocimiento que aspiraba a culminar su
carrera con un titulo nobiliario.
Alberto Soler Montagud
No hay comentarios:
Publicar un comentario