El recién estrenado mes de julio nos ha sorprendido con la noticia de una presunta trama de corrupción en la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) que ha promovido reacciones de todo tipo excepto indiferencia. Cuando el pasado viernes se supo que cuatro directivos de la sociedad (entre ellos su presidente, Eduardo ‘Teddy’ Bautista) habían sido detenidos junto a otras cinco personas por un supuesto desvío de fondos de la entidad a ciertas empresas privadas, una ola de euforia estalló en los foros de Internet.
Los dineros de la SGAE
Recordemos que la SGAE es una sociedad sin ánimo de lucro destinada a proteger los derechos de los autores y a gestionar los beneficios que les reporta el uso de sus obras con la recaudación de los pertinentes derechos de autor.
Sin embargo, las férreas e impopulares medidas recaudatorias impuestas por la SGAE y el incondicional apoyo que recibe por parte de un sector de la política y de la cultura que, estadísticamente, no encaja con el perfil medio de la mayoría de autores con propiedad intelectual registrada, ha hecho que la opinión pública se decante en contra de una, en teoría, sociedad de todos los autores y editores.
Presunción de inocencia
Ahora que la SGAE se tiene que enfrentar a una grave acusación por presuntos delitos de apropiación indebida, estafa y administración desleal cometidos de forma continuada entre 2003 y 2007, la ministra de Cultura, y socia de la SGAE, Ángeles González-Sinde, ha hecho unas ambiguas declaraciones ("lo principal y el primer objetivo del Ministerio de Cultura es que se esclarezcan los hechos" “solo puedo tener respeto por la decisión judicial”) en las que, al enfatizar en la presunción de inocencia ("hay que tener por delante la presunción de inocencia") de unos imputados con los que ha mantenido complicidad durante años, pone aun mas en evidencia la “presunción de culpabilidad” que cada día penaliza a los compradores de cedés o discos duros, entre otros artilugios relacionados con la copia y reproducción de archivos, que tienen que pagar una cuestionada tasa “por si llegaran a usarlos para hacer copias ilegales”.
Por pura lógica
Es solo por pura lógica que muchos desean que el peso de la ley caiga sobre los imputados de la cúpula de la SGAE –se si demuestra su culpabilidad- con la misma contundencia que golpea y sanciona a tantos manteros que han sido detenidos e incluso condenados a prisión.
La lógica de la razón pide a gritos una suspensión cautelar del canon digital como compensación de la "presunción de inocencia" negada a millones de contribuyentes usuarios de material informático a quienes se considera delincuentes apriorísticos.
La presunta corrupción que recae sobre la SGAE entra en plena sintonía con las “cuasi mafiosas” tácticas –según manifiestan los propietarios de algunos pequeños negocios- con que la sociedad de autores “extorsiona” a muchos bares, peluquerías, tiendas, responsables de eventos culturales en pequeños pueblos, colegios y verbenas de barrio así como otras actividades sin ánimo de lucro en las que pueda recitarse un poema, interpretarse una obra teatral por un grupo de aficionados o sonar una canción sin ánimo de vulnerar los derechos de sus propietarios intelectuales.
Responsabilidades políticas
Se impone una recapitulación y un análisis exhaustivo de los privilegios, compadreos y complicidades que, presuntamente, han marcado la pauta en las relaciones entre la señora Sinde y los directivos de la SGAE, una organización a la que la ministra pertenece como asociada.
Sería ahora momento y ocasión oportuno para que los políticos que han legislado y apoyado abiertamente a la SGAE manifiesten su postura, muy a pesar de que el Ministerio Cultura no sea responsable legal subsidiario de dicha entidad de gestión por ser privada y no nutrirse de sus presupuestos.
Sin embargo, aunque la SGAE no dependa del Ministerio de Cultura, la coincidencia de planteamientos e intereses entre ambos organismos, así como las ingentes cantidades de dinero manejadas por la organización (especulaciones inmobiliarias, compra de edificios, teatros, jubilaciones millonarias…) podrían repercutir en la señora Sinde si ésta no es bien asesorada ni sabe manejar la situación.
Cabría también la posibilidad de que el hábil Rubalcaba se esté frotando las manos ante la perspectiva de que una caída en desgracia de la Sinde pueda le fuera favorable si el vicepresidente y portavoz del Gobierno sabe subirse con gracia al carro de quienes contemplan la SGAE como una “bestia parda”, a Teddy como su “Gran Satán” y a Gonzáles-Sinde como su “hada madrina”.
Hipótesis, ya se sabe, como en botica, hay muchas y para todos los gustos. Pero las respuestas están en el viento y la tesis vendrán con el tiempo.
Mientras tanto el PP…
Mientras tanto el PP se mantiene calladito y a la expectativa de lo que vaya sucediendo hasta que Aznar vuelva a la Moncloa disfrazado de Rajoy, tal y como acertadamente señala Enric Sopena en su habitual columna de Elplural.com.
Solo González-Pons ha cubierto el expediente de "hacer oposición" echándole la culpa a Zapatero por ser “amigo íntimo de los implicados en la Operación Saga”, un argumento fácil de rebatir con solo recordarle a este boquita de piñón que, de momento, aquí no hay ni “amiguitos del alma” ni nadie que diga querer “un huevo” a nadie.
A los políticos del PP les convendría mantener un prudente silencio por los muchos paralelismos que se intuyen entre los presuntos implicados “gürtelianos” y estos recién llegados “presuntos de nueva hornada” relacionados con la SGAE. También deberían callar los populares cuando, una vez mas, la presunción de inocencia es enarbolada como coartada para que unos transgresores sin escrúpulos pidan amparo al mismo sistema judicial que contravienen.
Colofón
Esto es el cuento de nunca acabar. Yen cuatro días, elecciones generales.
Que Dios nos coja confesados y que a nadie se le ocurra cantar en la ducha no sea que Ramoncín esté detrás de la mampara. Por mucho que el rey del pollo frito jure y perjure que se ha cambiado de bando (“Voy a ir personalmente contra la SGAE a los tribunales”, Ramoncin dixit), no está el patio fino como para fiarse de nadie.
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