Señor Presidente de Gobierno en funciones:
Es de
esperar que los resultados electorales del pasado 20-D le hayan cogido
desentrenado tras cuatro años de mayoría absoluta en los que, como máximo
responsable del Gobierno de España, no ha sido capaz de conjugar una sola vez el
verbo 'pactar'.
Me he
decidido a escribirle esta carta sólo por ver si le hago reaccionar y evitar
que acabe perdiendo el tiempo con titubeos insulsos —como es su costumbre— y
durmiéndose en un mar que para nada está en calma.
Le
recuerdo que no es al azar ni al paso del tiempo, sino al presidente en
funciones, a quien le corresponde la responsabilidad de mover la primera pieza
del tablero que decidirá la gobernabilidad tras las elecciones generales. Le hago
esta advertencia por los despóticos antecedentes que le preceden después de
presidir un Gobierno que ha ignorado por completo a la oposición (nunca ha
querido dialogar con más fuerzas políticas que las de su propio partido) en un
derroche de absolutismo caciquil que hoy hace casi imposible —más allá de la
abstención de Ciudadanos— su investidura así como que el PP gobierne de nuevo.
Cuando
esto se confirme, es decir, cuando sea palmario que su candidatura carece de apoyos
¿será usted tan ruin y mezquino que atribuirá la culpa de su soledad a una
nueva herencia recibida, o dicho de otro modo, se atreverá a responsabilizar de
su fracaso sólo a Pedro Sánchez por
no querer una Gran Coalición, como parece ser su intención, tal cual hiciera
durante cuatro años culpabilizando ex presidente Rodríguez Zapatero?
Acaba
de finalizar la ronda de conversaciones que ha mantenido con los principales
líderes que, como usted, aspiran a la presidencia y, válgame Dios, que mal le
han ido las cosas si exceptuamos la anunciada abstención Ciudadanos cuando le
corresponda votar su investidura.
Pedro
Sánchez aguantó a su lado cuarenta y cinco escasos minutos, (contando la
recepción y despedida) justo el tiempo para que el aspirante socialista le
confirmara su «no» rotundo a que sea usted quien presida el próximo Gobierno; apenas
tres cuartos de hora durante los cuales, intuyo que su rostro mostraría tanto
pasmo y tantos tics como la noche en que su interlocutor le llamó «indecente» a
la cara y ante toda España.
Tampoco
Pablo Iglesias, aunque consiguieran
hablar durante casi dos horas, le ha ofrecido apoyo alguno muy a pesar de que
el líder de Podemos haya sido más condescendiente con usted al permitirle
exponer sus argumentos, algo que al parecer Pedro Sánchez no hizo. En cualquier
caso, le recuerdo que en la rueda de prensa posterior a la entrevista, el señor
Iglesias dijo no coincidir «en nada [con Mariano Rajoy] respecto al futuro de España», que no
piensa permitir «ni por activa ni por pasiva que gobierne el PP», así como también
que cree que hay montado un gran teatro entre Pedro Sánchez, Albert Rivera y usted mientras fraguan una
«gran coalición a tres». ¿Tiene algo que decir ante estas declaraciones, señor
Rajoy? ¿Es cierto lo del teatro o sólo fruto del la
maléfica fantasía del mandamás de Podemos en sus ansias por acabar con el PSOE
igual que ha hecho con Izquierda Unida?
Entenderé que se niegue a responder a mis preguntas, pero al menos reconozca
que el enrevesado berenjenal al que nos ha conducido su modo de gobernar durante cuatro años,
pasmado ante la realidad, prescindiendo por completo de las iniciativas de la
oposición y ganándose a pulso el rechazo de quienes ahora se niegan a ser sus
socios, podría haberse evitado si en su momento hubiera reaccionado como un político
decente ante las fechorías de
nefastos personajes como Bárcenas, Rato, Matas, Granados y un largo etcétera.
Todo
lo que le suceda es pues culpa suya. Los sondeos de opinión y las urnas dicen
que la mayoría de los españoles no confían en usted. De nada le servirá ahora
recurrir a clichés tan manidos como los lentos tiempos que le caracterizan,
tiempos muertos de no hacer nada más que sentarse y esperar para que sean otros
quienes le saquen las castañas fuego, una técnica irritantemente pasiva que los
suyos le consentían pero que ya se acabó.
A
estas alturas de la misiva entiendo que se pregunte cual es mi interés al
escribirla, por ello le aclararé que no es otro más que hacerle una petición.
Quiero pedirle que cuando se confirme su imposibilidad para formar gobierno
(siempre que no tenga razón el señor Iglesias con sus sospechas de ese pacto
teatral que hipotéticamente se estaría fraguando a espaldas de los españoles),
sean usted y su partido quienes se abstengan al llegar la hora de votar la
investidura de la presidencia.
Le
pido que si nadie quiere pactar con ustedes, que al menos permitan que los
demás pacten en paz mientras se hacen ustedes a un lado, con gallardía y en
silencio, delegando tan noble responsabilidad en los políticos que han elegido los
españoles ya que, no lo olvide señor Rajoy, los votantes expresaron
mayoritariamente en las urnas que no le quieren a usted como presidente ni
tampoco que el PP sea quien les gobierne. Eso de la lista más votada sólo es una falacia si se aplica a la actual
situación.
Por
más que diera usted brincos de patética alegría (ni para eso tiene
gracia) en el balcón de la sede de la calle Génova y se empeñara en decir que
su partido había ganado las elecciones, si toma papel y lápiz y hace las sumas correctas,
se dará cuenta de que la victoria de los populares es matemáticamente incierta.
Sume, sume los votos de quienes no les han votado, de quienes no les quieren en
la Moncloa, y lo comprobará.
Como despedida quiero darle el
consejo de que se cuide lo mejor que pueda, que dedique más tiempo a su familia
y que se retire cuanto antes a su plaza de registrador de la propiedad de Santa Pola. Ganará más dinero, se llevará
menos disgustos y si esto hace, el tiempo le dirá que ha sido en beneficio de
todos, al menos de todos los españoles.
Alberto
Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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