De niños bastaba con taparse los ojos para que todo aquello que nos desagradaba dejara de existir. Como por arte de magia, nos convertíamos en una suerte de dioses con plenos poderes para crear y descrear a nuestro antojo, hábil estratagema que, con la madurez, perdía su encanto al comprobar cuan inútil resultaba para satisfacer nuestra pueril ilusión de legitimar la existencia de todo aquello que nos rodeaba.
Sin embargo de vez en cuando reaparece con terca insistencia la necesidad de retroceder a nuestros primeros años de vida, sobre todo cuando nos sentimos intimidados por situaciones que preferiríamos obviar o mejor, desearíamos que no existieran.
Algo así ha ocurrido con algunos mandatarios de los ayuntamientos de Vic y Torrejón quienes, agobiados por la amenaza que el fenómeno de la inmigración supone para sus municipios (siempre según ellos), han optado por negarles (a los inmigrantes) el derecho a empadronarse y por ende los derechos y deberes inherentes a este simple acto administrativo cuyo valor no trasciende más allá de una simple recolección de datos con los que alimentar las voraces fauces de las estadísticas gubernamentales.
Creen estos ediles que negando el empadronamiento a los mal llamados sin papeles, es decir, tapándose los ojos ante la realidad de su presencia, estos dejaran de existir y se convertirán en unos zombis apátridas que deambularán errantes por las calles incordiando solo a quienes puedan verlos (y crean por tanto en su existencia) así como también les reconozcan sus derechos como seres humanos que son (prefiero llamarles así, simplemente seres humanos indocumentados, con o sin papeles).
Que error, que inmenso error el de creer que con una simple regresión a hábitos adquiridos en la infancia se puede borrar del mapa y negar el derecho de su existencia a aquellos que en tiempos de bonanza y burbujas especulativas asumieron trabajos (siempre mal pagados, a veces en régimen de esclavitud) que nadie quería aceptar.
Que hipocresía, que inmensa hipocresía la de camuflar una postura xenófoba encubriéndola con la piel de cordero de un estricto cumplimiento de la legislación vigente.
Que mentira, que inmensa mentira la táctica goebbelsiana de asociar una y otra vez el fenómeno inmigratorio con lacras sociales tales como la delicuencia, el paro o la prostitución.
Que pérdida, que inmensa pérdida de valores éticos la que azota a nuestra sociedad y la sume en un injusto reparto de la riqueza. No puedo menos que sentirme utópico (quien sabe si también demagogo) al pensar lo que podría haber sucedido en Haiti si los donativos que ahora les llegan (limosnas de fingida solidaridad y tapabocas de malas conciencias) se hubieran destinado hace décadas a financiar la construcción de edificios tan resistentes a los terremotos como los de Japón (por poner tan solo un ejemplo).
Sigamos con la utópica demagogia y cuestionémonos si el problema de la inmigración habría llegado a la situación actual si la ingente cantidad de millones con que los estados ricos han untado a la banca durante el pasado año se hubieran destinado el pasado siglo a mejorar las condiciones de aquellos países que no tienen más remedio que recurrir a la inmigración para combatir su miseria.
Error, hipocresía y pérdida, pérdida de valores éticos. Esta es la cuestión y no otra.
gracies per este post, alberto!!
ResponderEliminartinc a dos xics nigerians en terapia i ahir un d'ells em preguntava si savia perque en catalunya ja no acepten als inmigrants...jo no vaig saber q contestar-li pero li vaig prometre q m'enteraria
I mira per on q arribe al dia següent al curro i veig este email del teu blog!! :)
m'ecanta q desenvolupes esta tasca informativa i al mateix temps artistic-creativa i lúdica! :o)
et mane un beset molt fort!